Ejemplos con harapiento

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Desprende un fuerte olor a licor y a tabaco rancio, y viste lo que parece un abrigo harapiento.
Entretanto, corre la voz de que Juan Martín no ha muerto en la caída, y que se halla en la sierra reuniendo de nuevo a su ejército harapiento.
-Digo que es linda, sí, pero que con aquella suciedad y aquel vestir harapiento.
La desolada tierra sin árboles, pajiza a trechos, a trechos de color gredoso, dividida toda en triángulos y cuadriláteros amarillos o negruzcos, pardos o ligeramente verdegueados, semejaba en cierto modo a la capa del harapiento que se pone al sol.
El sol hería la casa por la espalda, proyectando la sombra por largo trecho adentro del batey donde, entre las ocho y las nueve de la mañana, se hallaba tendida la dotación de esclavos de la finca, en su traje ordinario, sucio y harapiento.
Aquello era público, pero a Chiripa le echarían los mozos en cuanto advirtiesen que iba tan sucio, tan harapiento que daba lástima, y que no iba a hacer el menor gasto.
Era el uno un peine que se titulaba ingeniero y decía andar en busca de una mina de oro, meses hacía ya, con su vestido harapiento, sus greñas y su barba silvestre y su costurón en la cara, que le partía un ojo y la mitad de la nariz.
Aquel día un harapiento, por las trazas un mendigo, tal vez un peregrino, quizás un poeta, llegó, bajo la sombra de los altos álamos, a la gran calle de los palacios, donde hay desafíos de soberbia entre el ónix y el pórfido, el ágata y el mármol, en donde las altas columnas, los hermosos frisos, las cúpulas doradas, reciben la caricia pálida del sol moribundo.
La policía de la Capital pisotea a los manifestantes, golpea con sus sables todo lo que tienen delante, no importa el sexo ni la edad, arrea a la cárcel a mujeres y hombres, rechaza brutalmente fuera de los lugares aristocráticos al pueblo harapiento.
El comandante del puesto —el teniente Arturo Turdera—, un distinguido oficial y un cumplido caballero, estaba allí, en medio de su tropa, como ella harapiento, como ella destruido y agobiado por aquella vida de hambre, de fatigas y de peligros.
Y algunos al pasar junto al individuo harapiento y sucio, demacrado y abundante de barba, negra y espesa, de dientes escasos, amarillentos y podridos, de labios carnosos y amoratados, delgado de cuerpo, mediana la estatura y lisiado de una pierna, extendían la mano, como compadecidos, para darle unas monedas.
—Ayer por la tarde vi un vagabundo harapiento por el sendero —dijo el señor Holder.
Y junto con un cuzquito ladrador, salió un anciano harapiento que los convidó a pasar.
Pero ellos, mirando a su alrededor y hacia arriba, han sentido en sus propios adentros el vacío, el nadismo, será mejor decir, de nuestra enseñanza -no la llamemos educación- nacional, y junto con esto, un interés profundo por todos los bienes reales de la vida, y entre ellos, por las cosas intelectuales, y un amor casi desesperado, y una piedad, y una angustia entrañable, por este pobre pueblo harapiento en la carne y el espíritu, y han querido poner mano en su remedio, en la labra del alma nacional, no sólo por el joven, cuya formación era el tema literal de su oficio, sino mediante el niño, y el obrero, y las clases todas que a su alcance se agitan, aun las vanas y frívolas, que el trabajo no ha redimido todavía de la insignificancia, de la vulgaridad y del tedio.
Y aquella especie de harapiento, por las trazas un mendigo, tal vez un peregrino, quizás un poeta, le dio su último mendrugo de pan petrificado, y se marchó por la terrible sombra, rezongando entre dientes.
Ese día, el de la quincena, el hampón, el cortador incansable del plomo, reaparece en la ciudad ennegrecido y harapiento, fosca la barba, luenga la cabellera, alegre el gesto y vacilante el viaje de sus pies, hechos a tantear abismos.
Luego dijo: ¡Oh miserable harapiento! ¡Oh traidor! Como otro día vuelva a verte delante de mi tienda, te mandaré a presencia del rey, que te arrancará la piel y te empalará a la puerta de palacio! ¡Vete! ¡Que Alah te maldiga! ¡Oh rostro de pez! Entonces el pobre barbero muy humillado y dolorido por aquel trato, y con el corazón roto y el alma encogida, se alejó de allí a rastras y emprendió el camino del khan, llorando en silencio y perseguido por la rechifla de la muchedumbre amotinada contra él y por las maldiciones de los admiradores de Abu-Kir el tintorero.
Eclipse total del harapiento.
El que iba delante era un ser de mal talante, harapiento, encorvado e inquieto, que tiritaba bajo una blusa remendada.
Ya te vi ayer, ya te vi bajar al pueblo con un prójimo harapiento que parece el moro de los dátiles, y una mujer más fea que Tito.
Iba sucio, harapiento, descalzo siempre y no recordaba haberme puesto sombrero jamás.
Una vez que Bazin salió, el mendigo lanzó una mirada rápida en torno a él, a fin de asegurarse de que nadie podía verlo ni oírlo, y abriendo su vestido harapiento mal apretado por un cinturón de cuero, se puso a descoser la parte alta de su jubón, de donde sacó una carta.
:¡Qué miseria! ¡Ya el Cristo no ve el aguaje alto en las mareas! Sólo queda, leve hilo de sangre de un muerto, mendigo harapiento y seco, la exangüe corriente del río, color de hierro igual que este ocaso rojo sobre el que La Estrella, desarmada, negra y podrida, al cielo la quilla mellada, recorta como una espina de pescado su quemada mole, en donde juegan, cual en mi pobre corazón las ansias, los niños de los carabineros.

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