Ejemplos con presión

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Tras esta medida de presión, la plantilla se resintió, ya que fueron varios jugadores carismáticos los que decidieron abandonar el Club.
El Anschluss fue precedido por un período de creciente presión política sobre Austria, ejercida por Alemania, exigiendo el reconocimiento de partido Nacional Socialista, proscrito en Austria, y más adelante su participación en el gobierno.
Es un estadio que al tener las gradas tan sumamente cerca del terreno de juego ejerce mucha presión sobre los arbitros y el equipo rival, lo que hace que se convierta en un campo bastante difícil de puntuar.
Los aligátores chinos han desaparecido de amplias zonas de su antigua distribución debido a la presión humana, que cultiva las orillas donde descansan y anidan y pesca en grandes cantidades los peces que forman la mayor parte de su dieta.
Finalmente, Sayer fue liberado por las autoridades, debido a la presión ejercida por el grupo comandado por el Señor Riel.
El hierro se introduce en el eje de madera de forma longitudinal por el centro del mismo mediante presión, estando sujeto por un aro de hierro.
Construyó su planeador de alas multiples para probar la posibilidad de que estas giran hacia atrás y adelante alrededor de un eje vertical, para controlar el centro de presión sobre ellas y dar más estabilidad a el planeador.
Aquellas manos de hierro no rebajaron un punto su salvaje presión hasta que llegamos a Pilares.
El espíritu inglés, bajo la áspera corteza del utilitarismo, bajo la indiferencia mercantil, bajo la severidad puritana, esconde, a no dudarlo, una virtualidad poética escogida y un profundo venero de sensibilidad, el cual revela, en sentir de Taine, que el fondo primitivo, el fondo germánico de aquella raza, modificada luego por la presión de la conquista y por el hábito de la actividad comercial, fué una extraordinaria exaltación del sentimiento.
Sentía la presión de esta garra en su cintura, cada vez más apretada, más feroz.
Las máquinas, a gran presión, silbaban, impacientes de partir.
Corría con todo el ímpetu de su marcha de superficie, pero el navegaba igualmente con el impulso forzado de sus máquinas a gran presión, y la distancia entre ambos buques se fué dilatando.
¡Oh, dicha! Los ojos, la sonrisa, la presión de la mano, decían para él mucho más.
Dió la mano el conde al marino, una mano dura, bien cuidada y forzuda, que se mantuvo largo rato sobre la de Ulises, queriendo dominarla con una presión sin afecto.
Ella le había repelido con una certera presión de la hábil esgrima japonesa, que emplea las manos como armas irresistibles.
Unas mesas más allá, una pareja joven olvidaba los platos para estrecharse las manos por debajo del mantel y apretarse pierna contra pierna con frenética presión.
Este se estremeció, sintiendo que se había enroscado a su cuerpo un anillo de temblona presión.
Los múltiples brazos armados de ventosas funcionaban como aparatos de presión.
Querían ser libres, y su cuerpo, como el de los luchadores antiguos, estaba cubierto de un aceite resbaladizo, el oceánico, que escapa fugaz a toda presión.
Don Rufo hablaba de la necesidad de trasladarse a otro clima, a otro país más elevado sobre el nivel del mar, donde el aire tuviese menos presión.
¿Dónde está la fe que arrastraba a la muchedumbre belicosa de cruzados? ¿Dónde el fervor que levantaba catedrales con seráfica paciencia durante doscientos años para albergar una hostia bajo una montaña de piedra? ¿Quién se azota hoy y martiriza su carne y vive en el desierto, pensando a todas horas en la muerte y el infierno? En España, tres siglos de intolerancia, de excesiva presión clerical, han hecho de nuestra nación la más indiferente en materias religiosas.
Únicamente por la noche, en el silencio del claustro alto, aquellos matrimonios que se reproducían y morían entre las piedras de la catedral osaban repetirse las murmuraciones del templo, la interminable maraña de chismes que crecía sobre la monótona existencia eclesiástica, lo que los canónigos murmuraban contra Su Eminencia y lo que el cardenal decía del cabildo, guerra sorda que se reproducía a cada elevación arzobispal, intrigas y despechos de célibes amargados por la ambición y el favoritismo, odios atávicos que recordaban la época en que los clérigos elegían a sus prelados, mandando sobre ellos, en vez de gemir, como ahora, bajo la férrea presión de la voluntad arzobispal.
El grande hombre había pasado también por el Seminario y guardaba aún cierto aspecto clerical, como si hubiera sufrido más hondamente la presión del troquel eclesiástico.
Su estupor horrendo duró sólo un minuto Sabía él nadar y lo sacaría, sí, lo sacaría, aunque tuviera que bajar a lo profundo, aunque tuviera que hacerse trizas la cabeza contra los escollos del fondo, y luchar allí a brazo partido con el terror y la muerte Y se arrancaba las ropas, y las tiraba a su paso, y trepaba por las peñas lanzando gritos, dejando en ellas, sin sentirlo, pedazos de la piel de sus piernas desnudas, de su pecho jadeante y comprimido por la espantosa presión del horror.
Miró entonces a la suela, y estaba esta limpia, flamante, como si jamás se hubiera puesto en contacto con el suelo, ni sufrido la presión de la más ligera golondrina ¡Hum! ¿Si resultaría después de todo que el tal Jacobito era un grandísimo embustero, que le había encajado una sarta de mentiras?.
La presión que producía sobre su estómago la hoz cruzada en la faja le dió escalofríos.
Las ballenas se doblaban y parecían próximas a estallar con la presión de sus vientrecillos cada vez más redondeados.
Creyolo así la enferma, pero no las tenía todas consigo y estaba como bajo la presión de un gran temor.
En estas excursiones podía muy bien emplear dos horas sin cansarse, y desde que se daba cuerda y cogía impulso, el cerebro se le iba calentando, calentando hasta llegar a una presión altísima en que el joven errante se figuraba estar persiguiendo aventuras y ser muy otro de lo que era.
¡Oh sorpresa! La resistencia más tenaz y briosa, la protesta más desesperada, unas manitas de acero que no podía cautivar, un cuerpo nervioso que se sacudía rehuyendo toda presión, y al mismo tiempo varias exclamaciones de profunda y verdadera congoja, dos o tres gritos ahogados que demandaban socorro.

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