Ejemplos con preso

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Algunas gentes compadecieron al pobre muchacho, pero ninguno se atrevió a abogar por su libertad, y el oficial lo recibió preso.
Sí, señor Yo, como nací labrador, no puedo estar preso en el Hospital.
¿Y la poesía? Lúgubre como un calabozo, hermosa a veces, pero como puede serlo el canto de un preso asomado a la reja.
Lo que se fija y encierra en letras, queda allí como preso y atado, y no lastima y destroza tanto el corazón como lo que persiste en él inefable e informe.
¡Paréceme que le veo sentado en el butaque , con la pierna cruzada, preso en la estrecha y perdurable levita, puesto en las rodillas el gran pañuelo de algodón, de color indefinible.
Negar y negar siempre al preso pecador todo lo que pide, no es bueno.
Anoche han puesto preso a Juan Pablo.
Fue a ver a mi hermano, él iba a visitar a un tal Moreno Vallejo que también está preso por conspirar.
Al oír esto, Feijoo se mostraba benévolamente incrédulo y decía: Pidámosle a Dios que no te busque, por si acaso, que a Segura llevan preso.
Y se ponía así: ‘Allí está, mírenlo el de Sor Natividad La bribona lo tiene preso Bribona, más que loba’.
Así como los ojos de Maximiliano miraban con inexplicable simpatía el disco de la noria, su oído estaba preso, por decirlo así, en la continua y siempre igual música de los canteros, tallando con sus escoplos la dura berroqueña.
Bonifacio que le habían llevado preso.
El chico se deshacía en bostezos enormes, en muecas risibles, en momos de llanto, en chillidos de estornino preso, se acorazaba, se defendía contra la ciencia de todas las maneras imaginables, pateando, gruñendo, escondiendo la cara, escurriéndose, al menor descuido del profesor, para ocultarse en cualquier rincón o volverse al tibio abrigo del establo.
—En el de perdicion, respondió Tomas, porque en todos estos dias que has estado preso, nunca la he podido hablar una palabra, y a muchas que los huéspedes le dicen, con ninguna otra cosa responde que con bajar los ojos y no desplegar los labios, tal es su honestidad y su recato, que no ménos enamora con su recogimiento que con su hermosura: lo que me trae alcanzado de paciencia, es saber que el hijo del corregidor, que es mozo brioso y algo atrevido, muere por ella, y la solicita con músicas, que pocas noches se pasan sin dársela, y tan al descubierto, que en lo que cantan la nombran, la alaban y la solenizan, pero ella no las oye, ni desde que anochece hasta la mañana no sale del aposento de su ama, escudo que no deja que me pase el corazon la dura saeta de los celos.
Salió de la cárcel, pero no quiso volver a estar con su compañero, dándole por disculpa que en los dias que habia estado preso le habia visitado la Argüello y requerídole de amores, cosa para él de tanta molestia y enfado, que ántes se dejara ahorcar que corresponder con el deseo de tan mala hembra, que lo que pensaba hacer era, ya que él estaba determinado de seguir y pasar adelante con su propósito, comprar un asno y usar el oficio de aguador en tanto que estuviesen en Toledo, que con aquella cubierta no seria juzgado ni preso por vagamundo, y sin eso era oficio que con mucho descanso y comodidad suya podia usar, pues que con sola una carga de agua se podia andar todo el dia por la ciudad a sus anchuras mirando bobas.
Llegó Arnesto ante la reina, la cual sin entrar con él en razones, le mandó quitar la espada, y llevar preso a una torre.
En esto llegó el capitan con toda su guarda, y dijo al conde que fuese preso en nombre de su Majestad.
—Tanto, respondió el preso, que a poderlo decir no fuera nada: en efecto, señor corregidor, mi causa se concluya: yo maté al que me quiso quitar la honra: yo adoro a esa jitana, moriré contento si muero en su gracia, y sé que no nos ha de faltar la de Dios, pues entrambos habemos guardado honestamente y con puntualidad lo que nos prometimos.
El corregidor, creyendo que algunos hurtos de los jitanos queria descubrirle por tenerle propicio en el pleito del preso, al momento se retiró con ella y con su mujer en su recámara, adonde la jitana, hincándose de rodillas ante los dos, les dijo:.
—Señora mia, el jitano que está preso no tiene culpa, porque fué provocado: llamáronle ladron, y no lo es: diéronle un bofeton en su rostro, que es tal que en él se descubre la bondad de su ánimo: por Dios y por quien vos sois, señora, que le hagais guardar su justicia, y que el señor corregidor no se dé priesa a ejecutar en él el castigo con que las leyes le amenazan: y si algun agrado os ha dado mi hermosura, entretenedla con entretener el preso, porque en el fin de su vida está el de la mia: él ha de ser mi esposo, y justos y honestos impedimentos han estorbado que aun hasta ahora no nos habemos dado las manos: si dineros fueren menester para alcanzar perdon de la parte, todo nuestro aduar se venderá en pública almoneda, y se dará aun mas de lo que pidieren: señora mia, si sabeis qué es amor, y algun tiempo le tuvisteis, y ahora le teneis a vuestro esposo, doléos de mí, que amo tierna y honestamente al mio.
Y acabó de confirmar ser verdad lo que la doncella decía llegar los corchetes con su hermano preso, a quien alcanzó uno dellos cuando se huyó de su hermana.
Recitante he visto yo estar preso por dos muertes y salir libre y sin costas.
Todo esto que he dicho, señor cura, no es más de por encarecer a su paternidad haga conciencia del mal tratamiento que a mi señor se le hace, y mire bien no le pida Dios en la otra vida esta prisión de mi amo, y se le haga cargo de todos aquellos socorros y bienes que mi señor don Quijote deja de hacer en este tiempo que está preso.
Cuando el canónigo oyó hablar al preso y al libre en semejante estilo, estuvo por hacerse la cruz, de admirado, y no podía saber lo que le había acontencido, y en la mesma admiración cayeron todos los que con él venían.
En tanto que don Quijote esto decía, estaba persuadiendo el cura a los cuadrilleros como don Quijote era falto de juicio, como lo veían por sus obras y por sus palabras, y que no tenían para qué llevar aquel negocio adelante, pues, aunque le prendiesen y llevasen, luego le habían de dejar por loco, a lo que respondió el del mandamiento que a él no tocaba juzgar de la locura de don Quijote, sino hacer lo que por su mayor le era mandado, y que una vez preso, siquiera le soltasen trecientas.
Don Fernando despartió al cuadrillero y a don Quijote, y, con gusto de entrambos, les desenclavijó las manos, que el uno en el collar del sayo del uno, y el otro en la garganta del otro, bien asidas tenían, pero no por esto cesaban los cuadrilleros de pedir su preso, y que les ayudasen a dársele atado y entregado a toda su voluntad, porque así convenía al servicio del rey y de la Santa Hermandad, de cuya parte de nuevo les pedían socorro y favor para hacer aquella prisión de aquel robador y salteador de sendas y de carreras.
Y no me hubieron bien visto cuando, según él dijo después, quedó tan preso de mis amores cuanto lo dieron bien a entender sus demostraciones.
Porque el valeroso Amadís de Gaula se vio en poder de su mortal enemigo Arcaláus el encantador, de quien se tiene por averiguado que le dio, teniéndole preso, más de docientos azotes con las riendas de su caballo, atado a una coluna de un patio.

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