Ejemplos con aclamaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Porta incluso lo aclamaba en la publicidad como ventaja ante la competencia: marcar a números fijos sin anteponer el código de área, mientras que a otros celulares sí era necesario.
Cuando la audiencia aclamaba boring/aburrido el creía que lo estaban aclamando.
Y cuando se acercaban las elecciones, la multitud aclamaba a sus líderes en El Caupolicán.
Comenzaron los preparativos con una peregrinación de la imagen por la Comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar, quien la aclamaba como patrona.
Aquí no se había hecho sino publicar la constitución en la forma y modo que queda dicho, ni había mas monumento que el exemplar de la misma depositado en las casas Consistoriales de las que fue extraído y conducido al Mercado donde fue entregado â las llamas por el Corredor de la Ciudad, y se reduxo â cenizas entre las execraciones del Pueblo que al mismo tiempo aclamaba â su Soberano.
La Universidad lo aclamaba con más entusiasmo aún que sus ejércitos.
No vuelve a mentar Clío a nuestro buen Centurión hasta la página en que nos cuenta la entrada de Espartero en Madrid, por la Puerta de Alcalá, entre un gentío loco de entusiasmo, que le bendecía, le aclamaba y le llevaba medio en vilo con coche y todo.
Salió como un cohete, y no hallando obstáculo en la escalera, pronto pisó la calle, donde no era fácil el tránsito por la muchedumbre que al batallón aclamaba y en su marcha le seguía.
Aun en tan desairada y triste ocasión, el pueblo le aclamaba, adorando más bien la idea que la persona, a la cual no veía.
cualquier criatura su bienhechora llamaba padre y aun le aclamaba dios.
Pero la inmensa mayoría del público aclamaba al vencedor, y el vencedor estaba allí, resquebrajado el semblante, enrojecidos los ojos, con la fisonomía tristona que se adquiere en la letárgica tierra de Dahomey, bajo la sombra pérfida que proyectan los árboles, de entre los cuales surge, produciendo escalofríos, el azarante sit sit del pájaro invisible, al pie de los pantanos, orillados con siniestras sonrisas de socarrones reptiles, que con lágrimas en los ojos y con los colmillos de fuera, esperan riendo la hora de matar.
-¡Hasta Nordis me aclamaba! -murmuró Felipe.
Le aclamaba en los toros, en las verbenas, en las tardes del Prado.
El ejército se hallaba sublevado, la multitud aclamaba y victoreaba al general Libertador, la administración Jiménez estaba realmente desconceptuada.
Tras la noble cabeza griega de aquella mujer vibrante, el pueblo veía una cabeza varonil, caucásica pero muy criolla, de rasgos duros pero muy serenos, viva, caliente, tostada por el sol de la patria, conocida de todos, familiar en las almas y en los hogares orientales, el grito que salía de la boca de la estatua era ya descifrado por el pueblo que lo escuchaba, que lo sentía, que lo aclamaba, en la piedra granítica que formaba el pedestal del monumento, comenzó desde aquel instante a modelarse por el tiempo la figura que estaba en todos los corazones: la del héroe de la patria designado y ungido por la multitud, que jamás se engaña, cuando, al través de las edades, levanta sobre el pavés a los hombres-símbolo, y promulga las sentencias irrevocables de la gloria.

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