Ejemplos con resignarías

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El espíritu de venganza ha sucumbido por su imprudencia, lo quería todo, lo exigía todo, y con urgencia, con imperiosidad, sin consideraciones de ninguna clase, y el corazón se ha ofendido de semejante desmán, ha creído que se trataba de envilecerle, ha llamado en su auxilio a los sentimientos nobles, que han acudido presto y han decidido la victoria en favor de la razón. Otro quizá hubiera sido el resultado si el espíritu de venganza hubiese tomado otra forma menos dura, si cubriendo su faz con mentida máscara no hubiese mostrado sus facciones feroces. No debía dar destemplados gritos, aullidos horribles, era menester que envuelto y replegado en el seno más oculto del corazón hubiese destilado desde allí su veneno mortal. «Por cierto -debía decir- que el ofensor no es nada digno de obtener lo que pretende, y sólo por este motivo conviene oponerse a que lo obtenga, hizo una injuria, es verdad, pero ahora no es ocasión de acordarse de ella. No ha de ser el resentimiento quien presida a tu conducta, sino la razón, el deseo de que una cosa de tanta entidad no vaya a parar a malas manos. El pretendiente no carece de algunas buenas disposiciones para el desempeño, ¿por qué no hacerle justicia? Pero, en cambio, adolece de defectos imperdonables. La ofensa que te hizo a ti lo manifiesta bien, de ella no debes acordarte para la venganza, pero si para formar un juicio acertado. Sientes un secreto y vivo placer en contrariarle, en abatirle, en perderle, mas este sentimiento no te domina, sólo te impulsa el deseo del bien, y en verdad que si no mediase otro motivo que el resentimiento no opondrías ningún obstáculo a sus designios. Hasta quizá harías el sacrificio de favorecerle, y en verdad que sería doloroso, muy doloroso, pero quizá te resignarías a ello. Mas no te hallas en este caso, afortunadamente, la razón, la prudencia, la justicia están de acuerdo con las inclinaciones de tu corazón, y, bien considerado, ni las atiendes siquiera, experimentas un placer en dañar a tu enemigo, mas este placer es una expansión natural que tú no alcanzas a destruir, pero que tienes bastante sujeta para no dejarla que te domine. No hay inconveniente, pues, en tomar las providencias oportunas. Lo que importa es proceder con calma para que vean todos que no hay parcialidad, que no hay odio, que no hay espíritu de venganza, que usas de un derecho y hasta obedeces a un deber». La venganza impetuosa, violenta, francamente injusta, no ha podido alcanzar un triunfo que ha obtenido sin dificultad la venganza pacífica, insidiosa, disfrazada hipócritamente con el velo de la razón, de la justicia, del deber.

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