Ejemplos con pupila

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Su cuerpo es cilíndrico, tiene el cuello grueso, con cola corta, colmillos pequeños y fijos, sus ojos son pequeños con la pupila semielíptica o verticalmente elíptica.
Marge se da cuenta de lo que Homer había visto por los movimientos de su pupila.
Los pleyadianos caen en la categoría de nórdicos por las descripciones que les asignan rasgos de piel blanca, una altura que oscila entre el metro noventa y más de dos metros, cabellos rubios y rojos, ojos ligeramente oblicuos pero de pupila azul, verde, naranja y rosada, que visten trajes espaciales de colores vivos.
Cecily Cardew: Nieta de Thomas Cardew y pupila de Jack Worthing.
Como venganza, Jack niega su consentimiento al matrimonio entre Algernon, sobrino de Lady Bracknell, y su heredera y pupila Cecily.
Luz y pupila están vinculados de manera natural.
Lo más notable son sus grandes ojos rojos con pupila vertical.
Si se compara con el dibujo preparatorio que se encuentra en el Metropolitan Museum se aprecian pequeños cambios que han contribuido a endurecer el retrato: párpados caídos, pupila del ojo empequeñecida, los labios más serios, desaparece la manga del brazo por lo que parece una capa o levita, desaparece también una pequeña melena que se disimula con un intenso sombreado del fondo, pero que aún se aprecia en el grabado definitivo.
Unos ojos brillantes de serpiente se clavaron en la pupila de Julián.
El iris, el anillo coloreado que rodea la pupila negra, se abre y cierra como la lente de una cámara.
Muchas veces, Jaime, siendo niño, se había asomado para contemplarse allá abajo, en la pupila circular y luminosa de sus aguas dormidas.
La vieja se plantó en el cobertizo con los brazos en jarras, echando adelante el flácido vientre abultado por los zagalejos, fijando su pupila única, inflamada por la cólera, en aquel intruso que venía a provocar a un hombre de bien en medio de su trabajo.
En la sombra se destacaba el vidrio redondo del tragaluz, tenuemente azul, velado por la humedad del rocío marítimo, lo mismo que una pupila lacrimosa.
Pero sus ojos, unos ojos de estudio, con la pupila mate, grandes, asombrados y miopes, se refugiaban detrás de unas gafas de gruesos cristales, dándole un aspecto de hombre pacífico.
Sobre un rostro exangüe, con el mentón agudo como un puñal, el español trazaba unos ojos casi redondos y a cada pupila le asestaba una pincelada blanca, un punto de luz el alma.
Se acordó de la mujer blanca, de fuertes pechos y ojos sin pupila, que había visto sobre la cabeza del presidente del Consejo.
Era la Patria, la Justicia, la República, contemplando con sus ojos vagos y sin pupila a la hembra de carne y hueso que empezaba a temblar, dándose cuenta de su situación.
De las paredes, leprosas, herpéticas, cubiertas de roña caliza, colgaban monstruosas fungosidades, criptógamas preñadas de veneno, cuya blancura ponzoñosa se destacaba sobre el muro, como una pupila pálida y siniestra en un rostro amoratado.
Lucía empezaba por coser, al sentarse, pero al cuarto de hora la almohadilla se caía de su regazo, escapabásele el dedal del dedo, y vagarosa la pupila, permanecía con los ojos fijos en los macizos de rosales, hasta que al fin sus párpados se cerraban, y recostando la frente en las ramas que tapizaban el balcón, abandonábase a la delicia de aquella atmósfera embalsamada, sin oír, sin ver, respirando no más.
Grandes sauces se inclinaban, llorosos y desconsolados, hacia el agua, que reproducía el blando columpiar de las ramas trémulas, entre las cuales se veía el disco del sol, y sus rayos, concentrados por aquella especie de cámara obscura, herían la pupila como saetas.
Lucía se quedaba pensativa, fija la pupila en las canastillas de flores del parque, que parecían medallones de esmalte prendidos en una falda de raso verde.
Eran destellos de la enorme pupila las gotas de refulgente argentería líquida que saltaban de rayo a rayo, a cada vuelta, y el quejido penoso que la pesada rueda exhalaba al girar, completaba el símil, remedando el hálito del monstruo.
¡Pagados!repitió Miranda, en cuya pupila mortecina y térrea se encendió breve chispa.
¿No es verdad que su centellear las hace muy semejantes a una pupila que vierte lágrimas?.
Detúvose al cabo el tren en Venta de Baños, y las luces de la estación mostraron su encendida pupila a través de la niebla leve de sosegada noche de otoño.
Medio siglo menos un lustro, victoriosamente combatido por un sastre, y mucho aliño y cuidado de tocador, las espaldas queriendo arquearse un tanto sin permiso de su dueño, un rostro de palidez trasnochadora, sobre el cual se recortaban, con la crudeza de rayas de tinta, las guías del engomado bigote, cabellos cuya raridad se advertía aún bajo el ala tersa del hongo de fieltro ceniza, marchita y abolsada y floja la piel de las ojeras, terroso el párpado y plúmbea la pupila, pero aún gallarda la apostura y esmeradamente conservados los imponentes restos de lo que antaño fue un buen mozo, esto se veía en el desposado.
Saltaban en las sendas los pardos conejos, con su sonrisa marrullera, enseñando, al huir, las rosadas posaderas partidas por el rabo en forma de botón, y sobre los montones de rubio estiércol, el gallo, rodeado de sus cloqueantes odaliscas, lanzaba un grito de sultán celoso, con la pupila ardiente y las barbillas rojas de cólera.
Ni aun las ramas más altas de los árboles de la huerta se movían, y el disco de Parson, inmóvil, miraba a la inmensidad como una pupila cuajada y moribunda.
Porque ejercían indecible fascinación sobre el observador aquellas cejas rectas y prominentes, los ojos grandes y febriles, escondidos como en acecho bajo la concavidad frontal, la pupila inquieta y ávida, mucho hueso en los pómulos, poca carne en las mejillas, la quijada robusta, la nariz romana, la boca acentuada terminando en flexiones enérgicas, y la expresión, en fin, soñadora y melancólica.
En aquel rostro consumido por la larga enfermedad, y bajo cuya piel fina se traslucía la ramificación venosa, en aquellos ojos vagos, de ancha pupila y córnea húmeda, cercados de azulada ojera, vio Julián encenderse y fulgurar tras las negras pestañas una luz horrible, donde ardían la certeza, el asombro y el espanto.

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