Ejemplos con pupilas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En torno a los ojos se le abrió ancho y profundo foso de sombra, las pupilas se le desvariaron, abrasadas y resplandecientes.
Belarmino se incorporó, con las brumas del ensueño desparramadas todavía en las pupilas.
Con el ímpetu ascendente del musical deliquio, las pupilas habían subido a escondérsele detrás de las bambalinas de los párpados superiores, mostraba unos ojos blancos como los de las estatuas antiguas, y el alma en blanco también, al modo de página virginal que espera recibir con trazo indeleble los conceptos más sublimes.
Fray Facundo miraba a la señora, con pupilas recelosas y enconadas, resuelto a no entregarse.
Hablando él y yo escuchando, las horas nocturnas, de negra clámide, se habían ido alejando armoniosamente, las horas matutinales danzaban ya en los umbrales del día, y un revuelo de sus túnicas color violeta penetraba por la hendedura de nuestros balcones, la aurora, con dedos de rosa, golpeaba silenciosamente en el vidrio de nuestras pupilas.
¿Ehhh?preguntó alarmadísimo el señor Bellido, estirando el pescuezo y asomando las pupilas por encima de las cuadradas antiparras.
Lucía se quedó embobada ante el Océano, nunca de ella visto hasta entonces, y cuando el túnelde sopetón y sin pedir permisocubrió el espectáculo con negro velo, permaneció de codos en la ventanilla, absorta, las pupilas dilatadas, entreabiertos de admiración los labios.
Miranda tendió la vista por todos lados, hincó sus pupilas en su mujer, en el jesuita, en el doctor.
Artegui la miraba ansioso, dilatadas las pupilas, y estremecido aún de sorpresa y de asombro.
Las pupilas de Lucía preguntaban más apremiantes cada vez.
Artegui le miraba fijamente, sorprendiendo en sus pupilas la risa indiscreta.
Causó la entrada de este nuevo personaje una transformación a vista en la escena: mientras Artegui se levantaba furioso, Lucía, vuelta a la conciencia de sí misma, pasó las manos por las sienes, enderezose en el sillón adoptando actitud reservada, pero con las pupilas vagas aún, perdidas en el espacio.
¡No oír misa!pronunció la niña, y veló sus pupilas el asombro, y turbose toda.
A su voz, respondían unas pupilas fijas y atentas, un rostro que escuchaba todo él, mudando de expresión según el narrador quería.
Media docena de maduras dueñas las autorizaban, sacando de entre el velo del manto la nariz, y girando a todas partes sus pupilas llenas de experiencia y malicia.
Recordaba la carita sonrosada dos años antes, y miraba con asombro un rostro de juventud ajada, huesoso, los pómulos salientes, las ojeras profundas, y unos ojos de escasas cejas, sin pestañas, con las pupilas todavía hermosas, pero empañadas por vidriosa opacidad.
Sereno, podría estarlo, pero tenía los ojos enrojecidos, brillaba en sus pupilas una chispa azulada é indecisa, semejante a la llama del alcohol, y su cara iba adquiriendo por momentos una palidez mate.
Al pobre Batiste, tan severo y amenazador, lo que más le dolía de todas sus desgracias era el desconsuelo de la pobre muchacha, falta de apetito, amarillenta, ojerosa, haciendo esfuerzos por mostrarse indiferente, sin dormir apenas, lo que no impedía que todas las mañanas marchase puntualmente a la fábrica, con una vaguedad en las pupilas reveladora de que su pensamiento rodaba lejos, de que estaba soñando por dentro a todas horas.
Y la pobre mujer conmovíase tanto al soñar despierta, que las lágrimas titilaban en sus ojos, haciendo brillar las pupilas sin vida.
En el fondo de los ojos de Tónica veía él la reducción del paisaje, las verdes charcas del río, los cañares, la arboleda, el azulado cielo, y las nubecillas que resbalaban veloces antojábansele, vistas en tal espejo, el alma de su amada, que pasaba y repasaba tras las pupilas envuelta en vaporosas vestiduras.
Entorné los ojos, deslumbrado por el incendio general del árbol de fuego, y a través de la mancha rojiza que percibían mis lastimadas pupilas, me pareció ver el rostro de Angelina pálida y llorosa.
Medio valle gozaba aún de los últimos esplendores del día, y allá detrás de la iglesia de San Juan, a espaldas de un molino, medio escondido entre los platanares y los izotes , en la curva más ancha y despejada del Pedregoso, los últimos rayos del sol trazaban una estela de plata, que partía de un foco esplendoroso, cuyas poderosas irradiaciones lastimaron mis pupilas.
Dentro de los cóncavos y amoratados huecos de los ojos, acechaban las pupilas de Mauricia con ferocidad de pájaro cazador.
Las pupilas del angelote rechispeaban, sus mejillas despedían lumbre, y dilataba la clásica naricilla con inocente concupiscencia de Baco niño.
Sabel fijaba pesadamente en Julián sus azules pupilas, siendo imposible discernir en ellas el menor relámpago de inteligencia o de convencimiento.
¿Y tú no has ido a la Catedral todavía? ¿Pero de veras no le has rezado un Credo al Santo Apóstol, judío?exclamaba la chica vertiendo provocativa luz de sus pupilas radiantes.
¿Y por qué no me da usted la enhorabuena, desatento?exclamó con aquella misma irradiación que habían tenido sus pupilas en Cebre.
No se cansaba de admirarla, de devorarla con los ojos, de considerar sus pupilas líquidas y misteriosas, como anegadas en leche, en cuyo fondo parecía reposar la serenidad misma.
Y algo se asemejaba Barbacana al tipo de los san Jerónimos de escuela española, amojamados y huesudos, caracterizados por la luenga y enmarañada barba y el sombrío fuego de las pupilas negras.
A la luz del sol, que tamizaban los visillos carmesíes, Julián vio las pupilas dilatadas de la señorita, sus entreabiertos labios, sus enarcadas cejas, la expresión de mortal terror pintada en su rostro.

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