Ejemplos con enloquecedora

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Watson, el secreto que hay tras un tesoro encontrado en la India, un juramento entre tres indios,un blanco y una enloquecedora sed de venganza.
Entre los toltecas, era un protector transformador que descendió del cielo a la tierra valiéndose de una tela de araña, para destruir la obra de Quetzalcóatl, a quién se le apareció bajo el aspecto de un viejo que le ofreció el brebaje de la inmortalidad, pero éste era en realidad una bebida enloquecedora.
Diferentes pensamientos, que no habría podido manifestar aunque quisiera, armaron gran alboroto en el cerebro de Lucila, que con las manos en la cabeza expresaba su enloquecedora confusión.
La Niña de los Lunares se recogió graciosamente la falda color rosa de amplísimos volantes, dejando en descubierto el pie arqueado y prisionero en reducidos zapatos de piel finísima, y el principio de una pantorrilla capaz de quitarle el sueño a un cataléptico, atóse a la cintura el pañuelo de crespón encarnado, que ceñíale el busto, lleno de arrogancias virginales, dirigióse hacia donde estaba Perico, envolvió a éste en una mirada que fue una intensa y enloquecedora caricia, quitóle el pavero que aquél habíase plantado rabioso de un choclazo en mitad de la coronilla, al ver en peligro el codiciado clavel de bengala, y colocándoselo ella con todo primor sobre el peinado, avanzó al centro del patio, esperó en airosa actitud la entrada, que no tardó en ofrecerle el Clavijero, y dio comienzo a bailar el tango, el más gracioso y picaresco de los bailes andaluces.
Diferentes pensamientos, que no habría podido manifestar aunque quisiera, armaron gran alboroto en el cerebro de Lucila, que con las manos en la cabeza expresaba su enloquecedora confusión.
La idea era enloquecedora.
Éstos habían descubierto que a Zócvel le resultaba imposible cambiar su oscura convic-ción de emperatriz matriarca, esa enloquecedo-ra y fanática avidez de querer ser para siempre el centro dominante de su universo de críos y amasios.
¿Cómo abrir, pues? ¿Tendría valor para tanto? ¿Cómo atreverse a trasponer el umbral para decirle: «No duermo, adorada mía, sueño encantado, que te has convertido en enloquecedora realidad, estoy despierto y te escucho.

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