Ejemplos con calmas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El viaje de ida fue regular, pero a la vuelta, luego de haber pasado el estrecho de Magallanes, sobrevinieron las calmas, y la fragata quedó inmóvil en el Atlántico cerca de un mes, agotándose rápidamente el pañol de los víveres.
Trabajar horas y horas, de longitud inacabable, despidiéndose para siempre de las horas calmas y fugaces dedicadas al ocio contemplativo y al coloquio secreto con su habitante interior.
Continuamos hacia el sur, hasta hallar los vientos del oeste y poder cortar las calmas del trópico de Capricornio, doblamos el Cabo y fuimos dando una gran vuelta por el mar de las Indias, en dirección del estrecho de la Sonda.
Bajamos por la costa de África a buscar los vientos alisios, atravesamos las calmas ecuatoriales y paramos en Cabo Verde.
El joven piloto amaba la navegación a vela, las luchas con el viento, la soledad de las calmas.
Las lentas singladuras en días de poco viento, las largas calmas ecuatoriales, le permitieron penetrar un poco en los misterios de la inmensidad oceánica, amarga y obscura, que había sido para los pueblos antiguos la noche del abismo , el mar de las tinieblas , el dragón azul que diariamente se traga al sol.
Era la zona de las calmas, el Océano de aceite obscuro, en el que permanecen los buques semanas enteras con el velamen rígido, sin que lo haga estremecer un suspiro atmosférico.
Al fin pareció quedar inmóvil, sumiéndose en los lejanos términos del horizonte solitario, en la llanura sin límites, donde le harían dormitar con las velas desmayadas las ardientes calmas diurnas, donde avanzaría de noche igual a un fantasma, rodeado de espumas fosforescentes, balanceándose la luna enorme y amarillenta entre el boscaje de su arboladura.
Figúrese lo que serían aquellos buques pequeños con las tripulaciones amontonadas y la madera corroída por toda clase de bichos repugnantes Como al llegar a la línea el calor hacía que los marineros anduviesen medio desnudos y aprovechasen las largas calmas dándose baños, esta higiene momentánea exterminaba los temibles compañeros, justificando la creencia de que morían por falta de aclimatación al pasar de un hemisferio a otro.
Las grandes calmas del Océano hacían escasear con su larga inmovilidad la provisión de agua.
No sé cuánto tiempo estuvimos quietos en la línea por las malditas calmas.
A pesar del ambiente diabólico que rodeaba su nombre, las tripulaciones lo recordaban con envidia en las grandes calmas, cuando el galeón permanecía inmóvil semanas enteras en un mar como un espejo, sin el más leve soplo de brisa.
La sed era el tormento de los largos viajes interrumpidos por las calmas.
Nuestro viaje fue pesadísimo por causa de las calmas.
Aún había para rato, por causa de las calmas de aquellos días.
Así hemos venido todo el siglo, navegando con sinnúmero de patrones, y así ha corrido el barco por un mar siempre proceloso, a punto de estrellarse más de una vez, anegado siempre, rara vez con bonanzas, y corriendo iguales peligros con tiempo duro y en las calmas chichas.
Colón, infatigable en favor de la España, volvía por la tercera vez a América con designio de llegar hasta el Ecuador, pero las calmas y las corrientes le empeñaron entre la isla de Trinidad y la Costa Firme, y desembocando por las bocas de Drago descubrió toda la parte que hay donde este pequeño estrecho hasta la punta de Araya, y tuvo la gloria de ser el primer europeo que pisó el continente americano, que no lleva su nombre por una de aquellas vergonzosas condescendencias con que la indolente posteridad ha dejado confundir el mérito de la mayor parte de los hombres que la han engrandecido.
Acaso duerme inalterable la fe que no reposa sino en la pasividad de la costumbre, y es comparable al charco que, desdeñado por la furia del viento, permanece en un ser, pero la fe compuesta de la misma sustancia que nosotros, la fe de un alma viva, es mar inquieta, que pasa de las calmas de la contemplación a las turbulencias del pensamiento acongojado, y de la pleamar del místico transporte a las bajantes de la flaqueza y de la duda.
El temor de que las calmas se prolongasen o se repitiesen lo llenaba de fatales presentimientos, amenazando sus buques con el hambre que es el peor de los desastres en que puede caer el navegante.
Aún había para rato, por causa de las calmas de aquellos días.

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