Ejemplos con trigo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Moguer ,- ser igual ,- un pan de trigo ,- blanco por dentro ,- dorado en torno.
Tenía, además, la epidermis tirante y barnizada, como una vejiga de manteca, y poseía una perilla color de trigo, esmeradamente construída, desde donde se alzaba la blanquecina barbeta, como un huevo en una huevera de latón dorado.
Ojalá me la agujereen como criba y el alma se me salga como trigo pasado.
Lleno de tiendas de gran fachada, no se vendía en ellas lo más indispensable para la vida que allí hacía la gente encopetada, gruñían y se revolcaban los cerdos en las calles mal empedradas, pastaban las aves de corral en las grietas de las aceras y en los rincones de la plaza, y en el campo inmediato, mitad jardín y huerta, mitad de labranza, ni esponjaban las flores, ni maduraba la fruta, ni el trigo espigaba, ni el heno crecía.
Los vinculeros y los abades siéntanse a una mesa con siete manteles, y llenan la andorga de pan trigo y chicharrones.
Tendrá su mesa con pan de trigo y cuatro odres haciendo una cruz.
¿Qué ha sido del trigo y el centeno que llenaba mis arcaces?.
Enciéndele, y amasa la harina más blanca de la flor del trigo.
Esa plata que nos hemos repartido es una miseria ¿Pero y el trigo, y el maíz, y el centeno? Las trojes hoy están vacías, y no hace una semana estaban llenas, porque mi madre había cobrado los forales de András y de Corón.
Dios Nuestro Señor a los pobres nos manda tener paciencia para pedir la limosna, y a los ricos les manda tener caridad, y el rico que parte su pan trigo con el pobre, tiene el Cielo más ganado que el pobre que lo recibe y no lo agradece.
En las eras amontonábase la paja formando colillas de oro que reflejaban la luz del sol, aventábase el trigo entre remolinos de polvo, y en los campos desmochados, a lo largo de los rastrojos, saltaban los gorriones buscando los granos perdidos.
En platos cóncavos de loza servían las criadas da la taberna las negras y aceitosas morcillas, el queso fresco, las aceitunas partidas, con su caldo en el que flotaban olorosas hierbas, y sobre las mesas veíase el pan de trigo nuevo, los rollos de rubia corteza, mostrando en su interior la miga morena y suculenta de la gruesa harina de la huerta.
La siega había limpiado el paisaje, echando abajo las masas de trigo matizadas de amapolas que cerraban la vista por todos lados como murallas de oro.
Aquel trigo que, según el valentón, nadie llegaría a segar, empezaba a embellecer a la familia.
El trigo, los sacos repletos que Batiste y su hijo subían al granero y al caer de sus espaldas hacían temblar el piso, conmoviendo toda la barraca, era lo que interesaba a la familia.
Chirriaban carretas en los caminos, bandas de muchachos correteaban por los campos o daban cabriolas en las eras, pensando en las tortas de trigo nuevo, en la vida de abundancia y satisfacción que empezaba en las barracas al llenarse el granero, y hasta los viejos rocines mostraban los ojos alegres, marchando con mayor desembarazo, como fortalecidos por el olor de los montes de paja que, lentamente, como un río de oro, iban a deslizarse por sus pesebres en el curso del año.
Las hoces relampagueantes iban tonsurando los campos, echando abajo las rubias cabelleras de trigo, las gruesas espigas, que, apopléticas de vida, buscaban el suelo, doblando tras ellas las delgadas cañas.
El pobre padre no tenía en aquel momento más hijos en el mundo que su cosecha, el trigo enfermo, arrugado, sediento, que le llamaba a gritos pidiendo un sorbo para no morir.
Y como los náufragos agonizantes de hambre y de sed, que en sus delirios sólo ven mesas de festín y clarísimos manantiales, Batiste contempló imaginariamente campos de trigo con los tallos verdes y erguidos y el agua entrando a borbotones por las bocas de los ribazos, extendiéndose con un temblor luminoso, como si riera suavemente al sentir las cosquillas de la tierra sedienta.
No aguantaría el trigo su sed hasta el próximo riego.
La vivificante sangre de la huerta iba lejos, para otros campos cuyos dueños no tenían la desgracia de ser odiados, y su pobre trigo allí, arrugándose, languideciendo, agitando su cabellera verde, como si hiciera señas al agua para que se aproximara y le acariciase con un fresco beso.
Y con las manos llenas de barro volvió a salir de la barraca, quedando plantado ante su bancal de mustio trigo.
¡Qué tarde! La sed de su trigo y el recuerdo de la multa eran dos feroces perros agarrados a su corazón.
Conocía las amenazas de , el cual, apoyado por toda la huerta, juraba que aquel trigo no había de segarlo su sembrador, y Batiste casi olvidaba a sus hijos para pensar en sus campos, en el oleaje verde que crecía y crecía bajo los rayos del sol y había de convertirse en rubios montones de mies.
Temía por su cosecha, por el trigo, que era la esperanza de la familia, y cuyo crecimiento seguían todos los de la barraca silenciosamente con miradas ávidas.
Él, , el atandador que representaba la autoridad de la acequia en su partida, había dado a Batiste la hora para regar su trigo: las dos de la mañana.
Él, lo único que podía asegurar es que el tal sujeto no cosecharía el trigo, ni las habas, ni todo lo que había plantado en los campos de.
La mayor para el trigo, un cuadro más pequeño para plantar habas y otro para el forraje, pues no era cosa de olvidar al , el viejo y querido rocín.
Ya lo decía su astuto padre: El bollo del labrador cuesta cahizada de trigo.
En las plataformas iban los de la Lonja, tratantes en trigo, molineros, gente campechana y amiga del estruendo, que, en mangas de camisa, botonadura de diamantes y gruesa cadena de oro en el chaleco, arrojaban a los balcones con la fuerza de proyectiles los ramilletes húmedos y los cartuchos de confites duros como balas, con más almidón que azúcar.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba