Ejemplos con sepulturero

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

José Antonio Carrero, hermano de Julián Carrero hacía las urnas y era el sepulturero del pueblo.
Linc, todavía ocultando que Sara está muerta, le dice a Michael que el sepulturero ha muerto pero Sucre es ahora el sepulturero.
Susan y Linc encuentran al sepulturero, el dinero es para sobornarlo.
El sepulturero reconoce a Sofía de las puertas de la prisión.
Cuando Sucre niega ayudar, Lincoln le pide a Sofía ser un traductor entonces él puede hacer amistad con el sepulturero de la prisión.
Lincoln, todavía impactado por la caja sangrienta, visita a Michael, él le pide a Lincoln que haga amistad con el sepulturero de la prisión.
Las noches en que hay luna, el sepulturero avanza por entre las tumbas con paso singularmente rígido.
El sepulturero, que escuchaba con la babeante sonrisa fija siempre en su cara, acercó su ojo y creyó notar un velo ligeramente opaco y vidrioso en los de su interlocutor.
Sírepuso el sepulturero avergonzado de la mezquindad de su paraíso artificial.
El sepulturero volvió, y echándose de pecho en el suelo, apoyado en los codos y el frasco bajo las narices, esperó.
No tiene esto nada de extraño, porque el sepulturero abusa del cloroformo.
Es así como la fantasía de su paso ha llevado al sepulturero hasta una tumba abierta en que esa tarde ha habido remoción de huesosinconclusa por falta de tiempo.
El sepulturero, sereno, sabe bien que él mismo llegaría a disolver con la saliva el vidrio de su frasco, para alcanzar el cloroformo prohibido.
¡Cierto! ¿Cómo no se le había ocurrido a él? Y el sepulturero, de rodillas, inyecta en las fisuras el contenido entero de la jeringuilla, que filtra y desaparece entre las grietas.
El sepulturero fijó sus ojos a la órbita de la calavera, y no reconoció al hombrecillo moribundo.
Los labios, rojos y vitales, se entremordían con perezosa voluptuosidad que no tendría explicación viril, si los hipnóticos no fueran casi todos femeninos, y los ojos, sobre todo, antes vidriosos y apagados, brillaban ahora con tal pasión que el sepulturero tuvo un impulso de envidiosa sorpresa.
Era un oficio que tenía cierta semejanza con el de sepulturero, pasaban la vida entre muertos, en el silencio del abandono, sin ver a nadie hasta que terminaba la guardia.
Luego le damos una bofetada al sepulturero y pegamos un brinco.
A cosa de las cinco, cuando ya regresábamos dirigiéndonos al manantial, pisando el sendero con precaución, por la rama de pino seca que lo hacía resbaladizo, se cruzó con nosotros un señor machucho, de vacilante andar, uno de esos despojos humanos que en los balnearios suelen verse prorrogando, merced al agua y con permiso del sepulturero, existencias ya temblorosas como la luz que se extingue.
Así lo afirmaban las amigas y vecinas que la escoltaban en la última jornada, y así lo repitió el sepulturero, el tío Carmelo, con aquella risa suya tan especial y tan fúnebre, que cuajaba la sangre en las venas.
Les daba vaya, llegando al atrevimiento de decir que a todos, a todos sin excepción, les habían faltado o les habían de faltar alguna vez sus novias y esposas, y sólo la misma generalidad de esta chanza la hacía pasadera, pues a creer los arfeños que el sepulturero hablaba seriamente y aludía a alguno en particular, por buena providencia le arrancarían la venenosa lengua de la boca.
El horror más grande, la cólera más tremenda que pueden clavar la voluntad y sujetar el brazo cuando debieran impulsarlo a caer como el rayo vengador, le impidieron hacer pedazos allí mismo al infame sepulturero, que en aquel rincón del cementerio perpetraba nefando crimen con el cuerpo desenterrado, rígido, blanco y hermoso de Puri la Casta.
Mi padre fue sepulturero, mi abuelo lo mismo, y supongo que mi bisabuelo también.
Entretanto, el cura bendecía y absolvía una vez más a sus animosos feligreses, y se dedicaba, con el albéitar, el sacristán y el sepulturero a preparar vendajes, el Santo Óleo y unas angarillas para el socorro de heridos y muertos.
Eres sepulturero.
SEPULTURERO.
- Ya te entiendo, sepulturero, ¿no es verdad?.
- En treinta y cinco años que soy sepulturero, sin dejar un solo día de enterrar alguno o algunos cadáveres, nunca he trabajado en mi oficio hasta ahora con horror.
El rostro pálido, flaco, sucio, barbado y temeroso, el azadón y pico que trae al hombro, el vestido lúgubre, las piernas desnudas, los pies descalzos, que pisan con turbación, todo me indica ser Lorenzo, el sepulturero del templo, aquel bulto, cuyo encuentro horrorizaría a quien le viese.

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