Ejemplos con precian

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Eran dos solemnes marmolillos, de esos que se precian de poner los puntos sobre las íes y de quitar caretas a todo el género humano.
Así como los eruditos se precian de no ignorar la más mínima particularidad concerniente a remotas épocas históricas, este sujeto se jactaba de poder decir, sin errar punto ni coma, lo que disfrutaban de renta, lo que comían, lo que hablaban y hasta lo que pensaban las veinte o treinta familias de viso que encerraba el recinto de Santiago.
Se precian mucho de su libertad, pero no les importa que haya millones de esclavos en las colonias.
Uno tras otro, cuantos hombres de cierto viso llenaban el baile aquella noche, conociéndola o no, vinieron a saludarla y rendirla homenaje, cual saben rendirlo los negros criollos de Cuba que han recibido alguna educación y se precian de finos y atentos con las damas.
Porque en desviándose de la avenida que traían, alcanzaron a ver a las hermanas penetrando en lo más intrincado del jardín, allí donde los rosales de Alejandría, los jazmines del Cabo y las clavellinas, competidores de los más bellos de que se precian Turquía y Persia, si no acertaban a envolverlas con sus ramas, sin duda que las envolvían con sus emanaciones aromáticas.
Digo que me contó que cuando el emperador estuvo sobre Túnez, y la tomó con la fuerza de la Goleta, estando un dia en la campaña y en su tienda, le trujeron a presentar una mora por cosa singular en belleza, y que al tiempo que se la presentaron entraban algunos rayos del sol por unas partes de la tienda y daban en los cabellos de la mora, que con los mismos del sol en ser rubios competian: cosa nueva en las moras, que siempre se precian de tenerlos negros, contaba que en aquella ocasion se hallaron en la tienda, entre otros muchos, dos caballeros españoles, el uno era andaluz, y el otro era catalan, ambos muy discretos, y ambos poetas, y habiéndola visto el andaluz, comenzó con admiracion a decir unos versos que ellos llaman coplas, con unas consonancias o consonantes dificultosos, y parando en los cinco versos de la copla, se detuvo sin darle fin ni a la copla ni a la sentencia, por no ofrecérsele tan de improviso los consonantes necesarios para acabarla, mas el otro caballero que estaba a su lado y habia oido los versos, viéndole suspenso, como si le hurtara la media copla de la boca, la prosiguió y acabó con las mismas consonancias, de que el Emperador recibió particular contento, y esto mismo se me vino a la memoria cuando vi entrar a la hermosísima Leonisa por la tienda del bajá, no solamente escureciendo los rayos del sol si la tocaran, sino a todo el cielo con sus luces y estrellas.
Digo que me contó que, cuando el Emperador estuvo sobre Túnez, y la tomó con la fuerza de la Goleta, estando un día en la campaña y en su tienda, le trujeron a presentar una mora por cosa singular en belleza, y que al tiempo que se la presentaron entraban algunos rayos del sol por unas partes de la tienda y daban en los cabellos de la mora, que con los mismos del sol en ser rubios competían: cosa nueva en las moras, que siempre se precian de tenerlos negros.
menos los precian si más los platican,.
allá se precian casados.
Porque entre tantos prestigios de que según dicen necesitamos con urgencia, nadie se acuerda del prestigio de la verdad, ni nadie se para tampoco a reflexionar en que nunca es una verdad más oportuna que cuando menos lo parezca serlo a los que de prudentes se precian y se pasan.
Pero de los que se precian de dar contento en todo, el que no tiene.
amigos, ni se precian de serlo, lo cual se vee claramente en los dioses, porque éstos.
Páez, don Frutos Redondo, los Jacas, Antolínez, los Argumosa y otros y otros ilustres Américo Vespucios del barrio de la Colonia siguen escrupulosamente en lo que se les alcanza las costumbres distinguidas de los Corujedos, Vegallanas, Membibres, Ozores, Carraspiques y demás familias nobles de la Encimada, que se precian de muy buenos y muy rancios cristianos.
que hasta en esto se precian de personas,.
-Hasta aquí -observó entonces el que le sostenía-, hemos respetado la actitud en que respectivamente se iban colocando ustedes, mas desde ahora estamos resueltos a impedir todo género de violencias, indignas de dos personas que se precian de bien nacidas.
se precian de ellas toman aquí el cielo con las manos.
echa que muchos garzones que se precian de tener buena vista, que al paso que van.
De esto me parece que nace el tener los hombres motivo para decir mal de las mujeres, de más que, como ya los hombres se precian de mudables, fuerza es que, para seguir su condición, busquen las comunes, y creo que lo hacen de propósito por hallar ocasión para dejarlas, pues claro está que las hallarán a cada paso, porque no quieren seguir otro ejercicio, y les sabe mejor pasear que no hilar.
¡Oh! La Francia, tan justamente erguida por su suficiencia en las ciencias históricas, políticas y sociales, la Inglaterra, tan contemplativa de sus intereses comerciales, aquellos políticos de todos los países, aquellos escritores que se precian de entendidos, si un pobre narrador americano se presentase ante ellos como un libro, para mostrarles, como Dios muestra las cosas que llamamos evidentes, que se han prosternado ante un fantasma, que han contemporizado con una sombra impotente, que han acatado un montón de basura, llamando a la estupidez energía, a la ceguedad talento, virtud a la crápula, e intriga y diplomacia a los más groseros ardides, si pudiera hacerse esto, como es posible hacerlo, con unción en las palabras, con intachable imparcialidad en la justipreciación de los hechos, con exposición lucida y animada, con elevación de sentimientos, y con conocimiento profundo de los intereses de los pueblos, y presentimiento fundado en deducción lógica, de los bienes que sofocaron con sus errores y de los males que desarrollaron en nuestro país e hicieron desbordar sobre otros ¿no siente usted que el que tal hiciera podría presentarse en Europa con su libro en la mano, y decir a la Francia y a la Inglaterra, a la Monarquía y a la República, a Palmerston y a Guizot, a Luis Felipe y a Luis Napoleón, al ''Times'' y a la ''Presse'': ¡Leed, miserables, y humillaos! ¡He ahí vuestro hombre, y hacer efectivo aquel Ecce Homo, tan mal señalado por los poderosos al desprecio y al asco de los pueblos!.
Muchos se precian de socorrer a los desvalidos, pocos hay que posean el arte de la caridad.
Eran dos solemnes marmolillos, de esos que se precian de poner los puntos sobre las íes y de quitar caretas a todo el género humano.
Que lo cierto es que en una máquina tal dilatada y extendida como la del mundo, ha de haber buenas y malas, como asimismo hay hombres de la misma manera, que eso ya fuera negar la gloria a tantos santos como hay ya pasados de esta vida, y que hoy se gozan con Dios en ella, y la virtud a millares de ellos que se precian de ella.
Cuando se recibieron en Trujillo estas reales cédulas, el obispo Sobrino y Minayo no pudo holgarse con la lectura de ellas, porque acababa de pasar a mejor vida, como dicen los que se precian de saberlo.
No habrá torneo donde no publique un heraldo tu vil procedimiento para dirigir contra ti las mejores lanzas del cristianismo, ni alcázar donde no cante algún generoso trovador la historia de mis infortunios para mover a piedad los barones que se precian de pundorosos e hidalgos.
-De manera, respondió Merlín mirándole con sobrecejo, que si dudáis por capricho hasta ese extremo, púdrase en el calabozo la ilustre joven de Urgel, quedaos enhorabuena con esa flema tan ridícula en los guerreros que de valientes se precian, y más que pierda yo el par de caballos de arrogante condición y famosa raza.
En quinto lugar, este alimento con seguridad generaría grandes negocios para las tabernas, donde los patrones ciertamente tendrán la prudencia de encontrar las mejores recetas para prepararlo a la perfección, y consecuentemente verán sus casas frecuentadas por todos los más finos caballeros, quienes justamente se precian de su conocimiento de la buena cocina, y un cocinero habilidoso, que entienda cómo agradar a sus huéspedes, buscará hacerlo tan caro como desee.
En cambio las afirmaciones transcendentales, que se precian de conocimientos dilatados más allá de toda experiencia posible, ni están en el caso de que su síntesis abstracta pueda ser dada en intuición alguna a priori, ni están hechas de suerte que la mala inteligencia pueda ser descubierta por una experiencia.

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