Ejemplos con duquesita

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La casualidad, o la Providencia, que acaso sean hermanas sin saberlo, hizo que la duquesita y Manuela se enamorasen y casaran casi al mismo tiempo, hacía mil ochocientos setenta y tantos.
Cuando el hijo de la duquesita vertía sus primeras lágrimas entre lienzos de Holanda y ricos encajes, hacía sus primeros pucheros el chiquitín de Manuela envuelto en pañales de bayeta amarilla.
No habían salido a misa de parida, aún guardaban cama, cuando una noche, casi de madrugada, la duquesita mandó llamar a su doncella, hermana de Manuela.
La duquesita miró a su hijo con ternura, y en seguida, obedeciendo a una de esas inspiraciones femeninas que ante nada se detienen, dijo:.
La duquesita dio teta al hijo de Manuela durante tres días, al cabo de los cuales, doblegándose ante la enérgica actitud de su esposo, devolvió el niño a la madre, prendiendo entre los pañales un billete de Banco para que pudiese pagar nodriza.
Muertos sus padres pocos años después, la duquesita, por seguir, la moda y complacer a su marido vendió la casa de sus mayores y edificó en la Castellana un hotel a la francesa, dirigido por un arquitecto de París.
La duquesita, esbelta y grácil, como un ángel de los que pintó Goya en San Antonio, se había convertido en una señorona de opulentas formas: Manuela, antes guapa, airosa y limpia, estaba fea, ordinaria, flaca, embastecida por el trabajo y desfigurada por las privaciones.
-¿Qué importaba que estuviese ya en Madrid su duquesita? ¡Su Celia, sí, su Celia! ¡Había dormido con su Celia cinco noches!.
, como había sido suya, tan suya, la bella duquesita.
En medio de estas marejadas, revueltas por las impaciencias de la duquesita y su marido, flotaba, por decirlo así, la duquesa madre, sosegadamente entretenida en enderezarse los moños, tender sobre la cara el tupido crespón de color de rosa de su sombrero con lilas, y en esponjar los marchitos perifollos de su juvenil atalaje.
y usted, señor duque, y usted, señora duquesita.
-La duquesita estaba en su palco: ¡más coqueta! Me marché al casino a ver los periódicos franceses.
La duquesita le llamó sin vergüenza y mal cabayero y le preguntó retóricamente que por quién la había tomado, añadiendo que si estuviese allí su papá.

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