Ejemplos con bernardo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En los cuatro triángulos esféricos, formados por las cuatro pechinas están representados los santos patronos de la ciudad: San Juan Bautista con el cordero, san Hilario con un mantón amarillo, santo Tomás junto al que se encuentra un ángel llevando la palma del martirio, y San Bernardo, la única figura que mira hacia arriba.
Hasta fines del siglo XVIII, esta calle se había llamado Gurmendi ya que se encontraba la casa de don Bernardo de Gurmendi, Caballero de Santiago, Gentilhombre de la Cámara del Rey y miembro del Tribunal del Consulado de Lima.
Fray Bernardo de Montesa, sacerdote carmelita español, nacido hacia finales del siglo XIV o inicios del siglo XV en Calatayud.
Bernardo Larroudé es una localidad en la provincia de La Pampa, Argentina, dentro del departamento Chapaleufú.
En este espacio estuvo el antiguo convento femenino de San Juan Bautista y San Bernardo, del que no quedan restos.
La escultura más destacada es el Jesús Crucificado del maestro antioqueño Bernardo Vieco Ortiz.
Actualmente no existen planos ni maquetas de la obra que pretendía construir Crosti, solo están los informes que él mismo dejó, además, también están los datos suministrados por el arquitecto bogotano Mariano Santamaría, consultado por el Obispo Bernardo Herrera Restrepo.
Así, en algunos casos, como en Los Ángeles, en lugar de deponer a su representante, el pueblo elogió y reeligió a Bernardo O'Higgins como su representante, tal como reza el acta de la asamblea de dicha ciudad:.
Los cuatro vocales que además constituían la Junta Gubernativa fueron Martínez de Rozas, Vásquez de Novoa, Luis de la Cruz y Bernardo Vergara, el secretario sería Santiago Fernández.
La administración estaba en San Bernardo, en donde se encontraba la Gobernación Departamental de San Bernardo.
Cierto que no le entendían, también San Bernardo inflamó una Cruzada, arrebatando muchedumbres que no entendían la lengua en que les persuadía.
Moría Poncio de Santapáu, el almirante catalán, moría después el almirante valenciano Bernardo Ripoll, y la pérdida de estos jefes daba la victoria a los de Génova.
Este rasgo de caballerosidad, más propio de la Edad Media que de nuestros tiempos, elevó a don Rosendo, en el concepto público cuando se supo, a la altura de los héroes legendarios, Roldán, Bayardo y Bernardo del Carpio.
Podría ser que el arzobispo que un día se llamaba don Bernardo, se llamase al año siguiente don Gaspar y al otro don Fernando, lo imposible e inverosímil era que la catedral pudiese existir sin tener algún Luna en el jardín, en la sacristía o en el crucero, acostumbrada durante tantos siglos a sus servicios.
San Bernardo, seco y austero como su tiempo, encontró absurdo este canto, por ser poco grave.
El buen rey da a la catedral nueve villas, y si quisiera te podría citar los nombres, varios molinos y un sinnúmero de viñas, casas y tiendas en la ciudad, y termina diciendo, con su largueza de caballero cristiano: Esto, pues, de tal manera lo doy, y concedo a esta Santa Iglesia y a ti, Bernardo, Arzobispo, por libre y perfecta donación, que por homicidio ni por otra alguna calumnia en ningún tiempo se pierdan.
La hicieron en una ermita, después de elegido el obispo don Bernardo, y yo la he visto con mis pecadores ojos en el Archivo: un pergamino con letras góticas, que figura a la cabeza de los Privilegios de esta Santa Iglesia.
El arzobispo don Bernardo, apenas se ve en la silla de Toledo, aprovecha la ausencia de Alfonso VI para violar sus compromisos.
Tal vez sea un San Bernardo o un Bossuet.
Mas un día corrió por Madrid una noticia estupenda, que se escuchó al principio como un absurdo inventado por algún ocioso del Veloz, concediósele más tarde la verosimilitud que hubiera merecido la de que Sagasta cantaba misa o el Gran Turco se había hecho monje bernardo, y extendióse al fin como un hecho inverosímil, pero cierto, absurdo, pero verdadero, desde los salones hasta las antesalas, y desde los pasillos del Congreso hasta los de los teatros, llenando a todo el mundo elegante de asombro, de extrañeza y de curiosidad.
La incógnita cruzó rápidamente varias callejas sin muestras de miedo alguno y entró por la calle Ancha de San Bernardo en la plazuela de Santo Domingo.
Puse piés en polvorosa, y tomando el camino en las manos y en los piés por detras de San Bernardo, me fuí por aquellos campos de Dios, adonde la fortuna quisiese llevarme.
Señora mía, sabrá la vuestra grandeza que todas o las más cosas que a mí me suceden van fuera de los términos ordinarios de las que a los otros caballeros andantes acontecen, o ya sean encaminadas por el querer inescrutable de los hados, o ya vengan encaminadas por la malicia de algún encantador invidioso, y, como es cosa ya averiguada que todos o los más caballeros andantes y famosos, uno tenga gracia de no poder ser encantado, otro de ser de tan impenetrables carnes que no pueda ser herido, como lo fue el famoso Roldán, uno de los doce Pares de Francia, de quien se cuenta que no podía ser ferido sino por la planta del pie izquierdo, y que esto había de ser con la punta de un alfiler gordo, y no con otra suerte de arma alguna, y así, cuando Bernardo del Carpio le mató en Roncesvalles, viendo que no le podía llagar con fierro, le levantó del suelo entre los brazos y le ahogó, acordándose entonces de la muerte que dio Hércules a Anteón, aquel feroz gigante que decían ser hijo de la Tierra.
Viva el gran conde de Lemos, cuya cristiandad y liberalidad, bien conocida, contra todos los golpes de mi corta fortuna me tiene en pie, y vívame la suma caridad del ilustrísimo de Toledo, don Bernardo de Sandoval y Rojas, y siquiera no haya emprentas en el mundo, y siquiera se impriman contra mí más libros que tienen letras las Coplas de Mingo Revulgo.
Certifico con verdad que en veinte y cinco de febrero deste año de seiscientos y quince, habiendo ido el ilustrísimo señor don Bernardo de Sandoval y Rojas, cardenal arzobispo de Toledo, mi señor, a pagar la visita que a Su Ilustrísima hizo el embajador de Francia, que vino a tratar cosas tocantes a los casamientos de sus príncipes y los de España, muchos caballeros franceses, de los que vinieron acompañando al embajador, tan corteses como entendidos y amigos de buenas letras, se llegaron a mí y a otros capellanes del cardenal mi señor, deseosos de saber qué libros de ingenio andaban más validos, y, tocando acaso en éste que yo estaba censurando, apenas oyeron el nombre de Miguel de Cervantes, cuando se comenzaron a hacer lenguas, encareciendo la estimación en que, así en Francia como en los reinos sus confinantes, se tenían sus obras: la Galatea, que alguno dellos tiene casi de memoria la primera parte désta, y las Novelas.
En lo de que hubo Cid no hay duda, ni menos Bernardo del Carpio, pero de que hicieron las hazañas que dicen, creo que la hay muy grande.
Aunque no le valieron tretas contra Bernardo del Carpio, que se las entendió y le ahogó entre los brazos, en Roncesvalles.
Digo, en efeto, que este libro, y todos los que se hallaren que tratan destas cosas de Francia, se echen y depositen en un pozo seco, hasta que con más acuerdo se vea lo que se ha de hacer dellos, ecetuando a un Bernardo del Carpio que anda por ahí y a otro llamado Roncesvalles, que éstos, en llegando a mis manos, han de estar en las del ama, y dellas en las del fuego, sin remisión alguna.
Mejor estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalles había muerto a Roldán el encantado, valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó a Anteo, el hijo de la Tierra, entre los brazos.

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