Buscar Poemas con Vana


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Se han encontrado 76 poemas con la palabra vana

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Alejandro Tapia y Rivera

Una ausencia

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

¡Oh! ¡cuán triste se queja el alma mía!
Si la mañana hermosa
con su rosado velo,
con plácida armonía
me saluda al subir al alto cielo,
por mi amante deliro
y saluda a la aurora mi suspiro.

Si la tarde apacible
con su franjado cielo bonancible
risueña me corona,
y si arrulla mi frente
con deleitoso y perfumado ambiente,
me contristo también, porque mi alma
no halla sin ella la apacible calma.

¡Si la noche serena,
de paz y encanto llena,
me halaga cariñosa,
si luz vierten radiosa
los astros que se encumbran,
en vano piden luz mis tristes ojos,
sus ojos no me alumbran!

¡Cuán dichosos aquellos que en la ausencia
del hado hallan clemencia
y ven do quiera la mujer querida;
en tanto que a mi queja dolorida
responde soledad muda y eterna!
Su imagen pura, su memoria tierna
son recuerdo no más, ilusión vana...
Deliciosa mañana,
encantadora tarde, noche fría,
¡oh! ¡cuán triste se queja el alma mía!

Poema Una ausencia de Alejandro Tapia y Rivera con fondo de libro

Amado Nervo

¿qué más me da

-- de Amado Nervo --

In angello cum libello
kempis
¡con ella, todo; sin ella, nada!
para qué viajes,
cielos, paisajes,
¡qué importan soles en la jornada!
qué más me da
la ciudad loca, la mar rizada,
el valle plácido, la cima helada,
¡si ya conmigo mi amor no está!
que más me da...
Venecias, romas, vienas, parises:
bellos sin duda; pero copiados
en sus celestes pupilas grises,
¡en sus divinos ojos rasgados!
venecias, romas, vienas, parises,
qué más me da
vuestra balumba febril y vana,
si de mi brazo no va mi ana,
¡si ya conmigo mi amor no está!
qué más me da...
Un rinconcito que en cualquier parte me
preste abrigo;
un apartado refugio amigo
donde pensar;
un libro austero que me conforte;
una esperanza que sea norte
de mi penar,
y un apacible morir sereno,
mientras más pronto más dulce y bueno:
¡qué mejor cosa puedo anhelar!

Poema ¿qué más me da de Amado Nervo con fondo de libro

Lope de Vega

Como si fuera cándida escultura

-- de Lope de Vega --

Como si fuera cándida escultura
en lustroso marfil de Bonarrota,
a Paris pide Venus en pelota
la debida manzana a su hermosura.

En perspectiva, Palas su figura
muestra, por más honesta, más remota;
Juno sus altos méritos acota
en parte de la selva más escura;

pero el pastor a Venus la manzana
de oro le rinde, más galán que honesto
aunque saliera su esperanza vana.

Pues cuarta diosa, en el discorde puesto,
no sólo a ti te diera, hermosa Juana,
una manzana, pero todo un cesto.

Poema Como si fuera cándida escultura de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Como suele correr desnudo atleta

-- de Lope de Vega --

Como suele correr desnudo atleta
en la arena marcial al palio opuesto,
con la imaginación tocando el puesto,
tal sigue a Dafne el fúlgido planeta.

Quitósele al coturno la soleta,
y viéndose alcanzar, turbó el incesto;
vuelto en laurel su hermoso cuerpo honesto,
corona al capitán, premia al poeta.

Si corres como Dafne, y mis fortunas
corren también a su esperanza vana,
en seguirte anhelantes y importunas,

¿cuándo serás laurel, dulce tirana?
Que no te quiero yo para aceitunas,
sino para mi frente, hermosa Juana.



Lope de Vega

Oh, qué secreto, damas; oh galanes

-- de Lope de Vega --

¡Oh, qué secreto, damas; oh galanes,
qué secreto de amor; oh, qué secreto,
qué ilustre idea, qué sutil conceto!
¡Por Dios que es hoja de me fecit Ioanes!

Hoy cesan los melindres y ademanes,
todo interés, todo celoso efeto;
de hoy más Amor será firme y perfeto,
sin ver jardines, ni escalar desvanes.

No es esto filosófica fatiga,
trasmutación sutil o alquimia vana,
sino esencia real, que al tacto obliga.

Va de secreto, pero cosa es llana,
que quiere el buen letor que se le diga:
pues váyase con Dios hasta mañana.



Lope de Vega

Probemos esta vez el sufrimiento

-- de Lope de Vega --

Probemos esta vez el sufrimiento,
tantas veces rendido a la fortuna;
quizá podrá de tantas veces una
resistir a la fuerza del tormento.

Y vos, rebelde y dulce pensamiento
que aun tiempo os engendraste con la luna,
¿de qué sirve tener firmeza alguna,
pues la mayor del mundo imita al viento?

Salid del alma, confianza vana,
esperanza fundada en apariencias,
si os falta calidad, ¿qué importa el nombre?

Quien hoy pasare, pasará mañana:
si enojada Lucinda sufre ausencias,
¿qué más vergüenza que rendirse un hombre?



Lope de Vega

¿Será bien aguardar, cuerpo indiscreto

-- de Lope de Vega --

¿Será bien aguardar, cuerpo indiscreto,
al tiempo que, perdidos los sentidos
escuchen, y no entiendan los oídos,
por la flaqueza extrema del sujeto?
¿Será bien aguardar a tanto aprieto,
que ya los tenga el final hielo asidos,
o en la vana esperanza divertidos,
que no siendo virtud no tiene efeto?
¿Querrá el jüez entonces ser piadoso?
¿Admitirá la apelación, si tiene
tan justas quejas, y es tan poderoso?
Oh vida, no aguardéis que el curso enfrene
el paso de la muerte riguroso:
que no es consejo el que tan tarde viene.



Lope de Vega

Soberbias torres, altos edificios

-- de Lope de Vega --

Soberbias torres, altos edificios,
que ya cubristes siete excelsos montes,
y agora en descubiertos horizontes
apenas de haber sido dais indicios;

griegos liceos, célebres hospicios
de Plutarcos, Platones, Jenofontes,
teatro que lidió rinocerontes,
olimpias, lustros, baños, sacrificios;

¿qué fuerzas deshicieron peregrinas
la mayor pompa de la gloria humana,
imperios, triunfos, armas y dotrinas?

¡Oh gran consuelo a mi esperanza vana,
que el tiempo que os volvió breves rüinas
no es mucho que acabase mi sotana!



Lope de Vega

Tanto mañana, y nunca ser mañana!

-- de Lope de Vega --

¡Tanto mañana, y nunca ser mañana!
Amor se ha vuelto cuervo, o se me antoja.
¿En qué región el sol su carro aloja
desta imposible aurora tramontana?
Sígueme inútil la esperanza vana,
como nave zorrera o mula coja,
porque no me tratara Barbarroja
de la manera que me tratas, Juana.
Juntos Amor y yo buscando vamos
esta mañana. ¡Oh dulces desvaríos!
Siempre mañana, y nunca mañanamos.
Pues si vencer no puedo tus desvíos,
sáquente cuervos destos verdes ramos
los ojos. Pero no, ¡que son los míos!



Lope de Vega

Tu ribera apacible, ingrato río

-- de Lope de Vega --

Tu ribera apacible, ingrato río,
y las orillas que en tus ondas bañas,
se vuelven peñas cóncavas y extrañas,
y fuego tu licor sabroso y frío.

Abrase un rayo tu frescor sombrío,
los rojos lirios y las verdes cañas,
niéguente el agua sierras y montañas,
y sólo te acompañe el llanto mío.

Hasta la arena, que al correr levantas
se vuelvan fieros áspides airados;
mas, ¡ay!, ¡cuán vana maldición espera!,

que cuando en ti mi sol baño sus plantas,
con ofenderla tú, dejó sagrados
lirios, orilla, arena, agua y riberas.



Lope de Vega

Yo dormiré en el polvo, y si mañana

-- de Lope de Vega --

Yo dormiré en el polvo, y si mañana
me buscares, Señor, será posible
no hallar en el estado convenible
para tu forma la materia humana.
Imprime agora, ¡oh fuerza soberana!,
tus efetos en mí, que es imposible
conservarse mi ser incorruptible,
viento, humo, polvo y esperanza vana.
Bien sé que he de vestirme el postrer día
otra vez estos huesos, y que verte
mis ojos tienen, y esta carne mía.
Esta esperanza vive en mí tan fuerte,
que con ella no más tengo alegría,
en las tristes memorias de la muerte.



Manuel del Palacio

La doctrina de Epicuro

-- de Manuel del Palacio --

— No existe la virtud, Dios es un mito,
Humo la gloria y el amor quimera;
El que otra vida tras la muerte espera,
No tiene más cabeza que un chorlito.

Ora practique el bien, ora el delito,
La fortuna del hombre no se altera,
Pues al mirar la luz por vez primera
Ver puede en ella su destino escrito.

Todo es mentira en la existencia humana,
Y aquel que busca el goce eternamente
Sólo ve del placer la sombra vana.—

Así de Atenas á la pobre gente
Dijo el gran Epicuro una mañana...
Y se marchó á tomar el aguardiente.



Manuel del Palacio

Un máscara

-- de Manuel del Palacio --

El martes fué cuando le vi en el Prado,
Llevaba una peluca medio cana,
Un casco de guerrero, una sotana,
Y el Código civil en el costado.

Uno al pasar le dijo: ¡moderado!
De verte sin careta tengo gana;
Y otro añadió: tu empresa será vana,
Que aun conserva las muchas que ha cambiado.

— ¿Quién es, pues, este máscara discreto?
Á un hombre pregunté que le seguia
Con mezcla de ansiedad y de respeto.

— ¿Quién es? De buena gana lo diría;
Pero aquí entre nosotros y en secreto,
Me han nombrado hace un mes de policía.



Jorge Cuesta

hora que fue, feliz y aun incompleta

-- de Jorge Cuesta --

Hora que fue, feliz y aun incompleta,
nada tiene de mí más todavía,
sino los ojos que la ven vacía,
despojada de mí, de ella sujeta.

La vida no se ve ni se interpreta;
ciega asiste a tener lo que veía.
No es, ya pasada, suyo lo que cría
y ya no goza más lo que sujeta.

Es el eterno gozo quien apura
el ocio vivo y la pasión futura.
Sobreviviendo a su interior abismo,

el amor se obscurece y se suprime,
y mira que la muerte se aproxime
a la vana insistencia de mí mismo.



Jorge Cuesta

fue la dicha de nadie esta que huye

-- de Jorge Cuesta --

Fue la dicha de nadie esta que huye,
este fuego, este hielo, este suspiro,
pero, ¿qué más de su evasión retiro
que otro aroma que no se restituye?

una pérdida a otra substituye
si sucede al que fui nuevo respiro,
y si encuentro al que fui cuando me miro
una dicha presente se destruye.

Cada instante son dos cuando acapara
lo que se adhiere y lo que se separa
al azar de su frágil sentimiento,

que es vana al fin la voluntad que dura
y no transmite a su presión futura
la corrupción de su temperamento.



Jorge Cuesta

rema en una agua espesa y vaga el brazo

-- de Jorge Cuesta --

Rema en agua espesa y vaga el brazo,
pero indeciso su ademán suspende,
y aislado del impulso que lo tiende
la mano ignora que lo dé al acaso.

La suya inútil flota con retraso,
pero ningún fugaz apoyo aprehende
en el vacío, de que se desprende
lo mismo que del yugo de su paso.

Oscila sin esfuerzo, consumido
el mundo en torno, y como del olvido
una memoria mutilada emana

que ya no habita el alma que la mira,
aun muerto se desata y se retira
del brazo inerte la presencia vana.



Jorge Luis Borges

un ciego

-- de Jorge Luis Borges --

No sé cuál es la cara que me mira
cuando miro la cara del espejo;
no sé qué anciano acecha en su reflejo
con silenciosa y ya cansada ira.
Lento en mi sombra, con la mano exploro
mis invisibles rasgos. Un destello
me alcanza. He vislumbrado tu cabello
que es de ceniza o es aún de oro.
Repito que he perdido solamente
la vana superficie de las cosas.
El consuelo es de milton y es valiente,
pero pienso en las letras y en las rosas.
Pienso que si pudiera ver mi cara
sabría quién soy en esta tarde rara.



Jorge Luis Borges

a un poeta menor de la antología

-- de Jorge Luis Borges --

¿dónde está la memoria de los días
que fueron tuyos en la tierra, y tejieron
dicha y dolor y fueron para ti el universo?
el río numerable de los años
los ha perdido; eres una palabra en un índice.
Dieron a otros gloria interminable los dioses,
inscripciones y exergos y monumentos y puntuales historiadores;
de ti sólo sabemos, oscuro amigo,
que oíste al ruiseñor, una tarde.
Entre los asfodelos de la sombra, tu vana sombra
pensará que los dioses han sido avaros.
Pero los días son una red de triviales miserias,
¿y habrá suerte mejor que ser la ceniza,
de que está hecho el olvido?
sobre otros arrojaron los dioses
la inexorable luz de la gloria, que mira las entrañas y enumeralas grietas,
de la gloria, que acaba por ajar la rosa que venera;
contigo fueron más piadosos, hermano.
En el éxtasis de un atardecer que no será una noche,
oyes la voz del ruiseñor de teócrito.



Jorge Luis Borges

1964

-- de Jorge Luis Borges --

i
ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,
cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.
Ii
ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al sur, a cierta puerta, a cierta esquina.



Jorge Luis Borges

camden, 1892

-- de Jorge Luis Borges --

El olor del café y de los periódicos.
El domingo y su tedio. La mañana
y en la entrevista página esa vana
publicación de versos alegóricos
de un colega feliz. El hombre viejo
está postrado y blanco en su decente
habitación de pobre. Ociosamente
mira su cara en el cansado espejo.
Piensa, ya sin asombro, que esa cara
es él. La distraída mano toca
la turbia barba y saqueada boca.
No está lejos el fin. Su voz declara:
casi no soy, pero mis versos ritman
la vida y su esplendor. Yo fui walt whitman.



Jorge Luis Borges

a una espada en york minster

-- de Jorge Luis Borges --

En su hierro perdura el hombre fuerte,
hoy polvo de planeta, que en las guerras
de ásperos mares y arrasadas tierras
lo esgrimió, vano al fin, contra la muerte.
Vana también la muerte. Aquí está el hombre
blanco y feral que de noruega vino,
urgido por el épico destino;
su espada es hoy su símbolo y su nombre.
Pese a la larga muerte y su destierro,
la mano atroz sigue oprimiendo el hierro
y soy sombra en la sombra ante el guerrero
cuya sombra está aquí. Soy un instante
y el instante ceniza, no diamante,
y sólo lo pasado es verdadero.



Jorge Luis Borges

el instante

-- de Jorge Luis Borges --

¿dónde estarán los siglos, dónde el sueño
de espadas que los tártaros soñaron,
dónde los fuertes muros que allanaron,
dónde el árbol de adán y el otro leño?
el presente está solo. La memoria
erige el tiempo. Sucesión y engaño
es la rutina del reloj. El año
no es menos vano que la vana historia.
Entre el alba y la noche hay un abismo
de agonías, de luces, de cuidados;
el rostro que se mira en los gastados
espejos de la noche no es el mismo.
El hoy fugaz es tenue y es eterno;
otro cielo no esperes, ni otro infierno.



Diego Hurtado de Mendoza

Amor me dijo en mi primera edad

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Amor me dijo en mi primera edad:
«Si amares, no te cures de razon.»
Siguió su voluntad mi corazon;
Mas él nunca siguió mi voluntad.

Traéme ciego de verdá en verdad,
Ya yo seria contento en mi pasion,
Que con falsa esperanza de ocasion
Me sostenga, siquiera en vanidad.

Tanto seria de vana esta esperanza,
Que no podría caber en mi sentido
Ni en consejo de amor ni en vanagloria.

Que finja yo que estoy en tu memoria,
Señora, ni lo espero ni lo pido;
Que no es bien de afligidos confianza.



Diego Hurtado de Mendoza

El hombre que doliente está de muerte

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

El hombre que doliente está de muerte
Y vecino á aquel trago temeroso,
Cualquiera beneficio le es dañoso
Y en la causa del mal se le convierte.

Ansí mi alma triste en solo verte
Halla daño, si busca haber reposo,
Viniendo del bien cierto el mal dudoso,
Del dulce verte, el duro conocerte.

La vana fantasia y confianza
En desesperación se torna luego
Que el seso reconoce la ocasion.

Donde vence el remedio la pasion
Sobrado ver es luz que torna ciego,
Y confiado vivir sin esperanza.



Diego Hurtado de Mendoza

Tu gracia, tu valor, tu hermosura

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Tu gracia, tu valor, tu hermosura,
Muestra de todo el cielo, retirada,
Como cosa que está sobre natura,
Ni pudiera ser vista ni pintada.

Pero yo, que en el alma tu figura
Tengo, en humana forma abreviada,
Tal hice retratarte de pintura,
Que el amor te dejó en ella estampada.

No por ambicion vana ó por memoria
Tuya, ó ya por manifestar mis males;
Mas por verte mas veces que te veo,

Y por solo gozar de tanta gloria,
Señora, con los ojos corporales,
Como con los del alma y del deseo.



Julián del Casal

ante el retrato de juana samary

-- de Julián del Casal --

Ante el retrato de juana samary
nunca te conocí, mas yo te he amado
y, en mis horas amargas de tristeza,
tu imagen ideal he contemplado
extasiándome siempre en su belleza.
Aunque en ella mostrabas la alegría
que reta a los rigores de la suerte,
detrás de tus miradas yo advertía
el terror invencible de la muerte.
Y no te amé por la sonrisa vana
con que allí tu tristeza se reviste;
te amé, porque en ti hallaba un alma hermana,
alegre en lo exterior y dentro triste.
Hoy ya no atraes las miradas mías
ni mi doliente corazón alegras,
en medio del cansancio de mis días
o la tristeza de mis noches negras;
porque al saber que de tu cuerpo yerto
oculta ya la tierra tus despojos,
siento que algo de mí también ha muerto
y se llenan de lágrimas mis ojos.
¡Feliz tú que emprendiste el raudo vuelo
hacia el bello país desconocido
donde esparce su aroma el asfodelo
y murmura la fuente del olvido!
igual suerte en el mundo hemos probado,
mas ya contra ella mi dolor no clama:
si tú nunca sabrás que yo te he amado
tal vez yo ignore siempre quién me ama.



Julián del Casal

mi ensueño

-- de Julián del Casal --

Cuando la ardiente luz de la mañana
tiñó de rojo el nebuloso cielo,
quiso una alondra detener el vuelo
de mi alcoba sombría en la ventana.
Pero hallando cerrada la persiana
fracasó en el cristal su ardiente anhelo
y, herida por el golpe, cayó al suelo,
adiós diciendo a su quimera vana.
Así mi ensueño, pájaro canoro
de níveas plumas y rosado pico,
al querer en el mundo hallar cabida,
encontró de lo real los muros de oro
y deshecho, cual frágil abanico,
cayó entre el fango inmundo de la vida.



Octavio Paz

crepúsculos de la ciudad ii

-- de Octavio Paz --

Mudo, tal un peñasco silencioso
desprendido del cielo, cae, espeso,
el cielo desprendido de su peso,
hundiéndose en sí mismo, piedra y pozo.
Arde el anochecer en su destrozo;
cruzo entre la ceniza y el bostezo
calles en donde lívido, de yeso,
late un sordo vivir vertiginoso;
lepra de livideces en la piedra
trémula llaga torna a cada muro;
frente a ataúdes donde en rasos medra
la doméstica muerte cotidiana,
surgen, petrificadas en lo oscuro,
putas: pilares de la noche vana.



Octavio Paz

crepúsculos de la ciudad v

-- de Octavio Paz --

Fluye el tiempo inmortal y en su latido
sólo palpita estéril insistencia,
sorda avidez de nada, indiferencia,
pulso de arena, azogue sin sentido.
Hechos ya tiempo muerto y exprimido
yacen la edad, el sueño y la inocencia,
puñado de aridez en mi conciencia,
vana cifra del hombre y su gemido.
Vuelvo el rostro: no soy sino la estela
de mí mismo, la ausencia que deserto,
el eco del silencio de mi grito.
Todo se desmorona o se congela:
del hombre sólo queda su desierto,
monumento de yel, llanto, delito.



Pedro Calderón de la Barca

a las flores

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Este soneto forma parte de la obra el príncipe constante
éstas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.
Este matiz que al cielo desafía,
iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!
a florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.
Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y espiraron;
que pasados los siglos horas fueron.



Pedro Calderón de la Barca

A las flores (Calderón de la Barca)

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Este soneto forma parte de la obra El Príncipe constante

Éstas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.

Este matiz que al cielo desafía,
Iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!

A florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.

Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y espiraron;
que pasados los siglos horas fueron.



José Ángel Buesa

cuartetos del transeúnte

-- de José Ángel Buesa --

Sonríe, jardinera, si en el surco te inclinas
y buscas el secreto profundo de las rosas
no pienses que las rosas se afean con espinas;
sino que las espinas se embellecen con rosas.
Jugué al amor contigo, con vanidad tan vana
que marqué con la uña los naipes que te di.
Y en ese extraño juego, donde pierde el que gana,
gané tan tristemente, que te he perdido a ti.
Al referir mi viaje le fui añadiendo cosas.
Cosas que sueño a veces, pero que nunca digo,
y así, donde vi un yermo, juré haber visto rosas.
No me culpes, muchacha, que igual hice contigo.
Yo sólo pude recordar tu nombre,
tú, en cambio, recordaste cada fecha de ayer.
Y aprendí que las cosas que más olvida un hombre,
son las cosas que siempre recuerda una mujer.
Aquí estaba la hierba, viajero de una hora,
y, cuando te hayas ido, seguirá estando aquí.
Bien poco ha de importarle que la pises ahora
sabiendo que mañana nacerá sobre ti.



Juan de Tassis y Peralta

de cera son las alas cuyo vuelo

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Gobierna incautamente el albedrío,
y llevadas del propio desvarío
con vana presunción suben al cielo.
No tiene ya el castigo, ni el recelo
fuera eficaz, ni sé de qué me fío,
si prometido tiene el hado mío
hombre a la mar como escarmiento al suelo.
Mas si a la pena, amor, el gusto igualas,
con aquel nunca visto atrevimiento
que basta a acreditar lo más perdido,
derrita el sol las atrevidas alas,
que no podrá quitar el pensamiento
la gloria, con caer, de haber subido.



Gaspar María de Nava Álvarez

A una mujer entrada ya en edad

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

Esa cabeza erguida y orgullosa,
ese ademán altivo y lengua vana
eran muy buenos en la edad lozana
cuando el jazmín reinaba con la rosa.

Ahora amarillez, ruga enojosa
invaden tu belleza soberana
y en tus ralos cabellos ya la cana
ejercen su potencia rigurosa.

¡Mira cómo dejaron tu semblante
las voraces viruelas! ¡cuál los dientes
negrean por los males y los años!

Mírate en el espejo un solo instante
y dime si tus modos insolentes
me harán fuerza con tantos desengaños.



Gerardo Diego

giralda

-- de Gerardo Diego --

Giralda
giralda en prisma puro de sevilla,
nivelada del plomo y de la estrella,
molde en engaste azul, torre sin mella,
palma de arquitectura sin semilla.
Si su espejo la brisa enfrente brilla,
no te contemples ay, narcisa, en ella,
que no se mude esa tu piel doncella,
toda naranja al sol que se te humilla.
Al contraluz de luna limonera,
tu arista es el bisel, hoja barbera
que su más bella vertical depura.
Resbala el tacto su caricia vana.
Yo mudéjar te quiero y no cristiana.
Volumen nada más: base y altura.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xxxix

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

¿a qué me lo decís? lo sé: es mudable,
es altanera y vana y caprichosa;
antes que el sentimiento de su alma,
brotará el agua de la estéril roca.
Sé que en su corazón, nido de sierpes,
no hay una fibra que al amor responda;
que es una estatua inanimada..., Pero...
¡Es tan hermosa!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxviii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Fingiendo realidades
con sombra vana,
delante del deseo
va la esperanza.
Y sus mentiras
como el fénix renacen
de sus cenizas.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxxviii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Apoyando mi frente calurosa
en el frío cristal de la ventana,
en el silencio de la oscura noche
de su balcón mis ojos no apartaba.
En medio de la sombra misteriosa
su vidriera lucía iluminada,
dejando que mi vista penetrase
en el puro santuario de su estancia.
Pálido como el mármol el semblante;
la blonda cabellera destrenzada,
acariciando sus sedosas ondas,
sus hombros de alabastro y su garganta,
mis ojos la veían, y mis ojos
al verla tan hermosa, se turbaban.
Mirábase al espejo; dulcemente
sonreía a su bella imagen lánguida,
y sus mudas lisonjas al espejo
con un beso dulcísimo pagaba...
Mas la luz se apagó; la visión pura
desvanecióse como sombra vana,
y dormido quedé, dándome celos
el cristal que su boca acariciara.



Gutierre de Cetina

pues dio fin de fetonte su osadía

-- de Gutierre de Cetina --

Siendo vana gloria el interese,
y no dejó soberbia que emprendiese
a júpiter echar de do vivía,
no os debe de espantar mi fantasía,
señora, pues amor quiso que fuese
el más subido ejemplo que se oyese
que un corazón humano emprendería.
Y así se va ordenando nueva pena
que a todas las pasadas dará olvido
que bien sé yo que no me iré alabando.
Consuélame ser vos la que lo ordena;
licencia de quejarme no la pido,
y arríscaseme el alma suspirando.



Gutierre de Cetina

no me engañaréis más, vana esperanza

-- de Gutierre de Cetina --

Mi desengaño ya cerró la puerta,
y esa falsa salud que os trae cubierta,
con el sueño se ira, como es su usanza.
Solía desear una mudanza,
hacer muy gran caudal de cosa incierta,
y agora el desear no se concierta
con mudar, que consiste en confianza.
Ya sé, falsa, quién sois; quitaos el velo;
no me engañarán más vuestras blanduras;
vivir podéis de hoy más con otro dueño.
¡Ay dura ley de amor! permite el cielo
que el cabo de tan grandes desventuras
sea mostrarme el bien durmiendo, en sueño.



Gutierre de Cetina

ay, vivo fuego, ay, fiero pensamiento

-- de Gutierre de Cetina --

Ay, rabioso dolor, pasos cansados,
ay, recelos de amor desesperados,
ay, triste, congojoso sentimiento!
¡ay, alto desear sin fundamento,
ay, vana empresa llena de cuidados,
ay, ríos, fuentes, selvas, bosques, prados,
ay, esquiva ocasión de mi tormento!
¡ay, verdes murtas, árboles hermosos,
ay, lugar que ya fue ledo y jocundo,
do gastaba mi tiempo en dulce canto!
espíritus alegres y amorosos,
si alguno vive acá en el bajo mundo,
muévaos hora a piedad mi triste llanto.



Gutierre de Cetina

cuando a contemplar vengo el curso breve

-- de Gutierre de Cetina --

De esta vida mortal, vana, ligera,
y cómo saltear airada y fiera
suele la muerte a aquél que morir debe,
viene el sentido a ser casi de nieve
ante el sol del temor que desespera,
viendo cuán tarde y mal, ya que andar quiera,
el mal uso a virtud los pasos mueve.
Y es el mal que me quejo y muestro ceño
de fortuna, de amor, de mi señora,
sabiendo que la culpa es toda mía,
que, como hombre engolfado en dulce sueño,
me duermo sin pensar siquiera un hora
que siendo el morir cierto, ignoro el día.



Gutierre de Cetina

de sola religión vana movido

-- de Gutierre de Cetina --

Bárbaro, que en su fe piensa salvarse,
de la patria, tal vez, suele alejarse
y en la extraña pasar desconocido.
Pobre, cansado, solo y afligido,
adorado el lugar do fue a votarse,
por más no ver, quiere del ver privarse,
no creyendo ya ver más bien que vido.
Si el ver otra beldad no he procurado,
de aquí viene, señora, y de aquel fuego
que en mi alma se enciende de miraros.
De ver otras yo mismo me he privado;
y en medio de mi mal quedé, aunque ciego,
contento con el bien de contemplaros.



Hernando de Acuña

A una dama (Hernando de Acuña)

-- de Hernando de Acuña --

Obrando Claramente la natura
perfición, que parece más que humana,
en vos sola ha mostrado, señora Ana,
que del bien general poco se cura;

pues hizo que de gracia y hermosura
viváis vos sola justamente ufana,
y viendos, Claro está que es cosa vana
esperar de ver otra tal pintura.

También sería yo vano en alabaros,
si en vuestra hermosura hubiese parte
que pensase con versos igualalla;

pero sólo diré que en el formaros
dejó natura tan vencida el arte,
que vos sola podéis menosprecialla.



Idea Vilariño

la soledad

-- de Idea Vilariño --

Esta limitación esta barrera
esta separación
esta soledad la conciencia
la efímera gratuita cerrada
ensimismada conciencia
esta conciencia
existiendo nombrándose
fulgurando un instante
en la nada absoluta
en la noche absoluta
en el vacío.

Esta soledad
esta vanidad la conciencia
condenada impotente
que termina en sí misma
que se acaba
enclaustrada
en la luz
y que no obstante se alza
se envanece
se ciega
tapa el vacío con cortinas de humo
manotea ilusiones
y nunca toca nada
nunca conoce nada
nunca posee nada.
Esta ausencia distancia
este confinamiento
esta desesperada
esta vana infinita soledad
la conciencia.



Salvador Díaz Mirón

A M...

-- de Salvador Díaz Mirón --

¿Detenerme? ¿Cejar? ¡Vana congoja!
La cabeza no manda al corazón.
Prohibe al aquilón que alce la hoja,
no a la hoja que ceda al aquilón!

¡Cuando el torrente por los campos halla
de pronto un dique que le dice: atrás,
podrá saltar o desquiciar la valla
pero pararse o recular... Jamás!

¿Por qué te adoro y a tus pies me arrastro?
¿Por qué se obstinan en volverse así
la aguja al norte, el heliotropo al astro,
la llama al cielo y mi esperanza a ti?



Sor Juana Inés de la Cruz

A una Rosa

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Rosa divina, que en gentil cultura
Eres con tu fragante sutileza
Magisterio purpúreo en la belleza,
Enseñanza nevada a la hermosura.

Amago de la humana arquitectura,
Ejemplo de la vana gentileza,
En cuyo ser unió naturaleza
La cuna alegre y triste sepultura.

¡Cuán altiva en tu pompa, presumida
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida.

De tu caduco ser das mustias señas!
Con que con docta muerte y necia vida,
Viviendo engañas y muriendo enseñas.



Sor Juana Inés de la Cruz

Verde embeleso

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Verde embeleso de la vida humana,
loca esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;

alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado,
y de los desdichados el mañana:

sigan tu sombra en busca de tu día
los que, con verdes vidrios por anteojos,
todo lo ven pintado a su deseo;

que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.



Vicente Aleixandre

el olvido

-- de Vicente Aleixandre --

no es tu final como una copa vana
que hay que apurar. Arroja el casco, y muere.
Por eso lentamente levantas en tu mano
un brillo o su mención, y arden tus dedos,
como una nieve súbita.
Está y no estuvo, pero estuvo y calla.
El frío quema y en tus ojos nace
su memoria. Recordar es obsceno,
peor: es triste. Olvidar es morir.



Manuel José Quintana

A un amigo (Quintana)

-- de Manuel José Quintana --

No con vana lisonja y blando acento
Me quieras engañar, huésped del prado;
Yo no soy lo que fui: rigor del hado
Me condena por siempre al escarmiento.

Nunca lozana a su primer contento
La planta vuelve que truncó el arado,
Por más que al cielo le merezca agrado
Y que amoroso la acaricie el viento.

Anda, pasa adelante; en otras flores
Más ricas de fragancia y más felices
Pon tu dulce cuidado y tus amores:

Que es ya en mí por demás cuanto predices,
Pues el aire del sol con sus ardores
Quemó hasta la esperanza en mis raíces.



Manuel Machado

Cabe la vida entera en un soneto

-- de Manuel Machado --

Cabe la vida entera en un soneto
empezado con lánguido descuido,
y, apenas iniciado, ha transcurrido
la infancia, imagen del primer cuarteto.

Llega la juventud con el secreto
de la vida, que pasa inadvertido,
y que se va también, que ya se ha ido,
antes de entrar en el primer terceto.

Maduros, a mirar a ayer tornamos
añorantes y, ansiosos, a mañana,
y así el primer terceto malgastamos.

Y cuando en el terceto último entramos,
es para ver con experiencia vana
que se acaba el soneto Y que nos vamos.



Meira Delmar

huésped sin sombra

-- de Meira Delmar --

Nada deja mi paso por la tierra.
En el momento del callado viaje
he de llevar lo que al nacer me traje:
el rostro en paz y el corazón en guerra.
Ninguna voz repetirá la mía
de nostálgico ardor y fiel asombro.
La voz estremecida con que nombro
el mar, la rosa, la melancolía.
No volverán mis ojos, renacidos
de la noche a la vida siempre ilesa,
a beber como un vino la belleza
de los mágicos cielos encendidos.
Esta sangre sedienta de hermosura
por otras venas no será cobrada.
No habrá manos que tomen, de pasada,
la viva antorcha que en mis manos dura.
Ni frente que mi sueño mutilado
recoja y cumpla victoriosamente.
Conjuga mi existir tiempo presente
sin futuro después de su pasado.
Término de mí misma, me rodeo
con el anillo cegador del canto.
Vana marea de pasión y llanto
en mí naufraga cuanto miro y creo.
A nadie doy mi soledad. Conmigo
vuelve a la orilla del pavor, ignota.
Mido en silencio la final derrota.
Tiemblo del día. Pero no lo digo.
!--Img



Meira Delmar

todavía

-- de Meira Delmar --

Amor de amor aquel que nos uniera
una vez en el tiempo ya distante.
Amor en que tú fuiste amado, amante
y yo amante y amada también fuera.
Otro amor sin igual no conociera
nunca el haz de la tierra. Fulgurante,
más que el sol del verano delirante,
toda sombra su lumbre destruyera.
Amor de amor, tan alto y extremado,
que el mismo cielo al serle comparado,
cosa fútil y vana parecía.
La vida canceló su encendimiento...
Y sin embargo en el recuerdo siento
que me quema la sangre todavía.
!--Img



Meira Delmar

corazón

-- de Meira Delmar --

Este es mi corazón. Mi enamorado
corazón, delirante todavía.
Un ángel en azul de poesía
le tiene para siempre traspasado.
En él, como en un río sosegado,
el cielo es de cristal y melodía.
Y a su dulce comarca llega el día
con un paso de niño iluminado.
Este es mi corazón. La primavera
que inaugura las rosas, vana fuera
sin su espejo de gozo repetido.
Y vano el tiempo del amor, que mueve
las alas de los sueños, y conmueve
la sangre con su canto sostenido.
!--Img



Juan Nicasio Gallego

A Lesbia en su cumpleaños

-- de Juan Nicasio Gallego --

Del nacarado Oriente a los umbrales
entre ráfagas bellas de oro y grana
torna a lucir la espléndida mañana
que al mundo abrió tus ojos celestiales.

Pura brille y feliz: huyan los males
de ti, divina Lesbia, como vana
niebla al sol estival, o cual ufana
disipas la aridez si al campo sales.

Meció tu cuna en la estación amena
el arrullo del céfiro, y más flores
que sus halagos con tu aliento crías.

Arda a tus pies la juventud de amores,
y tu lozana edad goza sin pena,
que cuanto gracias da, no aumenta días.



Juan Pablo Forner

Ya silba el viento

-- de Juan Pablo Forner --

Ya silba el viento en la nevada cumbre,
y al soplo impetuoso la cabaña,
vacila del zagal, que en frágil caña
con paja entretejió flaca techumbre;

y Bato el mayoral sin pesadumbre,
aunque su grey del aquilón la saña
siente y perece, con paciencia extraña
huelga al calor de regalada lumbre.

El mísero zagal humedecido
de helada nieve, por salvar se afana
la grey no suya en le pelado ejido.

Zagal, reposa; tu fatiga es vana;
su hacienda el mayoral tiene en olvido,
y ni a acordarse de tu afán se humana.



Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 76

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

Día de quasimodo iglesias et altares
vi llenos de alegrías, de bodas e cantares,
todos avíen grand' fiesta, fasíen grandes yantares,
andan de boda en boda clérigos e juglares.
Los que antes son solos, desque eran casados
veíalos de dueñas estar acompañados,
pensé cómo oviese de tales gasajados,
ca omen que es solo siempre piensa coydados.
Fis' llamar trotaconventos la mi vieja sabida,
presta e plasentera de grado fue venida,
roguel' que me catase alguna tal garrida,
ca solo, sin compaña, era penada vida.
Díxome, que conosçía una viuda loçana,
muy rica, e bien moça, e con mucha ufana:
dis': «arçipreste, amad ésta, yo iré allá mañana,
et si esta recabdamos, nuestra obra non es vana
Con la mi vejesuela enviele ya qué
con ella estas cántigas que vos aquí trobé,
ella non la erró, e yo non le pequé,
si poco ende trabajé, muy poco ende saqué.
Asás fiso mi vieja quanto ella faser pudo,
mas non pudo trabar, atar, nin dar nudo,
tornó a mí muy triste e con corazón agudo;
dis': «do non te quieren mucho, non vayas a menudo.»
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índice de la obra
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Julio Flórez

A Bogotá

-- de Julio Flórez --

Poem

I

Oh mi ciudad querida, hoy tan lejana y tan inaccesible a mi deseo, que al evocarte en mi memoria creo que fuiste un sueño de mi edad temprana!

Te evoco así, como a quimera vana, y al evocarte, sin cesar te veo resplandecer bajo el ardor febeo sobre la gran quietud de la sabana.

Y al pensar que en ti van, hora tras hora, sucumbiendo los seres que amé tanto y que la tierra sin cesar devora,

surges bajo la nube de mi llanto, no como ayer: alegre y tentadora, sino como un inmenso camposanto.

II

¡Oh mi bella ciudad! Cómo en tu seno vibró mi ser y aleteó mi rima cuando en tu corazón hallé la cima que asalta el rayo y que apostrofa el trueno.

Te poseí bajo tu azul sereno, entre el halago dulce de tu clima, y te ofrendé mi juventud opima con tanto ahínco y con amor tan pleno,

que en las tinieblas de tus noches frías y hasta en tus más recónditos rincones deben sonar, cual ecos de otros días:

los sollozos de todas mis canciones, los estruendos de todas mis orgías y los gritos de todas mis pasiones!



Fernando de Herrera

Cuán bien, oscura noche, al dolor mío

-- de Fernando de Herrera --

Cuán bien, oscura noche, al dolor mío
conformas, y resuenas a mi llanto,
murmurando con sordo y triste canto
entre estas duras peñas, alto río.

Óigame este desnudo cielo frío
si tanto con mis quejas me levanto;
mas, pues no espero bien en daño tanto,
vana es la queja y mal en que porfío.

Rompa del corazón más tierna parte
mi gran pesar, acábese encubierto,
y a tal agravio falte la memoria;

que no es justo que en esta u otra parte
se diga que perdí, sin culpa muerto,
las debidas promesas de mi gloria.



Fernando de Herrera

Las luces do el amor su fuerza apura

-- de Fernando de Herrera --

Las luces do el amor su fuerza apura
con el sereno ardor de sus centellas;
el oro crespo, en mil sortijas bellas
de rayos coronado, y llama pura;

las palabras vestidas de dulzura,
que la armonía celestial en ellas
parece, el pecho duro a mis querellas,
la mano que a la nieve vuelve oscura,

son causa del tormento y dolor mío,
con muchas que callando siento y veo,
y no me valen en mi esquiva suerte.

En su dureza sólo el bien confío;
porque a vana esperanza y gran deseo
no se debe pedir sino la muerte.



Fernando de Herrera

Lloro solo mi mal, y el hondo río

-- de Fernando de Herrera --

Lloro solo mi mal, y el hondo río
en sus turbadas ondas lleva el llanto;
ya es tiempo, digo, Amor, en triste canto,
que pongas justo fin al dolor mío;

que sigo ausente sin tu desvarío,
y en tu vana esperanza me levanto,
y en este paso desamparas cuanto
de tu promesa y tu valor confío.

Ya es tiempo, Amor, que el áspero tormento
acabe, o que mi vida se deshaga,
la esperanza, el deseo y osadía;

que en tanto mal ya falta el sufrimiento,
y el crudo golpe de esta acerba llaga
al íntima llegó del alma mía.



Francisco de Quevedo

salmo xix quevedo

-- de Francisco de Quevedo --

¡cómo de entre mis manos te resbalas!
¡oh, cómo te deslizas, vida mía!
¡qué mudos pasos traes, oh muerte fría,
pues con callado pie todo lo igualas!
ya cuelgan de mi muro tus escalas,
y es tu puerta mayor mi cobardía;
por vida nueva tengo cada día,
que el tiempo cano nace entre las alas.
¡Oh mortal condición! ¡oh dura suerte!
¡que no puedo querer ver la mañana
sin temor de si quiero ver mi muerte!
cualquier instante de la vida humana
es un nuevo argumento que me advierte
cuán frágil es, cuán mísera, y cuán vana.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 2

-- de Francisco de Quevedo --

¡cómo de entre mis manos te resbalas!
¡oh, cómo te deslizas, edad mía!
¡qué mudos pasos traes, oh muerte fría,
pues con callado pie todo lo igualas!
feroz, de tierra el débil muro escalas,
en quien lozana juventud se fía;
mas ya mi corazón del postrer día
atiende el vuelo, sin mirar las alas.
¡Oh condición mortal! ¡oh dura suerte!
¡qué no puedo querer vivir mañana
sin la pensión de procurar mi muerte!
cualquier instante de la vida humana
es nueva ejecución, con que me advierte
cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 34

-- de Francisco de Quevedo --

A fugitivas sombras doy abrazos;
en los sueños se cansa el alma mía;
paso luchando a solas noche y día
con un trasgo que traigo entre mis brazos.
Cuando le quiero más ceñir con lazos,
y viendo mi sudor, se me desvía;
vuelvo con una fuerza a mi porfía,
y temas con amor me hacen pedazos.
Voyme a vengar en una imagen vana
que no se aparta de los ojos míos;
búrlame, y de burlarme corre ufana.
Empiézola a seguir, fáltanme bríos;
y como de alcanzarla tengo gana,
hago correr tras ella el llanto en ríos.



Francisco Sosa Escalante

A Laura

-- de Francisco Sosa Escalante --

Avaro, Laura, soy de tu ventura,
Y al mirar tu belleza soberana
Me atribula pensar que ciega ó vana
Pudieras descender de tánta altura.

Goces, riquezas, cuanto dicha augura,
Te habrá de prometer la cortesana
Juventud que te sigue y que se afana
Por ver marchita tu inocencia pura.

Ay si la escuchas! sus brillantes flores
Aspid ocultan de fatal veneno
Que hará que triste y desolada llores.

Si abres incauta al seductor tu seno,
Tras el sueño falaz de los amores
Su negra infamia te hundirá en el cieno.



Francisco Sosa Escalante

Vanitas

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Oh pobre humanidad! el golpe fiero
De la implacable mano de la muerte,
En instante brevísimo convierte
En humo y nada tu esplendor primero.

Gigante roble que miró altanero
Las recias tempestades, y que fuerte
Por siempre se creyó, la infausta suerte
Obtiene de la flor: polvo es ligero!

¿Por qué si pasas como sombra vana
Y tu poder tan presto desparece,
Tu mente llena vanidad insana?

¡Oh loca humanidad! te desvanece
La vil lisonja que en mentir se afana,
Y necia olvidas lo que no perece.



José Asunción Silva

idilio

-- de José Asunción Silva --

Sencilla y grata vida de la aldea
levantarse al nacer de la mañana
cuando su luz en la extensión clarea
y se quiebra en la cúpula lejana,
vagar a la ventura en el boscaje...
Espiar en los recodos del camino
el momento en que el ave enamorada
oculta en el follaje
sus esperanzas y sus dichas canta.
En rústicavasija
coronada de espuma
libar la leche, contemplar la bruma
que en el fondo del valle se levanta,
el aire respirar embalsamado
con los suaves olores
de la savia y lasflores,
tomar fuerza en la calma majestuosa
donde la vida universal germina,
en ignotos lugares
que no ha hollado la vana muchedumbre
en el bosque de cedros seculares
del alto monte en la empinada cumbre;
después, tranquilamente
bañarse en el remanso de la fuente.
Con el rural trabajo
que a los músculos da fuerza de acero
y que las fuentes abre de riqueza
endurecer el brazo fatigado
y devolverle calma a la cabeza,
sin fatigas, sin penas, sin engaños
dejar correr los años
y en la postrera
descansar, no en lujoso monumento
sino bajo el follaje
del verde sauce a su tranquila sombra,



José de Espronceda

a un ruiseñor

-- de José de Espronceda --

Canta en la noche, canta en la mañana,
ruiseñor, en el bosque tus amores;
canta, que llorará cuando tú llores
el alba perlas en la flor temprana.
Teñido el cielo de amaranto y grana,
la brisa de la tarde entre las flores
suspirará también a los rigores
de tu amor triste y tu esperanza vana.
Y en la noche serena, al puro rayo
de la callada luna, tus cantares
los ecos sonarán del bosque umbrío;
y vertiendo dulcísimo desmayo
cual bálsamo suave en mis pesares,
endulzará tu acento el llanto mío.
Publicado en la revista el pensamiento
el 30 de junio de 1841.



José de Espronceda

A un ruiseñor (Espronceda)

-- de José de Espronceda --

Canta en la noche, canta en la mañana,
ruiseñor, en el bosque tus amores;
canta, que llorará cuando tú llores
el alba perlas en la flor temprana.

Teñido el cielo de amaranto y grana,
la brisa de la tarde entre las flores
suspirará también a los rigores
de tu amor triste y tu esperanza vana.

Y en la noche serena, al puro rayo
de la callada luna, tus cantares
los ecos sonarán del bosque umbrío;

y vertiendo dulcísimo desmayo
cual bálsamo suave en mis pesares,
endulzará tu acento el llanto mío.



José Eustasio Rivera

mientras las palmas tiemblan...

-- de José Eustasio Rivera --

Mientras las palmas tiemblan...

Mientras las palmas tiemblan, un arrebol ligero
en solitarias ciénagas disuelve su rubí;
todo se apesadumbra, y hacia lejano estero,
sonroja en el crepúsculo sus alas un neblí.

Algo desconocido del horizonte espero...
¡Vana ilusión! nublóse la franja carmesí;
ya suspiró la tierra bajo el primer lucero,
y siento que otros seres lloran dentro de mí.

Me borrará la noche. Mañana otro celaje;
¿y quién cuando yo muera consolará el paisaje?
¿por qué todas las tardes me duele esta emoción?

mi alma, nube de ocaso, deja lo que perdura;
y como es mi destino sufrir con la natura,
se apagan los crepúsculos entre mi corazón.



Carolina Coronado

en la última hoja del álbum

-- de Carolina Coronado --

El fin de todo busca el alma mía
porque en esta existencia pasajera
del más hermoso y regalado día
siempre viene a turbarnos la alegría
el miedo del dolor que nos espera.
Si fe tenéis en la amistad lozana
del joven que en la infancia habéis querido,
desvanecida como sombra vana
por otra nueva dejaréis mañana
esa tierna amistad en el olvido.
Si fe tenéis en que el amor primero
es el amor más cierto de la vida
sabed ¡ay! que ese amor es pasajero
que sólo, amigos, el amor postrero
es el único amor que no se olvida.
Así no es mucho que en libro escoja,
teniendo de la fama igual idea,
con tanto nombre como en él se aloja
no la primera, la postrera hoja
para dejar memoria al que me lea.



Clemente Althaus

La tristeza

-- de Clemente Althaus --

¡Y será vana mi inmortal porfía!
¡Y esta antigua tristeza roedora
jamás de tregua me dará una hora,
tras mí corriendo cual la sombra mía!

¡Ay! de la zona tórrida a la fría,
del negro ocaso a la brillante aurora,
por cuanto con su luz el sol colora,
me persigue su odiada compañía!

Fábula son las islas de Fortuna
que ser fingió el antiguo devaneo
de la Felicidad morada y cuna:

¡Dulce Felicidad! ya en ti no creo;
mas ¡ay de mí! sin esperanza alguna,
te busco eternamente y te deseo!



Clemente Althaus

Mudanza (Clemente Althaus)

-- de Clemente Althaus --

«Ni a la Fortuna sus tesoros pido,
ni ya codicio el mando peligroso,
ni de la Gloria el resplandor hermoso
ni el aura vana y popular ruido;

Ni de insigne beldad, de gracias nido,
ser el feliz enamorado esposo:
sólo anhelo las playas del reposo
y el agua soñolienta del olvido».

Así dije, y eterna despedida
dar a dichas y pompas de este suelo
mi alma creyó, del desengaño herida:

mas ya sacudo de la tumba el hielo,
y ya me torna a alucinar la vida,
¡y amor, fausto y poder y gloria anhelo!



Clemente Althaus

A los peruanos (2 Althaus)

-- de Clemente Althaus --

«Con temeroso son la fiera trompa»
los espacios asorda nuevamente:
¿A dónde corre esa confusa gente?
¿A quién amaga esa guerrera pompa?
¿Quizá con triple fulminante flota
España torna, de vengar sedienta
en vuestra ruina la insufrible afrenta
de su reciente rota?
Mas ¡ay! vana la vuelta vengadora
fuera ya de esa gente embravecida,
pues con insana lucha fratricida
vosotros mismos la vengáis ahora.
No su enemiga y envidiosa diestra
arranca a vuestras frentes, oh crüeles,
de Mayo los espléndidos laureles,
sino la propia vuestra.
Y de la patria que os implora en vano
despedazáis el delicado seno,
cual la crudeza del encono ajeno,
cual la barbarie del furor hispano.
Y va la Fama y su pregón avisa
a España ya vuestra discordia loca,
y ella su mengua olvida, y en su boca
brilla feroz sonrisa.



Clemente Althaus

Ayuda a Chile

-- de Clemente Althaus --

No ausencia de entusiasta simpatía
de un pueblo hermano por la causa santa
enmudece la voz en la garganta
de Musa que el peligro desafía
y la verdad y la justicia canta.
Entusiasmo y amor al pecho sobra
para que el labio a ardientes himnos abra;
mas ya el tiempo pasó de la PALABRA,
el tiempo es ya llegado de la OBRA
contra quien yugo a nuestros cuellos labra.
Harto ya resonó la lira airada;
no más la lengua en gritos se desate:
hablen los hechos; y, soldado el vate,
la lira abandonando por la espada,
vuele con planta intrépida al combate.
Sitiada así por el empeño loco
del vencido en Maipú y en Ayacucho,
no hablar con vana lengua a Chile escucho:
esa nación intrépida HABLA POCO;
esa nación intrépida HARÁ MUCHO.
¿Y será que mi patria en dar vacile
la noble ayuda que su hermana diola?
Si provocó la cólera española,
por venir a su voz, la heroica Chile,
¿Dejarla puede abandonada y sola?
¡Ah! si no por amor, por su decoro
y por lavar la afrenta que lo enloda,
hoy que la asedia la venganza goda,
darle el Perú sus naves, su tesoro
debe, y sus hijos y su sangre toda!



Cristóbal de Castillejo

A una dama llamada Ángela

-- de Cristóbal de Castillejo --

Sobre la piedra sembré,
Vana fué mi confianza;
Sobre polvo edifiqué:
Revés recibio mi fe
Y desvio mi esperanza.
Vuestro nombre me engañó,
Mas el sobrenombre no;
Que con obras desengaña.
Tras el ángel iba yo;
Diablo se me tornó
Al entrar en la montaña.



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