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Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 105

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

Miraglos muchos fase virgen siempre pura,
agoardando los coytados de dolor et de tristura,
el que loa tu figura, no lo dexes olvidado,
non catando su pecado, sálvaslo de amargura.
Ayudas al inoçente, con amor muy verdadero,
al que es tu servidor, bien lo libras de ligero,
non le es falleçedero tu acorro sin dudança,
guárdalo de mal audança el tu bien grande llenero.
Reyna, virgen, mi esfuerço, yo sé puesto en tal espanto,
por lo qual a ti bendigo, que me guardes de quebranto,
pues a ti, señora, canto, tú me guarda de lisión,
de muerte et de ocasión por tu fijo jesú santo.
Yo só mucho agraviado en esta çibdad seyendo,
tu acorro et guarda fuerte a mí libre defendiendo,
pues a ti me encomiendo, non me seas desdeñosa,
tu bondad maravillosa loaré siempre sirviendo.
A ti me encomiendo, virgen santa maría,
la mi coyta tú la parte, tú me salva e me guía,
et me guarda todavía, piadosa virgen santa,
por la tu merçed que es tanta, que desir non la podría.
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índice de la obra
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Poema libro de buen amor  105 de Juan Ruiz Arcipreste de Hita con fondo de libro

Manuel Gutiérrez Nájera

Efímeras

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Idos, dulces ruiseñores.
Quedó la selva callada,
y a su ventana, entre flores,
no sale mi enamorada.

Notas, salid de puntillas;
está la niñita enferma...
Mientras duerme en mis rodillas,
dejad, ¡oh notas!, que duerma.

Luna, que en marco de plata
su rostro copiabas antes,
si hoy tu cristal lo retrata
sacas, luna, la espantes.

Al pie de su lecho queda
y aguarda a que buena esté,
coqueto escarpín de seda
que oprimes su blanco pie.

Guarda tu perfume, rosa,
guarda tus rayos, lucero,
para decir a mi hermosa,
cuando sane que la quiero.

Poema Efímeras de Manuel Gutiérrez Nájera con fondo de libro

Medardo Ángel Silva

El retorno (Silva)

-- de Medardo Ángel Silva --

Y vuelves —brisa, nube, flor y trino—
para mi corazón que nada espera,
a mis rotos palacios de quimera
sepultos en la arena del camino.

El dulzor de la extinta primavera
guarda mi corazón —vaso divino—,
como el rosado caracol marino
guarda el eco del mar en la ribera.

¡Oh, abril celeste, con el alma buena,
clara y sencilla, como la azucena,
como la estrella inaccesible y pura,

cuyo recuerdo mágico persiste
en un renacimiento de ternura,
al resplandor de tu mirada triste!

Poema El retorno (Silva) de Medardo Ángel Silva con fondo de libro

Juan Pablo Forner

Despierta, Elpín y guarda que el hambriento

-- de Juan Pablo Forner --

Despierta, Elpín; y guarda que el hambriento
lobo no sirve, no, tu grey de pasto:
tú roncas, y el zagal hace su gasto
devorando tus reses ciento a ciento.

De rotas pieles número cruento
luego te entrega el desalmado Ergasto;
y el daño apoca, aunque en ejido vasto
pace escaso ganado y macilento.

Despierta, Elpín: y en las calladas horas
cuando sin luna las estrellas lucen
observa, espía a tus zagales fieles.

Verás como desuellan con traidoras
manos tu grey, y pérfidos reducen
tu hacienda toda a ensangrentadas pieles.



José Asunción Silva

Las noches del hogar

-- de José Asunción Silva --

Regresar fatigado del trabajo
de la diaria faena
e ir a mirarse en lo hondo retratado
de sus pupilas negras
cerca del rico piano —mientras vaga
sobre las blancas teclas
su mano de marfil— soñar despierto
felicidad eterna.
A la luz de la lámpara brillante
ver las rubias cabezas
de los risueños niños— de infantiles
ilusiones llenos.
¡La mirada tender sobre la cuna
que cual flor entreabierta
entre sus hojas perfumadas guarda
una existencia nueva!
¡Oh cuadro del hogar! oh perspectiva
cariñosa y risueña,
cuando en el paso por el falso mundo
ancha herida sangrienta,
el desengaño abrió, cuando sentimos
caer mustias y secas
de la primera juventud las rosas,
qué mortal no desea
dejar en tu silencio venturoso
deslizar la existencia
y guardar lo divino y delicado
que el alma herida encierra
en tu seno feliz —¡como la concha
lejos de las tormentas
guarda en el fondo del movible océano
las nacaradas perlas!



Alberto Lista

La ausencia

-- de Alberto Lista --

Nace la aurora y el hermoso día
brilla de rojas nubes coronado;
en mi pecho, de penas abrumado,
la sonrosada luz es noche umbría.

De las aves la plácida armonía
es para mí graznido malhadado,
y estruendo ronco y son desconcertado
el blando ruido de la fuente fría.

Brotan rosas el soto y la ribera;
para mí solo, triste y dolorido,
espinas guarda el mayo floreciente.

Que esta es, oh niño dios, tu ley primera;
no hay mal para el amor correspondido,
no hay bien que no sea mal para el ausente.



Alfonsina Storni

Aspecto

-- de Alfonsina Storni --

Vivo dentro de cuatro paredes matemáticas
alineadas a metro. Me rodean apáticas
almillas que no saben ni un ápice siquiera
de esta fiebre azulada que nutre mi quimera.

Uso una piel postiza que me la rayo en gris.
Cuervo que bajo el ala guarda una flor de lis.
Me causa cierta risa mi pico fiero y torvo
que yo misma me creo pura farsa y estorbo.



Alfonsina Storni

Piedra miserable

-- de Alfonsina Storni --

Oh, piedra dura, miserable piedra,
Yo te golpeo, te golpeo en vano,
Y es inútil la fuerza de mi mano,
Oh piedra dura, miserable piedra.

Pero haces bien, oh miserable piedra,
Deja que tiente un golpe sobrehumano,
Deja golpear, deja golpear mi mano,
Oh piedra dura, miserable piedra.

No me des nada, miserable piedra,
Guarda un silencio altivo y soberano,
No te ablandes jamás entre mi mano;
Oh piedra dura, miserable piedra.

Con tu impiedad, oh miserable piedra,
Recobro alientos y el deseo gano,
No te dejes caer sobre mi mano,
Mezquina, estulta, miserable piedra.

Si un día torpe, miserable piedra,
Te venciera la fuerza del verano
Y cayeras a gotas en mi mano
Yo te odiaría, miserable piedra...



León Felipe

nadie fue ayer,

-- de León Felipe --

Ni va hoy,
ni irá mañana
hacia dios
por este mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol...
Y un camino virgen
dios.



Lope de Vega

¡Oh vida de mi vida, Cristo santo!

-- de Lope de Vega --

¡Oh vida de mi vida, Cristo santo!
¿adónde voy de tu hermosura huyendo?
¿Cómo es posible que tu rostro ofendo
que me mira bañado en sangre y llanto?
A mí mismo me doy confuso espanto
de ver que me conozco y no me enmiendo;
ya el Ángel de mi guarda está diciendo
que me avergüence de ofenderte tanto.
Detén con esas manos los perdidos
pasos, mi dulce amor; ¿mas de qué suerte
las pide quien las clava con la suyas?
¡Ay Dios!, ¿adónde estaban mis sentidos,
que las espaldas pude yo volverte,
mirando en una cruz por mí las tuyas?



Líber Falco

Parábola (Líber Falco)

-- de Líber Falco --

Es de noche y la ciudad dormida,
duerme.
Y el mar espera.
Y la noche espera.
Y en el cielo una sola estrella
sola espera.
Zumba de pronto un tranvía.
Zumba que zumba en la vía.
Sube la cuesta de una calle
se balancea, zumba, cabecea
y cae
y sube
ya fuera de la vía, sube
un tranvía.
..............................
En la línea del mar,
donde el mar es mar y es cielo,
en una isla, en la línea más alta del mar,
un guarda y un motorman se abrazan,
se restregan las manos
se suben a los árboles
se miran y sonríen.
... En una isla
en la línea más alta del mar.

Uno dice:
"Qué bellas naranjas color de oro".
Y el otro alborozado:
—El oro es un color ahora, camarada.
El sol también es Sol
y el agua, agua.
Un color más tiene la vida ahora.
Y nosotros más vida
y menos muerte.



Manuel Bretón de los Herreros

Los dos padres

-- de Manuel Bretón de los Herreros --

Padres los dos felices algún día
de dos hermosas vírgenes, al cielo
plugo arrancarlas del humano suelo
que tan sublime don no merecía.

Guarda a la tuya austera celosía,
candado eterno, religioso velo,
y a la antorcha imperial ¡ay desconsuelo
súbita muerte arrebató la mía!

Tú al menos de su voz tierna y piadosa
el son puedes oír cabe el sagrado
inaccesible muro que la esconde;

yo al frío mármol, do mi bien reposa
corro en amargas lágrimas bañado;
llamo, torno a llamar... ¡Nadie responde!



Manuel de Zequeira

A la brisa

-- de Manuel de Zequeira --

Rompe en oriente sus prisiones Eolo,
Tiende sus alas, y con blando aliento
Bate en la concha del neptúneo carro
Lleno de Pompa.

Siguen su rumbo los tritones, siguen
Cándidas ninfas sus etéreos pasos
Liras templando de cristal sonoro
Dulces sirenas.

Bajo sus alas el campeón ibero
Llega a regiones peregrinas donde
Guarda su gloria y su memoria el ancho
Valle de Otumba.

Sobre tapices de esmeralda Ceres
Dulces placeres con Pomona parte
Cuando reparte la risueña brisa
Gratos aromas.

Puesto a la sombra del abeto, entonces
Oigo los mirtos y laureles santos
Cómo conversan con el aire, y cómo
Flora se anima.

La ave de Venus con amante pico
Llama al consorte de su nido ausente,
Dando al ambiente el parabién, y dando
Tiernos arrullos.

Todo se mueve con festivo enlace,
Driades y Faunos en sus verdes templos
Danzan los unos, y los otros tocan
Rudos silbatos.

Cuando tú soplas oh sagrada brisa,
Todo revive con tu aliento, y cuando
Vienes se alegra la fecunda en oro
Tórrida zona.



Manuel del Palacio

De gustos no hay nada escrito

-- de Manuel del Palacio --

Otros envidien el dorado sólio
Donde el poder reside soberano,
Ó del guerrero la robusta mano
Que le puede llevar al Capitolio.

Envidie el erudito el raro infólio
Que guarda su pariente el escribano;
Y el pobre que fortuna buscó en vano
Envidie á los que medran del espólio.

Yo, que al pisar del mundo los umbrales
Ni soñé con los lauros de Belona,
Ni tuve más herencia que mis males,

Envidio solamente á la persona
que digiere el cubierto de ocho reales
Que sirven en la fonda de Perona.



Manuel del Palacio

Hoy por tí, mañana por mí

-- de Manuel del Palacio --

Si encuentras de la vida en el sendero
Á aquella que causó mi desventura,
Y aun conserva en su rostro la frescura
Y en sus mejillas el matiz primero;

Si en su alma virginal aun vive entero
Lo que ella juzgó broma y yo locura;
Si guarda de mi fe la esencia pura
Y no es su amor capricho pasajero:

Sigue sus pasos, su conducta espía,
No temas ni cansarla ni cansarte,
Ni aumentes, por piedad, la pena mia;

Ella querrá de fijo sondearte;
Serás su amigo al fín, y en ese día
Dale muchas memorias de mi parte.



Manuel del Palacio

Semblanzas: III

-- de Manuel del Palacio --

Vivió haciendo sombreros en la Habana,
Donde, aún simple mortal, era muy vano,
Y en Santander apareció un verano
Con leviton y botas de campana.

Le vió después la gente cortesana
Á grandes y pequeños dar la mano;
Y rico al fin, por arte de Bonano,
Fué marqués de la noche á la mañana.

Hoy..... ¡Miradle! Su rostro rubicundo
Por nada se conmueve ni se altera;
Vil y pequeño le parece el mundo;

Sólo un libro, el de caja, considera;
Y guarda de su pecho en lo profundo
La voz oculta que le grita: ¡hortera!



Manuel Gutiérrez Nájera

A un Triste

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

¿Por qué de amor la barca voladora
con ágil mano detener no quieres
y esquivo menosprecias los placeres
de Venus, la impasible vencedora?

A no volver los años juveniles
huyen como saetas disparadas
por mano de invisible Sagitario;
triste vejez, como ladrón nocturno,
sorpréndenos sin guarda ni defensa,
y con la extremidad de su arma inmensa,
la copa del placer vuelca Saturno.

¡Aprovecha el minuto y el instante!
Hoy te ofrece rendida la hermosura
de sus hechizos el gentil tesoro,
y llamándote ufana en la espesura,
suelta Pomona sus cabellos de oro.

En la popa del barco empavesado
que navega veloz rumbo a Citeres,
de los amigos el clamor te nombra,
mientras, tendidas en la egipcia alfombra,
sus crótalos agitan las mujeres.

¡Deja, por fin, la solitaria playa,
y coronado de fragantes flores,
descansa en la barquilla de las diosas!
¿Qué importa lo fugaz de los amores?
¡También expiran jóvenes las rosas!



Jaime Sabines

te quiero porque tienes las partes de la mujer

-- de Jaime Sabines --

En el lugar preciso
y estás completa. No te falta ni un pétalo,
ni un olor, ni una sombra.
Colocada en tu alma,
dispuesta a ser rocío en la yerba del mundo,
leche de luna en las oscuras hojas.
Quizás me ves,
tal vez, acaso un día,
en una lámpara apagada,
en un rincón del cuarto donde duermes,
soy una mancha, un punto en la pared, alguna raya
que tus ojos, sin ti, se quedan viendo.
Quizás me reconoces
como una hora antigua
cuando a solas preguntas, te interrogas
con el cuerpo cerrado y sin respuesta.
Soy una cicatriz que ya no existe,
un beso ya lavado por el tiempo,
un amor y otro amor que ya enterraste.
Pero estás en mis manos y me tienes
y en tus manos estoy, brasa, ceniza,
para secar tus lágrimas que lloro.
¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras
me dirás que te amo? esto es urgente
porque la eternidad se nos acaba.
Recoge mi cabeza. Guarda el brazo
con que amé tu cintura. No me dejes
en medio de tu sangre en esa toalla.



Jorge Cuesta

no aquel que goza, frágil y ligero

-- de Jorge Cuesta --

No aquel que goza, frágil y ligero,
ni el que contengo es acto que perdura,
y es en vano el amor rosa futura
que fascina a cultivo pasajero.

La vida cambia lo que fue primero
y lo que más tarde es no lo asegura,
y la memoria, que el rigor madura,
no defiende su fruto duradero.

Más consiente el sabor áspero y grueso,
el color que a la luz se desvanece,
la materia que al tacto se destroza.

Y en vano guarda su variable peso
el árbol y su forma se endurece,
y el mismo instante se revive y goza.



Jorge Luis Borges

el ángel

-- de Jorge Luis Borges --

Que el hombre no sea indigno del ángel
cuya espada lo guarda
desde que lo engendró aquel amor
que mueve el sol y las estrellas
hasta el último día en que retumbe
el trueno en la trompeta.
Que no lo arrastre a rojos lupanares
ni a los palacios que erigió la soberbia
ni a las tabernas insensatas.
Que no se rebaje a la súplica
ni al oprobio del llanto
ni a la fabulosa esperanza
ni a las pequeñas magias del miedo
ni al simulacro del histrión;
el otro lo mira.
Que recuerde que nunca estará solo.
En el público día o en la sombra
el incesante espero lo atestigua;
que no macule su cristal una lágrima.
Señor, que al cabo de mis días en la tierra
yo no deshonre al ángel.



Jorge Luis Borges

buenos aires

-- de Jorge Luis Borges --

Antes yo te buscaba en tus confines
que lindan con la tarde y la llanura
y en la verja que guarda una frescura
antigua de cedrones y jazmines.
En la memoria de palermo estabas,
en su mitología de un pasado
de baraja y puñal y en el dorado
bronce de las inútiles aldabas,
con su mano y sortija. Te sentía
en los patios del sur y en la creciente
sombra que desdibuja lentamente
su larga recta, al declinar el día.
Ahora estás en mí. Eres mi vaga
suerte, esas cosas que la muerte apaga.



Jorge Luis Borges

a un poeta sajón

-- de Jorge Luis Borges --

La nieve de nortumbria ha conocido
y ha olvidado la huella de tus pasos
y son innumerables los ocasos
que entre nosotros, gris hermano, han sido.
Lento en la lenta sombra labrarías
metáforas de espadas en los mares
y del horror que mora en los pinares
y de la soledad que traen los días.
¿Dónde buscar tus rasgos y tu nombre?
esas son cosas que el antiguo olvido
guarda. Nunca sabré cómo habrás sido
cuando sobre la tierra fuiste un hombre.
Seguiste los caminos del destierro;
ahora sólo eres tu cantar de hierro.



Julián del Casal

a un amigo (enviándole los versos de leopardi)

-- de Julián del Casal --

A un amigo
(enviándole los versos de leopardi)
¿eres dichoso? si tu pecho guarda
alguna fibra sana todavía,
reserva el don que mi amistad te envía,
¡el tiempo de apreciarlo nunca tarda!
mas si cruel destino te acobarda
y tu espíritu, hundido en la agonía,
divorciarse del cuerpo sólo ansía
porque ya nada de la vida aguarda,
abre ese libro de inmortales hojas,
donde el genio más triste de la tierra
águila que vivió presa en el lodo
te enseñará, rimando sus congojas,
todo lo grande que el dolor encierra
y la infinita vanidad de todo.



Julián del Casal

flor de cieno

-- de Julián del Casal --

Yo soy como una choza solitaria
que el viento huracanado desmorona
y en cuyas piedras húmedas entona
hosco búho su endecha funeraria.
Por fuera sólo es urna cineraria
sin inscripción, ni fecha, ni corona;
mas dentro, donde el cieno se amontona,
abre sus hojas fresca pasionaria.
Huyen los hombres al oír el canto
del búho que en la atmósfera se pierde,
y, sin que sepan reprimir su espanto,
no ven que, como planta siempre verde,
entre el negro raudal de mi amargura
guarda mi corazón su esencia pura.



Pedro Antonio de Alarcón

Chispas y témpanos

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Al fuego lento de tus ojos frito,
tengo en mi corazón verano eterno:
tú, en las neveras de constante invierno,
guarda, Inés, un alma de granito.

Yo me acerco a tu hielo y no tirito,
ni las llamas mitigo de mi infierno:
tú llegas de mi alma al hogar tierno
y en sus ascuas tu nieve no derrito.

¿Cómo encuentro calor donde no hay llama?
¿Cómo no da calor la llama mía?
¿Cómo mi incendio tu esquivez no inflama?

¿Cómo tu hielo mi pasión no enfría?
¡Ay! ¿cuándo nos veremos igualados,
abrasados los dos, o ambos helados?



Pedro Bonifacio Palacios

Molto Piu Avanti Ancora

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

El mundo miserable es un estrado
donde todo es estólido y fingido,
donde cada anfitrión guarda escondido
su verdadero ser, tras el tocado:

No digas tu verdad ni al mas amado,
no demuestres temor ni al mas temido,
no creas que jamás te hayan querido
por mas besos de amor que te hayan dado.

Mira como la nieve se deslíe
sin que apostrofe al sol su labio yerto,
cómo ansia las nubes el desierto
sin que a ninguno su ansiedad confíe...

¡Trema como el infierno, pero ríe!
¡Vive la vida plena, pero muerto!



Pedro Bonifacio Palacios

Ayer y hoy

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

I

Humilde como el voto del creyente,
bendito como el ángel de mi guarda,
tímido, solitario, romancesco,
fe y esperanza.

II

Como tú, virginal y sin mancilla,
como yo, visionario y entusiasta,
era el amor que te ofrecí; inocente,
como mi alma.

III

Ignoto, como ráfaga perdida,
ardiente, como lágrima callada,
torcido, desolado, borrascoso,
amor de paria.

IV

Triste como el destello de la luna,
solo, como la luna solitaria,
es el recuerdo de ese amor maldito,
como mi alma.



Pedro Salinas

la difícil

-- de Pedro Salinas --

En los extremos estás
de ti, por ellos te busco.
Amarte: ¡qué ir y venir
a ti misma de ti misma!
para dar contigo, cerca,
¡qué lejos habrá que ir!
amor: distancias, vaivén
sin parar.
En medio del camino, nada.
No, tu voz no, tu silencio.
Redondo, terso, sin quiebra,
como aire, las preguntas
apenas le rizan,
como piedras, las preguntas
en el fondo se las guarda.
Superficie del silencio
y yo mirándome en ella.
Nada, tu silencio, sí.
O todo tu grito, sí.
Afilado en el callar,
acero, rayo, saeta,
rasgador, desgarrador,
¡qué exactitud repentina
rompiendo al mundo la entraña,
y el fondo del mundo arriba,
donde él llega, fugacísimo!
todo, sí, tu grito, sí.
Pero tu voz no la quiero.



Pedro Salinas

el alma tenías

-- de Pedro Salinas --

Tan clara y abierta,
que yo nunca pude
entrarme en tu alma.
Busqué los atajos
angostos, los pasos
altos y difíciles...
A tu alma se iba
por caminos anchos.
Preparé alta escala
soñaba altos muros
guardándote el alma
pero el alma tuya
estaba sin guarda
de tapial ni cerca.
Te busqué la puerta
estrecha del alma,
pero no tenía,
de franca que era,
entradas tu alma.
¿En dónde empezaba?
¿acababa, en dónde?
me quedé por siempre
sentado en las vagas
lindes de tu alma.



Pedro Salinas

sin voz, desnuda

-- de Pedro Salinas --

Sin armas. Ni las dulces
sonrisas, ni las llamas
rápidas de la ira.
Sin armas. Ni las aguas
de la bondad sin fondo,
ni la perfidia, corvo pico.
Nada. Sin armas. Sola.
Ceñida en tu silencio.
«Sí» y «no», «mañana»y «cuando»,
quiebran agudas puntas
de inútiles saetas
en tu silencio liso
sin derrota ni gloria.
¡Cuidado!, que te mata
fría, invencible, eterna
eso, lo que te guarda,
eso, lo que te salva,
el filo del silencio que tú aguzas.



Pedro Soto de Rojas

Fénix, santelmo en el mar de amor

-- de Pedro Soto de Rojas --

Si lucha con el casco el Euro fuerte,
los deshojados árboles desgaja,
arrebata el timón, las tablas raja,
nada perdona a que su furia acierte.

Teme el piloto la contraria suerte
y el marinero en partes mil trabaja,
porque en mil partes mira la mortaja
que el mar previene a su vecina muerte.

Pero si el Euro de los Celos llega
al instable bajel, mi pensamiento
no sólo en embestir no se acobarda,

mas el piloto Vista el temor niega,
descansa el marinero Entendimiento,
porque el Santelmo Fénix va en su guarda.



Pedro Soto de Rojas

Lisonjea al Genil porque tercie en su amor

-- de Pedro Soto de Rojas --

Saca, Genil, de tu nevada gruta
los corvos cuernos de cristal luciente;
alza con los remansos la corriente
y echa la vista en tu ribera enjuta:

a Flora en flores y a Pomona en fruta
coronando verás tu anciana frente,
y a la ninfa que es menos obediente
tus pies besando, humilde más que astuta.

En tu arena verás mi ingrata hermosa,
pomposa causa de tu honor florido,
y dirásle mi herida lastimosa.

Mi herida... Y guarda si te niega oído:
del pie veloz la estampa rigurosa
será consuelo de mi amor perdido.



José María Heredia

el ay de mí. letrilla

-- de José María Heredia --

¡cuán difícil es al hombre
hallar un objeto amable
con cuyo amor inefable
pueda llamarse feliz!
y si este objeto resulta
frívolo, duro, inconstante
¿qué resta al mísero amante
sino exclamar ¡ay de mí!
el amor es un desierto
sin límites, abrasado,
en que a muy pocos fue dado
pura delicia sentir.
Pero en sus mismos dolores
guarda mágica ternura,
y hay siempre cierta dulzura
en suspirar ¡ay de mí!



José María Heredia

El ay de mí

-- de José María Heredia --

¡Cuán difícil es al hombre
hallar un objeto amable
con cuyo amor inefable
pueda llamarse feliz!

Y si este objeto resulta
frívolo, duro, inconstante
¿Qué resta al mísero amante
sino exclamar ¡ay de mí!

El amor es un desierto
sin límites, abrasado,
en que a muy pocos fue dado
pura delicia sentir.

Pero en sus mismos dolores
guarda mágica ternura,
y hay siempre cierta dulzura
en suspirar ¡ay de mí!



José Tomás de Cuellar

Crepúsculo en el mar

-- de José Tomás de Cuellar --

ES la hora del crepúsculo sombrío;
Estamos en el mar;
No sé qué tiene esta hora vespertina
Que donde quiera á mi cansado espíritu
Invita á meditar.

Guarda no sé qué singular misterio
De un lúgubre pesar,
No sé qué amarga lentitud sombría,
Qué triste acabamiento melancólico
De caída magestad.

No sé qué tienen esa luz y el aire.
No sé qué tiene el mar;
Pero aire, mar y luz traen á mi alma,



José Tomás de Cuellar

La hoja de laurel

-- de José Tomás de Cuellar --

AL leerte unos versos, de tus ojos
Vi una brillante lágrima brotar.
Hay de común al alma una esperanza.
Hay un Dios, y una fé y una verdad.

La lágrima que brota á mis acentos
De alguna flor del alma es dulce miel;
Cuando la arranco, avara el alma mía
La guarda como una hoja de laurel.



José Ángel Buesa

canción del amor lejano

-- de José Ángel Buesa --

Ella no fue, entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más; y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene más reflejos.
Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.
Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.
Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.
Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.
Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.



Juan Bautista Arriaza

A Olimpia cantando

-- de Juan Bautista Arriaza --

Guarda, Olimpia, esa boca seductora,
que dulcemente canta y dulce ríe,
para aquel orgulloso que se engríe
de que ninguna gracia le enamora.

El ejemplo de un alma que te adora,
por mas que de tus ojos se desvíe,
hará que el más soberbio desconfíe
de no rendirse a la fatal cantora.

Yo el suave olor que de tus labios parte,
y aun el tacto evité de tus vestidos,
y los ojos cerré por no mirarte;

pero al sonar tu voz en mis oídos,
Olimpia, vi que para no adorarte,
es menester quedarse sin sentidos.



Juan de Arguijo

Casandra

-- de Juan de Arguijo --

Cuando en horror medroso y ciego espanto
Por los teucros discurre Alecto airada,
Y el impío acero de la griega espada
Hace crecer con frigia sangre el Janto,

Entre los gritos y confuso llanto
De la mísera gente descuidada
Alza la voz Casandra, arrebatada
De profético aliento y furor santo.

«En tus cenizas, dice, ¡oh patria cara!
Se guarda el fuego cuya llama ardiente
Hará costosa á Grecia esta vitoria.

»Otra renacerá de tí mas clara
Troya, por quien tu nombre eternamente
Vuelva á vivir en mas dichosa historia.»



Juan de Tassis y Peralta

a josefa vaca, reprendiéndola su marido

-- de Juan de Tassis y Peralta --

«oiga, josefa, y mire que ya pisa
esta corte del rey, cordura tenga;
mire que el vulgo en murmurar se venga
y el tiempo siempre sin hablar avisa.
»Por nuestra santa y celestial divisa,
que de hablar con los príncipes se abstenga,
y aunque uno y otro duque a verla venga,
su marido no más, su honor, su misa».
Dijo morales y rezó su poco,
mas la josefa le responde airada:
«¡oh, lleve el diablo tanto guarda el coco!
»¡mal haya yo si fuese más honrada!»
pero como ella es simple y él es loco,
«miró al soslayo, fuese y no hubo nada».



Gabriel García Moreno

A la patria (García Moreno)

-- de Gabriel García Moreno --

Patria adorada, que el fatal destino
en fácil presa a la ambición condena;
donde en eterno, oscuro torbellino,
el huracán del mal se desenfrena:

¡ay! ¿para ti no guarda el Ser Divino
alguna aurora sin dolor serena,
alguna flor que adorne tu camino,
alguna estrella de esperanza llena?

Si dicha y paz propicio te reserva,
que su potente mano te liberte 1
del férreo yugo de ambición proterva;

o si no, que los rayos de la muerte
mi pecho hieran, antes que, vil sierva,
pueda infeliz encadenada verte.



Gertrudis Gómez de Avellaneda

El pescador (Avellaneda)

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

Reina la noche: mis ojos
Desde una estrecha ventana
Contemplan inmensidades
Que apenas la mente abarca.

La gran bóveda del cielo,
De estrellas mil recamada,
Matiza su azul oscuro
Con leves nubes de nácar.

La Osa brilla ante mi vista,
Y á mi derecha levanta
Con lentitud majestuosa
La Luna su frente pálida.

A sus tibios resplandores,
Que argentan del mar las aguas,
Miro elevarse al castillo,
De la ciudad noble guarda:



Gertrudis Gómez de Avellaneda

En la muerte del laureado poeta señor don Manuel José Quintana

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

Cantos de regocijo y de victoria
Nuestras voces alzaron aquel día
Que regia mortal mano te ceñía
Mezquino lauro de terrestre gloria:

Y hoy que a la voz de tu Hacedor acudes,
A recibir la fúlgida diadema
Que la inmutable Majestad Suprema
Guarda en la eterna patria a las virtudes

Hoy nuestra flaca condición humana
Su aliento en vano a remontar aspira
¡No le es dado arrancar, noble Quintana,
Ni un tierno adiós de la enlutada ¡ira!

Que aunque la Fe con resplandor divino
La densa noche del sepulcro alumbre,
Y la Esperanza hasta la excelsa cumbre
Vuele, mostrando tu triunfal camino;

Aquí -al mirar tus fúnebres despojos
A la tierra volver- sólo nos queda,
Con tu corona, que la España hereda,
¡Duelo en el corazón llanto en los ojos!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxiv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Como guarda el avaro su tesoro,
guardaba mi dolor;
le quería probar que hay algo eterno
a la que eterno me juró su amor.
Mas hoy le llamo en vano y oigo al tiempo
que le agotó, decir:
¡ah, barro miserable, eternamente
no podrás ni aun sufrir!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

¿será verdad que cuando toca el sueño
con sus dedos de rosa nuestros ojos,
de la cárcel que habita huye el espíritu
en vuelo presuroso?
¿será verdad que, huésped de las nieblas,
de la brisa nocturna al tenue soplo,
alado sube a la región vacía
a encontrarse con otros?
¿y allí desnudo de la humana forma,
allí los lazos terrenales rotos,
breves horas habita de la idea
el mundo silencioso?
¿y ríe y llora y aborrece y ama
y guarda un rastro del dolor y el gozo,
semejante al que deja cuando cruza
el cielo un meteoro?
¡yo no sé si ese mundo de visiones
vive fuera o va dentro de nosotros:
lo que sé es que conozco a muchas gentes
a quienes no conozco!



Gutierre de Cetina

ved si el amor, señora, es cauteloso

-- de Gutierre de Cetina --

Ved qué desigualdad guarda en sus fueros,
que mi daño mayor nace de veros
y de no os ver un mal más peligroso.
Mirándoos, siento el alma en un rabioso
deseo que jamás puedo moveros;
no viéndoos aquella ansia de quereros
me hace el desear más trabajoso;
no viéndoos, se enflaquece el sufrimiento;
en viéndoos, me desmayo y acobardo
y a los pies del dolor queda el sentido.
Ved, pues, si es nueva suerte de tormento:
que el peligro mayor de que me guardo
es el bien que con más congoja pido.



Gutierre de Cetina

pasan tan prestos los alegres días

-- de Gutierre de Cetina --

Volando sin parar apresurados,
y del perdido bien acompañados
llevan tras sí las esperanzas mías.
Mas los que traen las ansias, las porfías,
temor, recelos, bascas y cuidados,
éstos pasan despacio, tan pesados,
que parece que van por otras vías.
Pues si no muda el sol su movimiento,
si regla cierta en sus caminos guarda,
si no se puede errar orden del cielo,
las horas enojosas del tormento
¿por qué tan luengas son? ¿cómo se tarda?
y las alegres, ¿quién las lleva en vuelo?



A Filis (Estébanez Calderón)

-- de El Solitario --

¿Quién tu rostro divino, Fili hermosa,
que en esplendor venciera el claro día,
intentó marchitar con mano impía
sembrando gualda en su azucena y rosa?

Tus ojos de paloma cariñosa,
que do quieran llevaban la alegría,
¿quién los pudo eclipsar, di, vida mía,
empañando su gloria luminosa?

Venus fue la que en cólera y fiereza
ajó tu flor con pecho vengativo,
envidiando tu lumbre y gentileza.

Pero Amor, que es tu guarda compasivo
te volvió con un beso tu belleza,
aumentando con otro tu atractivo.



Ventura Ruiz Aguilera

La Patria

-- de Ventura Ruiz Aguilera --

Queriendo yo un dia
Saber qué es la Pátria,
Me dijo un anciano
Que mucho la amaba:

«La Patria se siente;
No tienen palabras
Que claro la expliquen
Las lenguas humanas.

»Allí, donde todas
Las cosas nos hablan
Con voz que hasta el fondo
Penetra del alma;

»Allí, donde empieza
La breve jornada
Que al hombre en el mundo
Los cielos señalan;

»Allí, donde el canto
Materno arrullaba
La cuna que el Ángel
Veló de la guarda;



Vicente Riva Palacio

La vejez

-- de Vicente Riva Palacio --

Mienten los que nos dicen que la vida
Es la copa dorada y engañosa
Que si de dulce néctar se rebosa
Ponzoña de dolor guarda escondida.

Que es en la juventud senda florida
Y en la vejez, pendiente que escabrosa
Va recorriendo el alma congojosa,
Sin fe, sin esperanza y desvalida.

¡Mienten! Si a la virtud sus homenajes
el corazón rindió con sus querellas
no contesta del tiempo a los ultrajes;

que tiene la vejez horas tan bellas
como tiene la tarde sus celajes,
como tiene la noche sus estrellas.



Andrés Bello

A la victoria de Bailén

-- de Andrés Bello --

Rompe el león soberbio la cadena
con que atarle pensó la felonía,
y sacude con noble bizarría
sobre el robusto cuello la melena.

La espuma del furor sus labios llena,
y a los rugidos que indignado envía,
el tigre tiembla en la caverna umbría,
y todo el bosque atónito resuena.

El león despertó; ¡temblad, traidores!
lo que vejez creísteis, fue descanso;
las juveniles fuerzas guarda enteras.

Perseguid alevosos cazadores,
a la tímida liebre, al ciervo manso;
¡no insultéis al monarca de las fieras!



Antonio Machado

La primavera

-- de Antonio Machado --

Más fuerte que la guerra --espanto y grima--
cuando con torpe vuelo de avutarda
el ominoso trimotor se encima
y sobre tu vano techo se retarda,
hoy tu alegre zalema el campo anima,
tu claro verde el chopo en yemas guarda.
Fundida irá la nieve de la cima
al hielo rojo de la tierra parda.
Mientras retumba el monte, el mar humea,
da la sirena el lúgubre alarido,
y en el azul el avión platea,
¡cuán agudo se filtra hasta mi oído,
niña inmortal, fatigable dea,
el agrio son de tu rabel florido!



Antonio Machado

Sonetos escritos en una noche de bombardeo en Rocafort: I

-- de Antonio Machado --

Mas fuerte que la guerra -espanto y grima-
Cuando con torpe vuelo de avutarda
El ominoso trimotor se encima,
y sobre el vano techo se retarda,
Hoy tu alegre zalema el campo anima,
En claro verde el chopo en yemas guarda.
Fundida irá la nieve de la cima
El hielo rojo de la tierra parda
Mientras retumba el monte, el mar humea,
Da la sirena el lúgubre alarido,
Y en el azul el avión platea
¡Cuan agudo se filtra hasta mi oido
Niña inmortal, infatigable dea,
El agrio son de tu rabel florido!



Antonio Machado

Me dijo un alba de la primavera

-- de Antonio Machado --

Me dijo un alba de la primavera:
—Yo florecí en tu corazón sombrío
ha muchos años, caminante viejo
que no cortas las flores del camino.
Tu corazón de sombra, ¿acaso guarda
el viejo aroma de mis viejos lirios?
¿Perfuman aun mis rosas la alba frente
del hada de tu sueño adamantino?
Respondí a la mañana:
—Sólo tienen cristal los sueños míos.
Yo no conozco el hada de mis sueños,
ni sé si está mi corazón florido.
Pero si aguardas la mañana pura
que ha de romper el vaso cristalino,
quizás el hada te dará tus rosas;
mi corazón, tus lirios.



Antonio Machado

¿Y ha de morir contigo el mundo mago?

-- de Antonio Machado --

¿Y ha de morir contigo el mundo mago
donde guarda el recuerdo
los hálitos más puros de la vida,
la blanca sombra del amor primero,
la voz que fue a tu corazón, la mano
que tú querías retener en sueños,
y todos los amores
que llegaron al alma, al hondo cielo?
¿Y ha de morir contigo el mundo tuyo,
la vieja vida en orden tuyo y nuevo?
¿Los yunques y crisoles de tu alma
trabajan para el polvo y para el viento?



Antonio-Plaza-Llamas

desencanto

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

Nuestra senda regada está de llanto,
el placer del placer es el suicidio,
detrás de la ilusión está el fastidio
y detrás del fastidio el desencanto.

Lleno yo de fastidio y de quebranto,
sin fuerza ya contra la suerte lidio,
y muerto para el mundo, sólo envidio
a los muertos que guarda el camposanto.

El infierno sus furias desenfrena,
viento de maldición en torno zumba,
que a penar el destino me condena,

y he de pensar hasta que al fin sucumba;
con el peso brutal de la cadena,
que arrastra el hombre hasta la negra tumba..



Antonio Ros de Olano

El conde don Julián

-- de Antonio Ros de Olano --

Dentro el alcázar de doblado muro,
frontero al campo de Tarik, leía
en letra de Florinda, y repetía,
aún de sus mismos ojos mal seguro:

«Cerró mi boca con su labio impuro...
¡Hembra débil, su fuerza me oprimía!
Por vos fiada a quien su guarda os fía,
mi afrenta acusa al forzador perjuro...»

Y, al sacudir la gótica melena,
león que yerra el salto carnicero,
subió al adarbe, descolló en la almena;

Padre ofendido, desciñó el acero;
tendió la puente; y la cristiana arena
manchó la planta del traidor primero.



Anónimo

El nacimiento de Bernardo

-- de Anónimo --

En los reinos de León
el casto Alfonso reinaba;
hermosa hermana tenía,
doña Jimena se llama;
enamorárase de ella
ese conde de Saldaña,
mas no vivía engañado,
porque la infanta lo amaba.
Muchas veces fueron juntos,
que nadie lo sospechaba;
de las veces que se vieron
la infanta quedó preñada.
La infanta parió a Bernardo,
y luego monja se entraba.
Mandó el rey prender al conde
y ponerle muy gran guarda.



Mauricio Bacarisse

La tortuga del catolicismo

-- de Mauricio Bacarisse --

La cúpula del Escorial, bajo el bautismo
del agresivo sol que irrita, ciega y daña,
es el caparazón de hipocondría y saña
de la inmensa tortuga del catolicismo.

Tartamudea el esquilón en la espadaña...
Guarda el macizo templo que se agobia a sí mismo
el detestable gusto del jesuitismo
sobre el triste panteón de los reyes de España.

... Un inquisitorial esfuerzo de pigricia
de Felipe y de Herrera. La fe que ajusticia
le ha dado al Monasterio color de ictericia.

¡Siniestro galápago, grave, ocre y moroso,
simbolizas la fuerza estéril del coloso
que al encontrarse feo se torna bilioso!



Medardo Ángel Silva

Fragmento inédito de La divina comedia

-- de Medardo Ángel Silva --

Vimos los laberínticos senderos interiores
—ideas como larvas y monstruos roedores—:
toda la fauna y flora que nutren el Espanto
y la Locura...

El aire sabía a sangre y llanto.
Y llegamos al círculo postrer de condenados,
y yo dije:

—Maestro: ¿y esos puños crispados?
¡Y esos ojos de vértigo cuya mirada brilla
como la del felino que guarda su caverna?
¿Y aquella faz exangüe de fiebre y pesadilla?...

Y Él: —Es un buscador de la Verdad Eterna.



Meira Delmar

cedros

-- de Meira Delmar --

Mis ojos niños vieron
ha mucho tiempo alzarse
hasta la nube un vuelo
de sucesivos verdes
que el aire en torno
embalsamaban
con tranquila insistencia.
El silencio se oía como una
música suspendida de repente,
y en mi pecho crecía
el asombro.
La voz del padre, entonces,
inclinóse a mi oído
para decirme, quedo:
son los cedros del líbano
hija mía.
Mil años hace, acaso
mil más, que medran
a las plantas de dios.
Guarda su imagen
en la frente y la sangre.
Nunca olvides
que miraste de cerca
la belleza.
Y desde aquella hora
tan lejana,
algo en mí se renueva
y estremece
cuando topo en las hojas
de algún libro
su memoriosa estampa.
!--Img



Miguel Unamuno

El volcán de fango

-- de Miguel Unamuno --

Vuelve á erumpir aquel volcán de cieno
que guarda en su cogollo nuestra Europa
y sobre España vierte de su copa
las heces bien yeldadas con veneno.

A fuerza nos las mete con barreno
sabiendo bien que aquello con que topa,
no se limpia después ni aun con garlopa
que en su rasgar nos desgarrara el seno.



Guarda mundo tu flaca fortaleza

-- de Juan Díaz Rengifo --

Guarda mundo tu flaca fortaleza,
fortaleza de carne no la quiero,
quiero servir a Aquel, en quien, si espero,
espero hará de roble mi flaqueza.

Flaqueza en la virtud es gran vileza,
vileza no consiente un caballero,
caballero en la sangre, no en dinero,
dinero, que oscurece la nobleza,

nobleza verdadera en Dios se halla,
hállala el que, a sí mismo despreciando,
preciando solo a Dios, en él se honra.

Honra Dios a los suyos, cuando calla,
calla porque en silencio está ayudando,
dando paciencia y honra en la deshonra.



Juan Meléndez Valdés

de las riquezas oda x

-- de Juan Meléndez Valdés --

Ya de mis verdes años
como un alegre sueño
volaron diez y nueve
sin saber dónde fueron.
Yo los llamo afligido,
mas pararlos no puedo,
que cada vez más huyen
por mucho que les ruego;
y todos los tesoros
que guarda en sus mineros
la tierra, hacer no pueden
que cesen un momento.
Pues lejos, ea, el oro;
¿para qué el afán necio
de enriquecerse a costa
de la salud y el sueño?
si más gozosa vida
me diera a mí el dinero,
o con él las virtudes
encerrara en mi pecho,
buscáralo, ¡ay!, entonces
con hidrópico anhelo;
pero si esto no puede,
para nada lo quiero.



Juan Meléndez Valdés

De las riquezas: Oda X

-- de Juan Meléndez Valdés --

Ya de mis verdes años
como un alegre sueño
volaron diez y nueve
sin saber dónde fueron.

Yo los llamo afligido,
mas pararlos no puedo,
que cada vez más huyen
por mucho que les ruego;

y todos los tesoros
que guarda en sus mineros
la tierra, hacer no pueden
que cesen un momento.

Pues lejos, ea, el oro;
¿para qué el afán necio
de enriquecerse a costa
de la salud y el sueño?

Si más gozosa vida
me diera a mí el dinero,
o con él las virtudes
encerrara en mi pecho,

buscáralo, ¡ay!, entonces
con hidrópico anhelo;
pero si esto no puede,
para nada lo quiero.



Juan Nicasio Gallego

A San Fernando

-- de Juan Nicasio Gallego --

Desciende de las fúlgidas mansiones,
ilustre leonés, santo guerrero;
muévate a compasión el trono ibero
que en el Betis plantaron tus legiones.

No tiene ya Corteses ni Colones
que rindan a sus pies otro hemisferio:
el que era envidia ayer del orbe entero
ludibrio es hoy de reyes y naciones.

Mira a tu nieta, cándida, inocente,
que en infantiles juegos divertida
ni aun el rumor de la borrasca siente.

Guarda y protege su preciosa vida,
y esa corona trémula en su frente
de mi contrarios vientos combatida.



Juan Ruiz Arcipreste de Hita

libro de buen amor 106

-- de Juan Ruiz Arcipreste de Hita --

Santa virgen escogida,
de dios madre muy amada,
en los çielos ensalçada,
del mundo salud e vida.
Del mundo salud e vida,
de muerte destruimiento,
de gracia llena complida
de coytados salvamiento,
de aqueste dolor que siento,
en presión sin meresçer,
tú me deña estorçer,
con el tu defendimiento.
Con el tu defendimiento,
non catando mi maldad,
nin el mi meresçimiento,
mas la tu propia bondad,
que confieso en verdat,
que só pecador errado,
de ti sea ayudado,
por la tu virginidad.
Por la tu virginidad,
que non ha comparaçión,
nin oviste egualdad,
en obra e entençión,
complida de bendiçión;
pero non só meresçiente,
venga a ti, señora, en miente
de complir mi petiçión.
De complir mi petiçión,
como a otros ya compliste,
de tan fuerte tentaçión,
en que só coytado triste:
pues poder as, et oviste,
tú me guarda en tu mano,
bien acorres muy de llano
al que quieres, et quisiste.
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índice de la obra
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Julio Flórez

Flores negras

-- de Julio Flórez --

Poem

Oye: bajo las ruinas de mis pasiones, y en el fondo de esta alma que ya no alegras, entre polvos de ensueños y de ilusiones yacen entumecidas mis flores negras.

Ellas son el recuerdo de aquellas horas en que presa en mis brazos te adormecías, mientras yo suspiraba por las auroras de tus ojos, auroras que no eran mías.

Ellas son mis dolores, capullos hechos; los intensos dolores que en mis entrañas sepultan sus raíces, cual los helechos en las húmedas grietas de las montañas.

Ellas son tus desdenes y tus reproches ocultos en esta alma que ya no alegras; son, por eso, tan negras como las noches de los gélidos polos, mis flores negras.

Guarda, pues, este triste, débil manojo, que te ofrezco de aquellas flores sombrías; guárdalo, nada temas, es un despojo del jardín de mis hondas melancolías.



Evaristo Carriego

La música lejana que nos llega

-- de Evaristo Carriego --

Accede, te lo ruego así. Dejemos
— mientras se enfría el té que has preparado
de leer el capítulo empezado:
amada, cierra el libro y escuchemos...

Y calla, por favor... Guarda tus finas
burlas: ten la vergüenza, no imposible,
de que tu dulce voz halle insensible
rebelde el corazón que aún dominas.

¿Ves? Llega como un breve pensamiento
que pone en fuga el arrepentimiento...

Bebe toda la onda, hermana mía,
no dejes en la copa nada, nada...
Emborráchate, amada:
la música es el vino hecho armonía.



Evaristo Carriego

Visiones del crepúsculo

-- de Evaristo Carriego --

Ya la tarde libra el combate postrero,
en las flechas de oro que lanza el ocaso,
y se va — como un príncipe, caballero
en el rojo corcel del Ocaso. —

Se ahonda el misterio de las lejanías,
misterio sombreado de tinte mortuorio,
y el barrio se puebla de las letanías
que llegan del negro, cercano velorio.

Empieza a caer la nieve... Dulcemente,
un rumor de canciones resuena
en el patio del conventillo de enfrente,
que, en ritmos alegres, oculta una pena...

Las mozas, dicen sus ansias juveniles...
— La salud se hizo canto en sus bocas,
como en una lira de cuerdas viriles
que guarda un deseo de imágenes locas:



Fernando de Herrera

Quién debe, sino yo, acabar el llanto

-- de Fernando de Herrera --

¿Quién debe, sino yo, acabar el llanto;
que de mis esperanzas derribado,
me veo en tal miseria y apartado
de aquella luz que ausente alabo y canto?

Mi alma no soporta pesar tanto,
y el nudo que la estrecha desatado,
ligera ira con vuelo acelerado,
sin descansar siguiendo su ardor santo.

Si esta indigna corteza la retarda,
y lenta engaña el gozo de su gloria,
corta, Amor, corta presto el flaco aliento;

que sólo el bien que en mi dolor me guarda,
por la vida que pierdo tal victoria
dará, que en precio exceda a mi tormento.



Francisco de Aldana

Es tanto el bien

-- de Francisco de Aldana --

Es tanto el bien que derramó en mi seno,
piadoso de mi mal, vuestro cuidado,
que nunca fue tras mal bien tan preciado
como este tal, por mí de bien tan lleno.

Mal que este bien causó jamás ajeno
sea de mí, ni de mí quede apartado,
antes, del cuerpo al alma trasladado,
se reserve de muerte un mal tan bueno.

Mas paréceme ver que el mortal velo,
no consintiendo al mal nuevo aposento,
lo guarda allá en su centro el más profundo;

sea, pues, así: que el cuerpo acá en el suelo
posea su mal, y al postrimero aliento
gócelo el alma y pase a nuevo mundo.



Francisco de Quevedo

enseña a morir antes

-- de Francisco de Quevedo --

Senor don juan, pues con la fiebre apenas
se calienta la sangre desmayada,
y por la mucha edad, desabrigada,
tiembla, no pulsa, entre la arteria y venas;
pues que de nieve están las cumbres llenas,
la boca, de los años saqueada,
la vista, enferma, en noche sepultada,
y las potencias, de ejercicio ajenas,
salid a recibir la sepoltura,
acariciad la tumba y monumento;
que morir vivo es última cordura.
La mayor parte de la muerte siento
que se pasa en contentos y locura,
y a la menor se guarda el sentimiento.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



Francisco Sosa Escalante

A la Sra. A...

-- de Francisco Sosa Escalante --

Si te es amarga la verdad, perdona;
Mas permite que te diga mi cariño
Que te alejes de aquí; te aguarda el niño
Que es de una madre la mejor corona.

Quien de modestia y de virtud blasona,
No há menester tan esmerado aliño,
Ni sus formas blanquísimas de armiño
A las torpes miradas abandona.

Vaso es que guarda celestial perfume
De la mujer casada la belleza,
Para el santuario del hogar tan solo.

Aléjate de aquí, pues se consume
Del corazón amante la pureza.
En donde imperan la lisonja, el dolo.



Francisco Sosa Escalante

Carmen

-- de Francisco Sosa Escalante --

No hay en la tumba que te guarda, flores;
Tu nombre nada más, casi borrado,
Recuerda al caminante descuidado
El término fatal de tus amores.

Del sol á los postreros resplandores
Evocando memorias, he llegado
Sin saberlo hasta aquí, y he recordado
¡Oh Cármen! tus hechizos seductores

Ya todos te olvidaron; fuiste un dia,
Cármen hermosa, la gentil sultana
A quien la alegre juventud rendia

Tributo por su gracia soberana,
Y hoy que descansas en la tumba fria
Ya nadie piensa en tí; ¡miseria humana!



Francisco Sosa Escalante

Humildad (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Al ver cuál vive en tormentosa lidia
Quien la cumbre tocó de la grandeza,
Bendigo mi humildad y mi pobreza,
Libre del dardo de la negra envidia.

La horrible ingratitud y la perfidia
No habré de lamentar; mi fortaleza
La torpe adulación con su vileza
No expone á sucumbir; jamás la insidia.

Amigos fieles á estrechar mi mano
Vendrán; no en pos del esplendor del oro
Sino de afecto fraternal y sano.

Que en mi modesto hogar no hay más tesoro
Que aquel que guarda corazón cristiano
Que goza con el bien y enjuga el lloro.



Francisco Villaespesa

a rogelio buendía manzano. poeta joven IV

-- de Francisco Villaespesa --

No volveré a gozar en tu mirada
la luz del paraíso, ni el fragante
reposo de tu seno palpitante
servirá a mis cansancios de almohada,
que un ángel silencioso, con su espada
de fuego, en los umbrales vigilante,
guarda la estrecha puerta de diamante
de mi perdido edén única entrada.
Jamás mi alma renacer espera
en la paz de tu eterna primavera.
Para siempre tus rosas he perdido...
¡Oh paraíso de mi amor postrero,
cuya entrada defiende con su acero
el ángel silencioso del olvido!



Ramón de Campoamor

El gran festín

-- de Ramón de Campoamor --

De un junco desprendido a una corriente
un gusano cayó,
y una trucha, saltando de repente,
voraz se lo tragó.
Un martín-pescador cogió a la trucha
con carnívoro afán;
y al pájaro después, tras fiera lucha,
lo apresó un gavilán.
Vengando esta cruel carnicería,
un diestro cazador
dio un tiro al gavilán que se comía
al martín-pescador.
Pero,¡ay!, al cazador desventurado
que al gavilán hirió,
por cazar sin licencia y en vedado,
un guarda le mató.
A otros nuevos gusanos dará vida
del muerto la hediondez,
para volver, la rueda concluida,
a empezar otra vez.
¿Y el amor? ¿Y la dicha? Los nacidos
¿no han de tener más fin
que el de ser comedores y comidos
del Universo en el atroz festín?...



Ramón López Velarde

El sueño de la inocencia

-- de Ramón López Velarde --

Soñé que comulgaba, que brumas espectrales
envolvían mi pueblo, y que Nuestra Señora
me miraba llorar y anegar su Santuario.

Tanto lloré, que al fin mi llanto rodó afuera
e hizo crecer las calles como en un temporal;
y los niños echaban sus barcos papeleros,
y mis paisanas, con la falda hasta el huesito,
según se dice en la moda de la provincia,
cruzaban por mi llanto con vuelos insensibles,
y yo era ante la Virgen, cabizbaja y benévola,
el lago de las lágrimas y el río de respeto...

Casi no he despertado de aquella maravilla
que enlazará mis Ultimos óleos con mi Bautismo;
un día quise ser feliz por el candor,
otro día, buscando mariposas de sangre,
mas revestido yo con la capa de polvo
de la santa experiencia, sé que mi corazón
hinchado de celestes y rojas utopías,
guarda aun su inocencia, su venero de luz;
¡el lago de lágrimas y el río del respeto!



Rubén Darío

abrojo iv

-- de Rubén Darío --

En el kiosco bien oliente
besé tanto a mi odalisca
en los ojos, en la frente,
y en la boca y las mejillas,
que los besos que le he dado
devolverme no podría
ni con todos los que guarda
la avarienta de la niña
en el fino y bello estuche
de su boca purpurina.



Rubén Darío

Abrojo IV (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

En el kiosco bien oliente
besé tanto a mi odalisca
en los ojos, en la frente,
y en la boca y las mejillas,
que los besos que le he dado
devolverme no podría
ni con todos los que guarda
la avarienta de la niña
en el fino y bello estuche
de su boca purpurina.



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