Ejemplos con sacos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los sacos, cajas y arcas rodaban de parte a parte, y algunos caian sobre la gente, sin poder nadie sosegar ni parados ni sentados, ni aun echados.
Y mi papá recibe todos los años, de renta, más de doce sacos de harina, quince arrobas de manteca y dos cajas de azúcar de la Habana.
Además de la espetera y medio bosque de leña y otros objetos propios del lugar, se veían allí una montura completa de caballo, dos escopetas, una carabina, un cuchillo de monte y un morral de caza, un banco de carpintero con todas las herramientas, dos ruedas de carro, a medio hacer, madera labrada para otras tantas, tres sacos llenos de grano, una gata con seis hijuelos recién nacidos, varias pieles de oso, una piedra de afilar, de una vara de diámetro, montada sobre su pilón correspondiente, y ¡qué sé yo cuántas cosas más! En ciertos pueblos se vive en la cocina durante el invierno, y el invierno duraba ocho meses en aquel pueblo.
Pero se tranquilizaba al considerar la solidez de la bóveda: vigas y sacos de tierra se sucedían en un espesor de varios metros.
De los sacos de lona que les servían de maletas sacaban sus trajes del tiempo de paz, cuando trabajaban en los vapores de carga, en los veleros que van a Terranova o en simples barcas de pesca costera.
Era una reminiscencia de su buena época, cuando manejaba en la estancia sacos de trigo y fardos de cueros.
Los pesados camiones de la Intendencia, llenos de sacos, eran saludados por el entusiasmo general: ¡Viva el ejército! Los soldados en traje de mecánica que iban tendidos en la cúspide de la pirámide rodante contestaban a la aclamación moviendo los brazos y profiriendo gritos que nadie llegaba a entender.
Todas las alegrías de una buena ama de llaves las conoció al contemplar los tesoros guardados en su cocina: grandes latas de carne en conserva, pirámides de botes, sacos de legumbres secas.
Los fuertes se armaban con nuevos cañones, desaparecían bajo los picos de la demolición oficial las casuchas elevadas en la zona de tiro durante los años de paz, los árboles de las avenidas exteriores caían cortados para ensanchar el horizonte, barricadas de sacos de tierra y de troncos obstruían las puertas de las antiguas murallas.
Unos se desplomaron como sacos medio vacíos, otros rebotaron en el suelo lo mismo que pelotas, algunos dieron un salto de gimnasta, con los brazos en alto, cayendo de espaldas o de bruces, en una actitud de nadador.
Estos almacenes, llamados abrigos , eran profundas madrigueras, pozos oblicuos reforzados con sacos de tierra y maderos.
Y saliendo al encuentro de estas mercancías que se iban, los rosarios de descargadores alineaban las que llegaban: colinas de carbón procedentes de Inglaterra, sacos de cereales del mar Negro, bacalaos de Terranova, que sonaban como pergaminos al caer en el muelle, impregnando el ambiente de polvo de sal, tablones amarillentos de Noruega, que conservaban el perfume de los bosques resinosos.
Por aquídijo el oficial, al que se habían agregado cuatro soldados para llevar a hombros varios sacos y paquetes traídos por Desnoyers en el techo del automóvil.
Sobre las zanjas al aire libre habían atravesado vigas de las casas arruinadas, sobre las vigas, tablones, puertas, ventanas, y encima del maderaje varías filas de sacos de tierra.
Estos sacos estaban cubiertos por una capa de humus de la que brotaban hierbas, dando al lomo de la trinchera una placidez verde y pastoril.
No eran para visitas de paisanos estas zanjas descubiertas, a cien metros, a cincuenta metros del enemigo, sin otra defensa que alambrados y sacos de tierra.
Y buscaba con la vista los sacos traídos desde el automóvil por las tortuosidades del camino subterráneo.
Otras veces le cortaban el paso los auto-ametralladoras blindados, las grandes piezas arrastradas por tractores, los carros del aprovisionamiento con pirámides de sacos y cajas.
Sus ojos recibían igualmente una caricia del pasado al abarcar el espectáculo del puerto: vapores que humeaban, veleros con sus lonas tendidas al sol, baluartes de cajones de naranjas, pirámides de cebollas, murallas de sacos de arroz, compactas filas de barricas de vino panza contra panza.
Se pasaba horas enteras embobado, fija la vista maquinalmente en los racimos de uvas de cuelga que pendían del techo, o en los sacos de café hacinados en el ángulo más obscuro de la lonja, y sobre los cuales acostumbraba la difunta sentarse para hacer calceta.
¡A trabajar! Los campos estaban perdidos, había allí mucho que hacer, pero ¡cuando se tiene buena voluntad! Y desperezándose, este hombretón recio, musculoso, de espaldas de gigante, redonda cabeza trasquilada y rostro bondadoso sostenido por un grueso cuello de fraile, extendía sus poderosos brazos, habituados a levantar en vilo los sacos de harina y los pesados pellejos de la carretería.
El trigo, los sacos repletos que Batiste y su hijo subían al granero y al caer de sus espaldas hacían temblar el piso, conmoviendo toda la barraca, era lo que interesaba a la familia.
El primer toro ¡bueno! Todavía les causaba cierta ilusión el arrojo de los diestros, el valor de aquellos cuerpos esbeltos, nerviosos y ligeros que escapaban milagrosamente de entre las curvas astas, pero apenas comenzó la parte brutal del espectáculo y cayeron pesadamente como sacos de arena los infelices peleles forrados de amarillo, mientras el caballo escapaba, pisándose en su marcha los pingajos sangrientos como enormes chorizos, las jóvenes volvieron la cabeza con un gesto de asco y no quisieron mirar al redondel.
Las nueces lanzaban en sus sacos un alegre cloc-cloc cada vez que la mano del comprador las removía para apreciar su calidad, y un poco más adentro, como un tesoro difícil de guardar, estaba en pequeños sacos la aristocracia del casquijo, las bellotas dulzonas, atrayendo las miradas de los golosos.
Más allá, filas de sacos mostrando por sus abiertas bocas las patatas de Aragón, de barnizada piel, y tras ellos los , cohibidos y humildes, esperando quien les compre la cosecha, arrancada a una tierra ingrata en fuerza de arañar todo un año sus entrañas sin jugo.
Manejaban el con absoluta indiferencia, cual si los sacos de monedas lo fueran de patatas, y las resmas de billetes, papel de estraza.
Los jitanos hicieron alto, y todos juraban que ninguna cosa llevaban hurtada, y que ellos harian patentes todos los sacos y repuestos de su aduar: desto se congojó mucho la jitana vieja, temiendo en aquel escrutinio no se manifestasen los dijes de la Preciosa y los vestidos de Andres, que ella con gran cuidado y recato guardaba, pero la buena de la Carducha lo remedió con mucha brevedad todo, porque al segundo envoltorio que miraron, dijo que preguntasen cuál era el de aquel jitano gran bailador que ella habia visto entrar en su aposento dos veces, y que podria ser que aquel las llevase.
No ha media hora, ni aun un mediano momento, que me vi señor de reyes y de emperadores, llenas mis caballerizas y mis cofres y sacos de infinitos caballos y de innumerables galas, y agora me veo desolado y abatido, pobre y mendigo, y, sobre todo, sin mi mono, que a fe que primero que le vuelva a mi poder me han de sudar los dientes, y todo por la furia mal considerada deste señor caballero, de quien se dice que ampara pupilos, y endereza tuertos, y hace otras obras caritativas, y en mí solo ha venido a faltar su intención generosa, que sean benditos y alabados los cielos, allá donde tienen más levantados sus asientos.
Perdióse primero la Goleta, tenida hasta entonces por inexpugnable, y no se perdió por culpa de sus defensores, los cuales hicieron en su defensa todo aquello que debían y podían, sino porque la experiencia mostró la facilidad con que se podían levantar trincheas en aquella desierta arena, porque a dos palmos se hallaba agua, y los turcos no la hallaron a dos varas, y así, con muchos sacos de arena levantaron las trincheas tan altas que sobrepujaban las murallas de la fuerza, y, tirándoles a caballero, ninguno podía parar, ni asistir a la defensa.

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