Ejemplos con resignados

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Algunos la aceptan resignados, con la cabeza gacha, esperando que ella toque sus frentes, mientras que otros lloran y rasguñan el aire para evitar ese contacto.
Al recuerdo de amores contrariados no había que achatarlo, primero, porque ni su lenguaje, ni su rostro, delataban la tristeza apacible, pero indeleble, que deja en los resignados el dolor, y, además, porque los años todo lo aminoran, y ella contaba tantos, que bien podían haberle ido borrando del pensamiento las memorias tristes, por muchas que tuviese.
Mas los pasantes no fueron víctimas de esta superchería y los rostros lúgubres se convirtieron en rostros resignados.
Y gustan de esta solitaria plazoleta, que tiene un aroma antiguo de lágrimas enjugadas, de flores secas y de dolores resignados, donde hay un arbolillo triste y torcido y un balcón con flores, y en donde en la hora dulce del crepúsculo suena acaso un piano tocado por una bella y desconocida mujer, de lentas y melancólicas melodías, a las que las almas en ruinas de los fracasados ponen tal vez la letra de su íntimo dolor.
Comparecieron los tres milicos ante el tribunal, resignados y serenos.
Tu-Pay-Chong, que significa el que se hace el loco, llegó a ser gran ministro de negocios extranjeros y su paso por el Estado dejó la misma huella sombría que deja en el mar amarillo la excreción del pez infecto, Lan-Gay-Ton, que pasara hasta por orador y hombre de bien en el reinado de Kon-Sin-Zak, se vendió por limitada merced, y el resto, de menos cínicos y más resignados, se conformó con el, en Siké, triste papel de honrados.
Al llegar a la casería encontraron a Martín y a su familia algo más resignados, algo más tranquilos que los habían dejado la víspera, algo más dispuestos a oír hablar de intereses.
Al llegar aquí con el cuento el de las gafas, espera usted el toque de efecto, el desenlace sorprendente, la gracia del suceso, porque es de saberse que el narrador se ha quedado en silencio y mirando de hito en hito a los resignados oyentes.
Porque había comprendido: la ciudad se incendiaba, delirante, celebrando la victoria, el magnífico triunfo de los ágiles y de los resignados a perecer, sobre una enorme masa pesada y dura, fría y resistente como una pirámide de basalto.

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