Ejemplos con pesadumbres

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La juventud se hace presente en este proceso dejando a un lado las pesadumbres y dudas que les acechan y compartiendo al público sus grandes y motivadoras historias, para comunicarlas a sus iguales y a los que pasan por las mismas circunstancias o incertidumbres en sus vidas.
De estas pesadumbres públicas venían hablando el de la barba larga, el anciano de rostro triste, y Juan Jerez, cuando este, ligado desde niño por amores a su prima Lucía, se entró por el zaguán de baldosas de mármol pulido espaciosas y blancas como sus pensamientos.
Despidióse Elvira de su hijo sin decir cuándo ni adónde iba, y el rector del colegio, que conocía a fondo todas las pesadumbres de la dama, quedó encargado de no permitir que el niño recibiese otra visita que la de la marquesa de Villasis durante la corta ausencia de su madre.
Por cierto que la señora se conceptuaba infeliz entre todas las señoras y damas de la tierra, por las muchas pesadumbres que sobre su alma tenía.
Cumplió el mandato escrupulosamente, consagrándose a él de modo que durante algunos días vivió embargado por su hermosa tarea, no salió de sus manos una sola moneda sin que supiera que realmente la necesitaba quien la recibía, se gozó en remediar las pesadumbres, y lo hizo con tal dulzura, desplegando tanta bondad, prodigando con tan divino arte los consuelos, que duplicó el socorro, añadiendo al oro de la duquesa esa otra limosna que sólo se da con el espíritu, quien la recibía de sus manos, quedaba obligado sin humillación y agradecido sin bajeza.
Ese hombre me causará grandes pesadumbres.
Salió en esto un arriero a refrescarse al portal, y pidió que queria hacer tercio: acogiéronle de buena gana, y en ménos de media hora le ganaron doce reales y veinte y dos maravedises, que fué darle doce lanzadas y veinte y dos mil pesadumbres: y creyendo el arriero que por ser muchachos no se lo defenderian, quiso quitarles el dinero, mas ellos poniendo el uno mano a su media espada, y el otro al de las cachas amarillas, le dieron tanto que hacer, que a no salir sus compañeros, sin duda lo pasara harto mal.
Mas el capitán, que era el que había despojado a mi querida Zoraida, dijo que él se contentaba con la presa que tenía, y que no quería tocar en ningún puerto de España, sino pasar el estrecho de Gibraltar de noche, o como pudiese, y irse a la Rochela, de donde había salido, y así, tomaron por acuerdo de darnos el esquife de su navío, y todo lo necesario para la corta navegación que nos quedaba, como lo hicieron otra día, ya a vista de tierra de España, con la cual vista, todas nuestras pesadumbres y pobrezas se nos olvidaron de todo punto, como si no hubieran pasado por nosotros: tanto es el gusto de alcanzar la libertad perdida.
Si tú, ¡oh Sancho!, quisieses hacer por mí lo que yo ahora te diré, serían mis alivios más ciertos y mis pesadumbres no tan grandes, y es que, mientras yo duermo, obedeciendo tus consejos, tú te desviases un poco lejos de aquí, y con las riendas de Rocinante, echando al aire tus carnes, te dieses trecientos o cuatrocientos azotes a buena cuenta de los tres mil y tantos que te has de dar por el desencanto de Dulcinea, que es lástima no pequeña que aquella pobre señora esté encantada por tu descuido y negligencia.
Mucho zapato rompí paseando la calleja, enronquecí cantándola de noche, y lo que no asomó en paseos y cantares, teníalo ya a la punta de la lengua para salir de una vez de pesadumbres, y ¡recaráspitis!, volvió la nube a Valdecines de la noche a la mañana.
Cuando, con las miras puestas en estos fines, vacilaba un poco, porque, al cabo, era tierra frágil y miserable, y desconfiaba de sus bríos y se vela a punto de tropezar y de caer, acudía al amparo de don Sabas, y allá, a la reja del confesonario, en los profundos de la iglesia, al romper los primeros albores del día, ella, después de besar el polvo de los suelos y de regarle con sus lágrimas, declarando sus pesadumbres y flaquezas, y él reprendiéndola y exhortándola con la sabiduría y la dulzura de un padre cariñoso a un hijo muy desdichado, hallaba siempre los perdidos alientos para continuar la subida de su Calvario con la carga de su cruz.
Que arrastrara la vida como una carga ofrentosa, que las pesadumbres y los dolores fueran minándola y consumiéndola por donde nadie más que ella lo notara, que encanecieran sus cabellos fuera de sazón y que no hallara, para reponer las fuerzas gastadas en los trabajos y cavilaciones del día, el descanso de la noche, la tranquilidad del sueño que no le falta al pordiosero que mata el hambre llamando de puerta en puerta y errando de monte en monte, con un zurrón a la espalda y un paluco en la mano, ¿qué importaba? Desconociéralo su hija, tuviérase por huérfana de un padre honrado, y esto solo la daba gran consuelo y las fuerzas necesarias para llevar su cruz como una carga redentora de sus delitos, imperdonables en la otra vida sin una dura penitencia en ésta.
¡Pues tendría que ver, ¡pispajo!, que diera yo ahora en la gracia de agobiarte con pesadumbres nuevas, cuando más falta te hace algo alegre con que espantar las negruras de este temporal que se nos ha echado encima! Mira, hombre, créasme o no me creas: las únicas agallas que me quedan.
-Cásate cuando te dé la gana, y meteos ahí para que, siquiera, siquiera, cuando las pesadumbres te maten, tengas cama propia en que morir después de haber pedido a Dios perdón de tus ingratitudes y locuras.
Probado está que a esa edad es cuando más estragos causan las grandes pesadumbres y las agudas enfermedades.
Águeda, olvidando con la noticia todas las pesadumbres que la abrumaban, y hasta la presencia de Macabeo, exclamó, con el rostro bañado en una aureola de felicidad:.
Pero ésta en quien, por su edad, no penetraban las pesadumbres como en Águeda, trabajada, por tantos y tan nuevos sobresaltos, y cansada de llorar, respondiendo tarde y confusamente a su hermana, acabó por rendirse a los asaltos del sueño, que jamás se olvida de amparar a los niños con sus alas.
Águeda recorrió en un solo instante la larga lista de sus pesadumbres sin humano remedio, y se persuadió de que aquel hombre que tenía delante no era otra cosa que un instrumento más de que se valía la Providencia para probar el temple de su fe.
El sol esplendoroso derramaba sobre el paisaje torrentes de colores y de vida, y él, sin embargo, veíase envuelto en una nube negra, preñada de horrores y tristezas, el campo no tenía matices ni aromas, los árboles no mecían su follaje ostentoso al blando soplo de la brisa, más bien gemían desnudos como si los fuera deshojando el cierzo de sus pesadumbres.
para darnos con ella pesadumbres?.
Sepultóse, al fin, en Valdecines, llena de pesadumbres y de achaques, y un año después acabáronse las unas y los otros, de la triste manera que ha visto el lector algunos capítulos atrás.
las contrarias pesadumbres.
de las pesadumbres? Ni aun la vida del bueno sería suave y deleitosa, si no lo.
que andan acompañados de deseos y pesadumbres, y son deleites corporales.
presupuesto que la virtud moral y el vicio consisten en pesadumbres y deleites.
pesadumbres fuertes y excesivas, antes es de perdonar y haber compasión dél, si.
consisten en los deleites y pesadumbres.
Fui mujer de mucho valor y tuve con mi marido, el poeta, mil pesadumbres sobre las comedias, autos y entremeses.
Decía la Peste que ella los había herido, pero que ellos los habían despachado, las Pesadumbres, que no habían muerto ninguno sin ayuda de los doctores, y las Desgracias, que todos los que habían enterrado habían ido por entrambos.
A un lado estaban juntas las Desgracias, Peste y Pesadumbres dando voces con los médicos.

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