Ejemplos con oyen

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Se ve polvo, se oyen sirenas lejanas y una explosión hace colapsar el puente, cubriendo la lente de la cámara con polvo.
Al final del pasillo Michael sigue caminando, hacia fuera de la prisión, se oyen muchos gritos y al final una luz que ciega mientras la temporada termina.
Se oyen pasos en la pasarela del barco, Luigi camina con confianza por la cubierta creyendo que es su amada quien ha encendido ya la cerilla.
Se oyen carreras, calle abajo.
El mundo es como una gran lonja, llena de sordos que aspiran a verificar sus transacciones, todos gritan, hay un horrendo rebullicio, pero como no se oyen los unos a los otros, no se concluye ningún trato.
Parece que se oyen voces del otro mundo.
La indignación contra el grosero interruptor creció a tal punto con estas humildes palabras, que se oyen gritos amenazadores y muchos agitan los puños frente al sitio de donde había partido la voz.
Mis brazos de carne no podrán estrecharla Pero las almas se abrazan, porque también son de sombra, y los vivos oyen a los muertos.
En toda la largura de la playa solamente se oyen las voces de las mujeres y de las criaturas.
¡Doña Moncha de mi alma, no diga eso! ¡Santísima Virgen de la Pastoriza, hay mucha gente mala, y si la oyen y dan en repetirlo! ¡Doña Moncha de mi vida, no me eche esa fama!.
Encerrado en la alcoba donde murió la santa, se oyen sus pasos, que vienen y que van.
¡A paseo, tío! ¡A hablar de esas cosas que tanto le animan, y que los pobres oyen con la boca abierta! Tenga cuidado al subir los escalones.
Me oyen como si les hablase en griego.
¿Por qué quieres llevarte a la pobre anciana? ¡Necio de mí que no acerté a pensar que la muerte estaba tan cerca! No, sí, lo pensé, lo pensé muchas veces, pero siempre la ví lejos, ¡muy lejos! Y ahora venía de pronto, ¡insidiosa, inesperada cruel terrible! El que se muereme decía yoes como un náufrago arrebatado por las olas: lucha por ganar la orilla, todos los que le aman quieren salvarle, y no pueden, y es imposible, todo esfuerzo es inútil y el infeliz pide socorro ¡y parece que no le oyen! ¡Horrible! ¡Horrible!.
Y hay días en que no les falta su extraordinario, ¿qué creían ustedes? Hoy les he dado un arroz con leche, que no lo comen mejor los que me oyen.
En un café se oyen las cosas más necias y también las más sublimes.
También van sabios a los cafés, también se oyen allí observaciones elocuentes y llenas de sustancia, exposiciones sintéticas de profundas doctrinas.
Juan Tafetán se oyen desde la plaza ¡Juana, Juana!.
Yo, pues, como me cupo en suerte ser uno del número de la andante caballería, no puedo dejar de acometer todo aquello que a mí me pareciere que cae debajo de la juridición de mis ejercicios, y así, el acometer los leones que ahora acometí derechamente me tocaba, puesto que conocí ser temeridad esorbitante, porque bien sé lo que es valentía, que es una virtud que está puesta entre dos estremos viciosos, como son la cobardía y la temeridad, pero menos mal será que el que es valiente toque y suba al punto de temerario, que no que baje y toque en el punto de cobarde, que así como es más fácil venir el pródigo a ser liberal que al avaro, así es más fácil dar el temerario en verdadero valiente que no el cobarde subir a la verdadera valentía, y, en esto de acometer aventuras, créame vuesa merced, señor don Diego, que antes se ha de perder por carta de más que de menos, porque mejor suena en las orejas de los que lo oyen el tal caballero es temerario y atrevido que no el tal caballero es tímido y cobarde.
Aquí sospira un pastor, allí se queja otro, acullá se oyen amorosas canciones, acá desesperadas endechas.

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