Ejemplos con omito

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Otros hechos distinguidos tuvieron lugar en esta jornada, en el brusco ataque al campamento ocupado por las tres compañías del primer batallón, y no alcanzando la importancia del relatado, merecen sólo los honores de figurar en la historia del Cuerpo, por cuya razón los omito.
Omito, por no fatigar a mis lectores, los gritos que proferí, ahora coléricos, ahora suplicantes, las vueltas que di por toda la casa, descalzo y en mangas de camisa, buscando mi ropa, los extremos de ira y desesperación, los ruegos y amenazas, el último recurso de mi desesperación, que fue lanzarme escaleras abajo, escaleras arriba, llamando al portero, a los vecinos para que me sacaran de aquel aprieto.
Omito los nombres para no contribuir a que llegue a la generación venidera el fuerte olor del vinagre en que se hizo esta ensalada o gazpacho.
Omito también el contaros cuán melancólico fue mi dilatado viaje, con equipo corto y carga excesiva de añoranzas.
¡Omito el cuadro! ¿Una boda? ¡Cada veinte años! ¡Y con razón! Si los chicos y las chicas ni se conocen ni se tratan.
En cuanto a Inés, no dudaba que existía en poder de alguien que la protegiera por encargo de los parientes de su madre, y aunque para esta creencia no tenía más dato que la relación del alucinado Juan de Dios, yo me confirmaba cada vez más en ella, fundándome en antecedentes que omito por ser de mis lectores conocidos, y en la sórdida avaricia del licenciado Lobo, a cuyo carácter correspondía perfectamente una buena recompensa, a quien deseaba poseerla.
Así siguió la conversación sin ningún incidente notable en lo sucesivo, por lo cual la omito, pues supongo al lector poco interesado en conocer la historia de la enfermedad que padeció el esposo de doña Ambrosia, trágico acontecimiento que ella refirió.
Si acaso omito algo, casi puedo aseguraros que.
Omito la descripción de ese viaje, monótono y sin interés alguno, hasta Chivilcoy.
Pero estas, y muchas otras, omito, siendo amante de la brevedad.
Omito la relación de todos los acontecimientos de este período, que no dejarían escuchar los sollozos y gritos de las mujeres amenazadas de ir al banquillo y de ser azotadas, dos o tres fusilados, cuatro o cinco azotados, una u otra señora condenada a hacer de comer a los soldados, y otras violencias sin nombre.
Omito sus pormenores porque en ellos no encontraremos sino pequeñeces.
¡Cuántas páginas omito! ¡Cuántas iniquidades comprobadas y de todos sabidas callo! Pero hago la historia del gobierno bárbaro, y necesito hacer conocer sus resortes.
En fin, mil otros accidentes que omito, prueban la verdad de que modificaciones análogas del suelo traen análogas costumbres, recursos y expedientes.
En esta inteligencia omito de buen grado otros muchos detalles que aún pudieran añadirse al bosquejo.
-Padre -contestó el doctor-, omito preámbulos: el disimulo es inútil.
Para dar más fuerza al argumento que emplearé, prescindo ahora de lo que a mí me ha ocurrido en veinticinco años de fatigas literarias, luchando a brazo partido con el público, y omito el aislamiento y la obscuridad de los tiempos de aprendizaje, sin apoyo en la prensa grande, con una sola excepción, de que hablaré después.
Omito las rarísimas excepciones que exigirían, cada una, un examen particular.
Omito de buen grado todo lo concerniente a los lloriqueos de Narda, a la emoción de Magdalena y a la palidez de don Román, porque se iban, y a los sollozos y gimoteos de Sebia y de las demás que se quedaban.
En este caso, prescindiendo de cierto género de consideraciones que omito, y reforzada mi influencia con este paso, pudiera yo hallarme entonces en posición de seros útil, y bajo este precedente voy a proponeros un partido, si bien tomando mi recíproca os impongo a mi vez una condición indeclinable.
Con todo lo cual y mucho más que omito por innecesario, el alcalde no asomaba a la restaurada casona sino cuando a ella era llamado por el señor de Valenzuela para que hiciera componer tal callejón mal empedrado, o llegar en posta alguna carta a manos del señor de Calderetas, encargos que desempeñaba el García con la misma sumisión y diligencia que si emanaran del soberano en cuyo nombre ejercía la autoridad en el pueblo.
De intento omito cuanto pertenece al comercio interior de Indias, y a su respectiva circulación.
Por esta razón omito tratar de las ordenanzas de gremios de mercaderes, con la debida extensión, en este discurso.
Atento a la brevedad, omito los incidentes que precedieron a nuestra partida.
Por no cansar a mis buenos lectores con prolijidades impertinentes, omito el empalagoso tramitar que me llevó a la intimidad con la estrafalaria señora del café de las Columnas, a quien podía designar escogiendo ad libitum cualquiera de los tres nombres que le aplicaba la turbada sociedad de su tiempo: Penélope por lo masónico, Rosa Patria por lo literario y Candelaria conforme al santo Crisma.
Omito los pormenores del proceso patológico, hora tras hora y día tras día, en aquella existencia de clínica, monótona y triste.
Omito también el contaros cuán melancólico fue mi dilatado viaje, con equipo corto y carga excesiva de añoranzas.
Me apresuro a comunicárselo, y omito por falta de tiempo los comentarios que este grave suceso me sugiere.
Todo esto, y lo que omito, lo decía Gracián dando suelta a la caudalosa vena de su ingenio.
»Omito, en obsequio a la brevedad, la ortografía que usábamos mi interlocutor y yo para este lenguaje hablado.

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