Ejemplos con escribe

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y en cuanto a sus peroraciones frecuentes, ¡vayan ustedes a conocer que aquellas palabras de su oratoria, que son su delicia, las escribe con !.
Los profesores son en su mayoría médicos y abogados que ejercen su carrera, van una hora todos los días a sentarse en la cátedra, repitiendo como un fonógrafo lo que dijeron en años anteriores, y vuelven en seguida a sus enfermos y sus pleitos, sin enterarse de lo que se escribe y se dice por el mundo después que ellos ganaron su puesto.
¡Si te diga que pareces de la familia! ¡Qué cuidados con Carmen! Es muy viva, muy sabia, escribe que es un, ¡encanto! Ya conoces su letra, ella escribe cuando yo estoy con la jaqueca.
Oiga usted, tía: si Angelina me escribe, ya lo sabe usted, luego, lueguito, me manda usted, la carta.
¡Ernesto me ama, estoy segura de ello! Ahora me escribe, implorando mi perdón.
Es muchacho inteligente, trabajador, tiene bonita letra, muy bonita, y aunque de cuando en cuando se le escapan algunas faltas de ortografía, escribe bien, muy bien! No sabía nada cuando entró en mi despacho, y pronto se puso al corriente.
Y el sabio, el inventor, el cómico, el gigante, el enano, así el que tiene una rareza en el alma, como el que la tiene en el cuerpo, lo mismo el monstruo de siete brazos o de tres narices, que el filósofo de doble vista, el charlatán y el reformador, el que escribe melodías y el que hace billetes falsos, todos vienen a vivir algún tiempo a esta inmensa casa de huéspedes.
Es tan honradito el pobre Ponce, que todo lo que escribe es de conciencia, y hasta cuando elogió el dramón aquel que a mí me sacaba de quicio, lo hizo porque le salía de dentro.
Las que el soldado muestra en el rostro y en los pechos, estrellas son que guían a los demás al cielo de la honra, y al de desear la justa alabanza, y hase de advertir que no se escribe con las canas, sino con el entendimiento, el cual suele mejorarse con los años.
Y este Diego García de Paredes fue un principal caballero, natural de la ciudad de Trujillo, en Estremadura, valentísimo soldado, y de tantas fuerzas naturales que detenía con un dedo una rueda de molino en la mitad de su furia, y, puesto con un montante en la entrada de una puente, detuvo a todo un innumerable ejército, que no pasase por ella, y hizo otras tales cosas que, como si él las cuenta y las escribe él asimismo, con la modestia de caballero y de coronista propio, las escribiera otro, libre y desapasionado, pusieran en su olvido las de los Hétores, Aquiles y Roldanes.
No puedo yo negar, señor don Quijote, que no sea verdad algo de lo que vuestra merced ha dicho, especialmente en lo que toca a los caballeros andantes españoles, y, asimesmo, quiero conceder que hubo Doce Pares de Francia, pero no quiero creer que hicieron todas aquellas cosas que el arzobispo Turpín dellos escribe, porque la verdad dello es que fueron caballeros escogidos por los reyes de Francia, a quien llamaron pares por ser todos iguales en valor, en calidad y en valentía, a lo menos, si no lo eran, era razón que lo fuesen y era como una religión de las que ahora se usan de Santiago o de Calatrava, que se presupone que los que la profesan han de ser, o deben ser, caballeros valerosos, valientes y bien nacidos, y, como ahora dicen caballero de San Juan, o de Alcántara, decían en aquel tiempo caballero de los Doce Pares, porque no fueron doce iguales los que para esta religión militar se escogieron.
Hanse de casar las fábulas mentirosas con el entendimiento de los que las leyeren, escribiéndose de suerte que, facilitando los imposibles, allanando las grandezas, suspendiendo los ánimos, admiren, suspendan, alborocen y entretengan, de modo que anden a un mismo paso la admiración y la alegría juntas, y todas estas cosas no podrá hacer el que huyere de la verisimilitud y de la imitación, en quien consiste la perfeción de lo que se escribe.
De suerte que, cuando el labrador le volvió a preguntar que cómo estaba y qué sentía, le respondió las mesmas palabras y razones que el cautivo Abencerraje respondía a Rodrigo de Narváez, del mesmo modo que él había leído la historia en La Diana, de Jorge de Montemayor, donde se escribe, aprovechándose della tan a propósito, que el labrador se iba dando al diablo de oír tanta máquina de necedades, por donde conoció que su vecino estaba loco, y dábale priesa a llegar al pueblo, por escusar el enfado que don Quijote le causaba con su larga arenga.

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