Ejemplos con displicencias

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Gozosa iba Teresa por perder de vista un pueblo en que había padecido crueles inopias, y displicencias agudas de Leal, hombre que se volvía fiera cuando le faltaban sus dos principales elementos de vida, el dinero y la conspiración.
Me alegraré de que llueva , dijo María Ignacia, que de su mal humor se consolaba con las displicencias de la atmósfera, o en estas vio perfecta imagen del estado de su espíritu.
Una noche, conversando Pepe Guzmán con su amiga, y cuando ya ésta comenzaba a curarse de sus impaciencias mortificantes con la cuerda reflexión de que no hay tesoro que merezca este nombre si cuesta adquirirle más de lo que vale, con la serenidad y el aplomo de quien cumple así lo establecido en un programa, hizo él malicioso y experto galán punto redondo en los temas vagos que hasta allí le habían servido desde algunos meses antes para entretener las displicencias de Verónica, y la condujo de repente al terreno que tanto ambicionaba ella, quiero decir, volviendo al símil tan repetido, que la retó de nuevo y que hasta se puso en guardia.
para todo necesitaba de aquellos tonos encarnados, de aquel mirador vistoso, de aquellos suelos alfombrados, de aquella oscura chimenea, de aquéllos sus privilegiados consocios, de sus voces cascajosas, de sus caras avinagradas, de las zumbas insípidas del uno, de la iracundia del otro, de las pesadeces de éste, de las displicencias de aquél, de las lamentaciones de Sancho Vargas y de las dulzuras de Pepe Gómez: todo ello en conjunto y cada cosa de por sí, tenía la virtud de inspirarle ideas, de fortalecerle el ánimo, de desahogarle el corazón de más de cuatro corajinas, y de mejorarle el estilo.
Gran error cometen los Jóvenes y sus padres cuando permiten que sus hijos derrochen la fuerza sexual en placeres y displicencias, hay que enseñarles que en esa gran fuerza reside el principio vital, es verdad que como dice la ciencia oficial, es una función biológica, pero el Decálogo nos enseña con el sexto mandamiento que no debemos desperdiciar esa fuerza porque ella solo cumple la función creadora o de crear, así que la libertad que los padres dan a sus hijos para que cumplan libremente sus funciones biológicas no deja de ser un crimen que se comete con la juventud.
«Me alegraré de que llueva», dijo María Ignacia, que de su mal humor se consolaba con las displicencias de la atmósfera, o en estas vio perfecta imagen del estado de su espíritu.
A la dulzura habían sucedido displicencias.

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