Ejemplos con dejemos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Todo problema propuesto al pensamiento humano por la Duda, toda sincera reconvención que sobre Dios o la Naturaleza se fulmine, del seno del desaliento y el dolor, tienen derecho a que les dejemos llegar a nuestra conciencia y a que los afrontemos.
¡Calle el dios de la burla! ¡Por la laguna Stygia! Pero dejemos eso, y hable MINERVA, cuya opinión ha sido siempre la mía desde lejanos tiempos.
Dejemos a los privilegiados fomentar su decadencia con los vástagos de sus vicios.
Mira, Pulidito, dejemos ya eso Los secretos míos puedo confiarlos a un amigo, los ajenos, jamás Para tu tranquilidad y tu gobierno, te diré, sin embargo, dos cosas Primera, que anoche estuvo Antonio Cánovas conferenciando conmigo en esa misma silla en que estás sentado, hasta las cuatro de la mañana.
Pues nada, hombre, un pincel viejo que tiré en la chimenea Vamos, dejemos ya eso.
¡Exacto! ¡Qué frase tan feliz! Se la contaré a Paco Vélez ¡ de Matapuerca! Es menester que le dejemos el nombre, justamente andan muy afanados ahora buscando el árbol genealógico de Lucy.
Leyó la primera de las veinticinco cartas sin comprenderla, en la segunda tropezóse con esta frase, escrita de puño y letra del artillero: En cuanto a tu marido, bueno será que le suprimamos el y le dejemos : está probado que el pobre pertenece a la familia de las.
Izquierdo, dejemos las bromas a un lado, me da mucha lástima de usted, porque, lo digo con sinceridad, no me parece tan mala persona como cree la gente.
En fin, dejemos esto y vamos a lo otro.
—¡Lo contrario hubiera sido mantener un estado de cosas violento y falso, de muy mal agüero como prolegómeno de posibles nupcias!—Conque dejemos esto, y pongamos sobre el tapete a Soledad, pues veo, mi querida Luisa, que está usted deseando saber cómo la adorada por el pudo casarse con otro hombre, o cómo hubo hombre que se atreviese a casarse con ella.
—Bien tendrás que llorar, replicó el turco, si en esas contemplaciones entras, porque los que vieron habrá dos años a esta nombrada y rica isla de Chipre en su tranquilidad y sosiego, gozando sus moradores en ella de todo aquello que la felicidad humana puede conceder a los hombres, y ahora los ven, o contemplan o desterrados della, o en ella cautivos y miserables, ¿cómo podrán dejar de no dolerse de su calamidad y desventura? Pero dejemos estas cosas, pues no llevan remedio, y vengamos a las tuyas, que quiero ver si le tienen, y así te ruego por lo que debes a la buena voluntad que te he mostrado y por lo que te obliga el ser entrambos de una misma patria, y habernos criado en nuestra niñez juntos, que me digas ¿qué es la causa que te trae tan demasiadamente triste? que puesto caso que sola la del cautiverio es bastante para entristecer el corazon mas alegre del mundo, todavía imagino que de mas atras traen la corriente tus desgracias, porque los generosos ánimos como el tuyo no suelen rendirse a las comunes desdichas tanto que den muestras de estraordinarios sentimientos: y háceme creer esto, el saber yo que no eres tan pobre que te falte para dar cuanto pidieren para tu rescate, ni estás en las torres del mar Negro, como cautivo de consideracion que tarde o nunca alcanza la deseada libertad: así que no habiéndote quitado la mala suerte las esperanzas de verte libre, y con todo esto verte rendido a dar miserables muestras de tu desventura, no es mucho que imagine que tu pena procede de otra causa que de la libertad que perdiste, la cual causa te suplico me digas, ofreciéndote cuanto puedo y valgo, quizá para que yo te sirva ha traido la fortuna este rodeo de haberme hecho vestir deste hábito, que aborrezco.
—Yo te agradezco, contestó Ricardo, Mahamut, la amistad que me ofreces, aunque estoy cierto que con cuanto hicieres no has de poder cosa que en mi provecho resulte, pero dejemos ahora esto, y vamos a las tiendas, porque a lo que veo, sale de la ciudad mucha gente, y sin duda es el antiguo virey que sale a estarse en la campaña por dar lugar a mi amo que entre en la ciudad a hacer la residencia.
—Ya ves, Ricaredo, el impedimento que nos viene, si tuvieres ganas de castigarme, tú me buscarás, y por la que yo tengo de castigarte, tambien te buscaré, y pues dos que se buscan fácilmente se hallan, dejemos para entónces la ejecucion de nuestros deseos.
Berganza amigo, dejemos esta noche el hospital en guarda de la confianza, y retirémonos a esta soledad y entre estas esteras, donde podremos gozar sin ser sentidos desta no vista merced que el cielo en un mismo punto a los dos nos ha hecho.
Dejemos esto, y comienza a decir tus filosofías.
Pero dejemos esto, y volvamos a lo de las unturas, y digo, que son tan frias, que nos privan de todos los sentidos en untándonos con ellas, y quedámos tendidas y desnudas en el suelo, y entónces dicen que en la fantasía pasamos todo aquello que nos parece pasar verdaderamente.
Digo que tienes razon, Cipion hermano, y que eres mas discreto de lo que pensaba, y de lo que has dicho vengo a pensar y creer que todo lo que hasta aquí hemos pasado, y lo que estamos pasando, es sueño, y que somos perros, pero no por esto dejemos de gozar deste bien de la habla que tenemos y de la escelencia tan grande de tener discurso humano todo el tiempo que pudiéremos, y así no te canse el oirme contar lo que me pasó con los jitanos que me escondieron en la cueva.
Pero dejemos esto para su tiempo, y mira si traes algo en esas alforjas que comamos, porque vamos luego en busca de algún castillo donde alojemos esta noche y hagamos el bálsamo que te he dicho, porque yo te voto a Dios que me va doliendo mucho la oreja.
Vámonos los dos donde podamos hablar escuderilmente todo cuanto quisiéremos, y dejemos a estos señores amos nuestros que se den de las astas, contándose las historias de sus amores, que a buen seguro que les ha de coger el día en ellas y no las han de haber acabado.
Pero dejemos ya esto, Sancho, y acaba, antes que suceda otra desgracia al jumento, como a Rocinante.
¡Donosa majadería! respondió el comisario ¡Bueno está el donaire con que ha salido a cabo de rato! ¡Los forzados del rey quiere que le dejemos, como si tuviéramos autoridad para soltarlos o él la tuviera para mandárnoslo! Váyase vuestra merced, señor, norabuena, su camino adelante, y enderécese ese bacín que trae en la cabeza, y no ande buscando tres pies al gato.
Pero dejemos esto aparte, que es laberinto de muy dificultosa salida, sino volvamos a la preeminencia de las armas contra las letras, materia que hasta ahora está por averiguar, según son las razones que cada una de su parte alega.
Pero dejemos esto aparte por agora, que tiempo habrá donde lo ponderemos y pongamos en su punto, y dime, Sancho amigo: ¿qué es lo que dicen de mí por ese lugar? ¿En qué opinión me tiene el vulgo, en qué los hidalgos y en qué los caballeros? ¿Qué dicen de mi valentía, qué de mis hazañas y qué de mi cortesía? ¿Qué se platica del asumpto que he tomado de resucitar y volver al mundo la ya olvidada orden caballeresca? Finalmente, quiero, Sancho, me digas lo que acerca desto ha llegado a tus oídos, y esto me has de decir sin añadir al bien ni quitar al mal cosa alguna, que de los vasallos leales es decir la verdad a sus señores en su ser y figura propia, sin que la adulación la acreciente o otro vano respeto la disminuya, y quiero que sepas, Sancho, que si a los oídos de los príncipes llegase la verdad desnuda, sin los vestidos de la lisonja, otros siglos correrían, otras edades serían tenidas por más de hierro que la nuestra, que entiendo que, de las que ahora se usan, es la dorada.
Pues ésa es tu determinación replicó don Quijote, Sancho bueno, Sancho discreto, Sancho cristiano y Sancho sincero, dejemos estas fantasmas y volvamos a buscar mejores y más calificadas aventuras, que yo veo esta tierra de talle, que no han de faltar en ella muchas y muy milagrosas.
Y más dijo Sansón Carrasco, que, como ya todo el mundo sabe, yo soy celebérrimo poeta y a cada paso compondré versos pastoriles, o cortesanos, o como más me viniere a cuento, para que nos entretengamos por esos andurriales donde habemos de andar, y lo que más es menester, señores míos, es que cada uno escoja el nombre de la pastora que piensa celebrar en sus versos, y que no dejemos árbol, por duro que sea, donde no la retule y grabe su nombre, como es uso y costumbre de los enamorados pastores.
Dejemos estas armas colgadas de algún árbol, en lugar de un ahorcado, y, ocupando yo las espaldas del rucio, levantados los pies del suelo, haremos las jornadas como vuestra merced las pidiere y midiere, que pensar que tengo de caminar a pie y hacerlas grandes es pensar en lo escusado.
Par Dios que tiene razón el gran Sancho dijo el doctor Recio, y que soy de parecer que le dejemos ir, porque el duque ha de gustar infinito de verle.
Pero dejemos con su cólera a Sancho, y ándese la paz en el corro, y volvamos a don Quijote, que le dejamos vendado el rostro y curado de las gatescas heridas, de las cuales no sanó en ocho días, en uno de los cuales le sucedió lo que Cide Hamete promete de contar con la puntualidad y verdad que suele contar las cosas desta historia, por mínimas que sean.
Y dejemos esto aquí, Sancho, que si mal gobernares, tuya será la culpa, y mía la vergüenza, mas consuélome que he hecho lo que debía en aconsejarte con las veras y con la discreción a mí posible: con esto salgo de mi obligación y de mi promesa.
Por eso digo dijo el del Bosque que nos dejemos de andar buscando aventuras, y, pues tenemos hogazas, no busquemos tortas, y volvámonos a nuestras chozas, que allí nos hallará Dios, si Él quiere.

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