Ejemplos con dejos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¿Qué comparación tenían con ni Teresa, ni Lucila, ni tantas otras bellezas de allá, embutidas en feísimos trajes negros o pardos, y hablando un lenguaje de hipócrita corrección? era la mujer oriental o asiática, la Reina de Sabá, Semíramis, Herodías, María de Magdala, y ¿por qué no la mismísima Eva con la menor cantidad de ropa? Después de amar a , podía un hombre morirse tranquilo, llevándose a la eternidad los dejos de inefable ventura.
En este trono, al que subió la celtíbera como por milagro, quedaron borradas las sombras de un pasado triste, y hasta los amargos dejos de sus desdichas se extinguieron en tantas dulzuras.
Diógenes no se dio cuenta de haber recibido la extremaunción, y tranquilo en parte por la respuesta del fondista comenzaron a abrirse paso otros pensamientos entre las espesas nieblas que envolvían su mente Mas un sopor pesadísimo, un letargo profundo, que tenía ya dejos de la muerte, avasallaba a veces todo su ser y esparcía acá y allá aquellas ideas que se afanaba por coordinar, apareciendo estas entonces como imperceptibles puntos luminosos flotando en una inmensa bruma, alejándose lentamente, apagándose poco a poco todos ellos hasta quedar uno solo, que ora se le presentaba desconsolador como la candela de la agonía, ora triste como el cirio que arde ante un muerto, ora terrible como un resplandor de las llamas del infierno: ¡era la idea de morir, acompañada y rodeada de la incertidumbre de lo eterno!.
¡Felices tiempos aquellos! ¡Cómo varían las cosas! ¿Dónde están las alegrías de aquella época? ¿Dónde los infantiles regocijos? ¿A dónde se fueron las ilusiones rosadas, las mariposillas de la infancia? Ahora todo ha cambiado, no hay sueños para el alma, la frente, antes soñadora, tiene ya la palidez del primer dolor, ya probé las amarguras de la vida, y sé que sus dejos se quedan en los labios para siempre.
Evaristo, dejando al pobre chico en tal grado de aturdimiento, que durante muchos días hubo de revolver en su mente indigestada los dejos de aquel coloquio que tuvo con el respetable anciano, en una noche fría del mes de Marzo.
Media hora estuvo la tarasca como dormida, pronunciando en sueños retazos de palabras y fragmentos de cláusulas groseras, como retumban en lontananza los dejos de la tempestad que ha pasado.
Ya no hay en él ni siquiera dejos de aquel humor ático, de aquella jovialidad correcta y clásica que le hacía tan amable.
Largas horas pasamos sobre el campo saboreando los deliciosos recuerdos de tanta gloria, que como dejos de un manjar muy rico nos renovaban el placer del vencimiento.
Esos eran los amarguísimos dejos de la fiesta.
Esas alabanzas y encarecimiento respondió el de la traza, mejor os atañen y tocan a vos que a mí, compadre, que por el Dios que me crió que podéis dar dos rebuznos de ventaja al mayor y más perito rebuznador del mundo, porque el sonido que tenéis es alto, lo sostenido de la voz, a su tiempo y compás, los dejos, muchos y apresurados, y, en resolución, yo me doy por vencido y os rindo la palma y doy la bandera desta rara habilidad.
-¿Nordis estaba allí? -preguntó con extrañeza y dejos de inquietud Rosario.
Era el himno militar, no tan militar quizás como religioso, la voz que con dejos de plegaria despierta a los hombres y los llama a las obligaciones de la guerra.
Sus trazas de caballero iban bien con el habla fina que usaba, y con los dejos líricos que del alma le salían a poco interés y calor que tomara el diálogo.
Por mi padre, no menos inocente que mi madre, si bien eran de orden distinto sus candideces, venían a mí noticias de Madrid y los dejos de aquel mundo tumultuoso así en lo político como en lo social.
Y su voz, no oída, suena siempre con proféticos dejos, anunciando el advenimiento de un mundo mejor que se elabora entre maldiciones y miserias, en recintos lúgubres, en ergástulas corrompidas, en abismos negros, poblados por humanidades brutales y feroces.
Fernando estudios de lenguaje, asimilándose un castellano burgalés de los más rudos con dejos de baturrismo.
Pensaba en castellano neto, sin asomo alguno de hórridas brumas setentrionales ni dejos de decadentismos de bulevar parisiense, en limpio castellano, y así era como pensaba sólido y hondo, porque lo hacía con el alma del pueblo que lo sustentaba y a que debía su espíritu.
Con graves y dulces dejos se acabó la música, admirando los que no habían visto a la linda doña Isabel la hermosura y el donaire, dejándoles tan enamorados como suspensos, no sabiendo qué lugar le podían dar sino el de décima musa.
Publio Clodio era un joven, patricio de linaje, señalado en riqueza y en elocuencia, pero que en insolencia y desvergüenza no cedía el primer lugar a ninguno dejos más notados de disolutos.
manto de humo, que en humo del diablo vienen a parar de ordinario los dejos del mundo y.
Alpes canos, comenzando Andrenio a dar en el blanco, cuando Critilo en los dejos de cisne.
dejos de la víbora el dragón! ¿Qué monstruosidad es ésta?.
y amargos dejos, ni basta que el cauto Ulises se tapie los oídos, menester es que se ate al.
la nariz tiene corcova, el remate es de sirena, y aun peor, tales son sus dejos.
Pocos de los afortunados se escaparon de los finales reveses de la fortuna, que suele tener malos dejos la gran dicha.
Pero suelen tener estos tales comúnmente muy trágicos los fines, y los dejos muy amargos, quédase para la postre toda la infelicidad, como en vaso de purga la amargura.
¡Qué distintas de las de Pablo corrían las horas para Nisco! Aquellos pensamientos, dulces como las mieles, altos y relucientes como el sol y la luna, que saboreaba y entreveía el hijo de Juanguirle, sus dejos tenían ya de la ruda amarga en que el desengañado amigo los había empapado al hundirlos en la charca terrena y prosaica de sus consejos sesudos.
«¿Cuándo llegará?» preguntaba la viuda, lamiéndose los labios, invadida de una envidia admiradora, y sintiendo extraños dejos de una especie de lujuria bestial, disparatada, inexplicable por lo absurda.
Resuelto a que su amistad «con aquel ángel hermoso» no acabase de mala manera, en una aventura de grosero materialismo llena de remordimientos y dejos repugnantes, seguro de que aquella mujer ponía en aquel lazo piadoso toda la sinceridad de un alma pura, y que degradarla, caso de que se pudiera, sería hacerle perder su mayor encanto, el Magistral que vivía ya nada más de esta refinada pasión que según él no tenía nombre, luchaba con tentaciones formidables, y sólo conseguía contrarrestar las rebeliones súbitas y furiosas de la carne con armisticios vergonzosos que le parecían una especie de infidelidad.
unas malas seguidillas con dejos sentimentales, y usted, reproduciéndolas en el A.

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