Ejemplos con chirrido

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cuando se las molesta pueden producir un chirrido o sonido agudo con este órgano que sirve para prevenir y a ahuyentar a posibles predadores.
También en ocasiones emite un chirrido traqueteante áspero.
El tono suele ir in crescendo, terminado con un fuerte chirrido.
Comienza con una lenta balada de piano, con tono de órgano gospel, un chirrido de guitarra , y aproximadamente cuatro minutos de guitarra solista en forma de un duelo de guitarra.
La historia usa el chirrido de dientes de Hop-Frog como elemento simbólico, justo antes de planear su plan de venganza, y de nuevo tras haberlo ejecutado.
¿No veis acaso contra quién tendréis que luchar? ¿Pensáis asustarnos a nosotros, acostumbrados a escuchar el chirrido de las ruedas de los coches en que transportaban a nuestros hermanos y hermanas, y a lo mejor de nuestro pueblo, a las cámaras de la muerte? A nosotros, que nos venimos repitiendo: por qué el destino nos dejó vivos en esta tierra y nos trató diferentemente a tantos de nuestros hermanos en Europa.
Dicen los testigos que un carro utilizado para actividades rurales, cuyo tipo de eje produce un chirrido característico, fue utilizado para apagar los gritos.
Luego ruido de pasos, voces ahogadas de saludo, chocar de sillas, chirrido de bancos, arrastre de pies, y la puerta quedó obstruida por las gentes que intentaban salir todas a un tiempo.
Al cabo de este tiempo percibió un rechinamiento, como el de una gran llave dentro de una inmensa cerradura, después el sonido de un barrote de hierro rebotando por un extremo sobre otro cuerpo menos duro, después el chirrido de unos goznes roñosos, y, por último, la luz de un farol muy ahumado, a cuyos débiles resplandores pudo observar que se había abierto enfrente una.
¡Buenas noches! Media hora después, tendido en la obscuridad, oigo en el inmediato pasillo su voz que domina el chirrido de los ejes, la melopea de oleaje costero que lanzan las ruedas, los saltos crujientes del vagón, iguales a los de un camarote de trasatlántico.
Un hombre iba con un carro por el arenal, aguijoneando la yunta, se oía el chirrido de los ejes de la carreta y el ruido crepitante de la arena bajo las pezuñas de los bueyes.
En la inmovilidad de los puertos entraban por el ventano el chirrido de las grúas, los gritos de los cargadores, las conversaciones de los que ocupaban los botes en torno del trasatlántico.
Los zapatos colocados ante una de las puertas resbalaron con leve chirrido.
Un chirrido más fuerte en los aparatos, y ¡nada! el silencio absoluto.
Se oyó un agudo gemido de alambre, un estridente chirrido que se propagó de poste a poste hasta el fondo, y el toro pasó.
Los hilos bajan a la casilla del telegrafista, y si se acerca usted oirá un chirrido semejante al de los huevos en aceite: algo así como si el empleado friese los despachos antes de servirlos al público Y todas esas cajas enormes de cristales deslustrados, esas cúpulas alambradas, son claraboyas que dan luz a salones y escaleras.
Partían de los muelles escarchados y brumosos del Báltico, de los puertos ingleses negros de hulla, en cuyo ambiente grasoso flota un perfume de té y tabaco con opio, de las costas de Francia oceánica, que oponen sus bancos vivos de mariscos y los pinares de sus landas a los asaltos del fiero golfo de Gascuña, de las bahías de España, copas de tranquilo azul, en las que trenzan sus aleteos las gaviotas asustadas por el chirrido de una grúa o el mugido de una sirena, de las escalas del Mediterráneo, adormecidas bajo el sol, ciudades blancas con la alba crudeza de la cal o la suavidad aristocrática del mármol, ciudades que huelen en sus embarcaderos a hortalizas marchitas y frutos sazonados, y envían hasta los buques, con el viento de tierra, la respiración nupcial del naranjo, el incienso del almendro, rasgueos briosos de guitarra ibérica, gozoso repiqueteo de tamboril provenzal, arpegios lánguidos de mandolina italiana.
Y de pronto suena un chirrido largo, igual, uniforme, que se quiebra a poco en un ris-rás ligero y cadencioso.
A lo lejos, sonaba el chirrido de invisibles carretas.
A lo lejos contestaban a las campanas el silbido de las locomotoras, el chirrido de los cabrestantes de los barcos y los gritos de las que reñían por preeminencias en el trabajo, al comenzar su vaivén de los buques a tierra, con la cabeza abrumada por los fardos.
El tanque, que contenía una tonelada de combustible, salía de las entrañas del barco, se remontaba hasta la punta del puente aéreo y, deslizándose con incesante chirrido, entraba tierra adentro para vomitar su contenido en una de las varias montañas de hulla que se interponían entre aquella parte del establecimiento y la ría.
En la alcoba cercana está una enferma, con el sopor de la gravedad: fuera de la casa, a lo lejos, se oye afilar una guadaña, rayando el cristal negro de la noche con su chirrido.
De vez en cuando sonaba perezosamente una campana en las torrecillas de ladrillo rojo, llamando a gentes invisibles: se entreabría un portón con agudo chirrido, dejando ver una cofia monjil, blanca y almidonada y un rincón de huerto frondoso.
En el fondo, sobre las obscuras montañas, coloreábanse las nubes con resplandor de lejano incendio, por la parte del mar temblaban en el infinito las primeras estrellas, ladraban los perros tristemente, con el canto monótono de ranas y grillos confundíase el chirrido de carros invisibles alejándose por todos los caminos de la inmensa llanura.
y despertaba, despertaba no bien había pegado los ojos, como si algún importuno le empujara de improviso, con pesadillas horribles en que los más ligeros ruidos tomaban proporciones colosales, pareciéndole el rumor del tren el de una catarata de bronce fundido que se despeñase en sus orejas, el de los cascabeles de un coche, redobles de mil tambores golpeando en sus propios tímpanos, el chirrido peculiar de las carretas vascongadas, el que avisa al casero vasco en las revueltas del camino, un ruido del infierno que por diabólico prodigio se encarnase en una sierra candente y le dividiera la masa de los sesos mitad por mitad Así pasó la noche, un poco antes del alba desapareció el sopor, huyó el letargo con sus pesadillas, y un sueño tranquilo le adormeció entre sus brazos más de dos horas.
Iba instintivamente en busca de la acequia, y cayó en ella con un chirrido de hierro que se apaga.
En las charcas del río, las ranas comenzaban a templar sus instrumentos de dos notas para la interminable sinfonía de la noche, en la inmediata carretera sonaba el chirrido de los carros.
Oíanse fuera gorjeos de pájaros en los árboles del huerto, lejano chirrido de carros que salían al trabajo, rumores campestres gratos, calmantes, bienhechores.
De pronto hirieron su oído rumores extraños, como cuchicheos de femeninos labios y después el chirrido de cortinajes que se corrían, algunas palabras, y por fin el tararear suave de una canción, el ladrido de un falderillo, y otras señales de existencia social, que parecían muy singulares en tal sitio.
Aquí un chirrido áspero, allí un chasquido semejante al que hacemos con la lengua, allá lastimeros murmullos, más lejos un son vibrante, parecido al de la esquila suspendida al cuello de la res vagabunda.

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