Ejemplos con cadenas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¡Viva la república!señaló otra litografía iluminada, que figuraba una señora gorda, con túnica tricolor, una antorcha en la mano y a los pies un león y unas cadenas rotas.
En el mundo económico se han hecho dueños de las máquinas y demás progresos, empleándolos como cadenas para esclavizar al obrero, obligándolo a un exceso de producción y limitando su jornal a lo estrictamente necesario.
Se oyó el chirriar de cadenas y poleas y un trueno sordo hizo temblar toda la torre.
Ya lo decía su abuelo, que era persona de mucho saber: ¿Para quién se han hecho las cadenas? Para los hombres.
Y allá iba dos veces al año, para manchar el piso con sus alpargatas cubiertas de barro y repetir que las cadenas son para los hombres, haciendo molinetes con la navaja.
Las niñas de los lacitos le apodaban el de las cadenas , la mamá sentíase inquieta con la presencia de este bárbaro de negra fama, que olía a vino y hablaba accionando con la navaja, y convencida al fin de que nada había de sacar de él, indicábale que se fuese, pero él experimentaba un hondo gozo siendo molesto y procuraba prolongar la entrevista.
Hasta su ama se atrevía con él¡con él, que era el terror de todos los propietarios de la huerta!, y en su visita de San Juan habíase burlado de su dicho de las cadenas y hasta de la navaja, anunciándole que se preparase a dejar las tierras o pagar el arrendamiento, sin olvidar los atrasos.
Un momento antes entraban sudorosas, echando espuma, sacando chispas del empedrado, ahora se pasean solas por el gran patio, arrastrando las cadenas, sonando sus cadenas tintinantes.
Pero ya los dependientes habían empezado a sacudirse las cadenas, ya no eran aquellos parias del tiempo de D.
Empezó a soñar con los Pazos, con el gran caserón, mas, por extraña anomalía propia del estado, cuyo fundamento son siempre nociones de lo real, pero barajadas, desquiciadas y revueltas merced al anárquico influjo de la imaginación, no veía la huronera tal cual la había visto siempre, con su vasta mole cuadrilonga, sus espaciosos salones, su ancho portalón inofensivo, su aspecto amazacotado, conventual, de construcción del siglo XVIII, sino que, sin dejar de ser la misma, había mudado de forma, el huerto con bojes y estanque era ahora ancho y profundo foso, las macizas murallas se poblaban de saeteras, se coronaban de almenas, el portalón se volvía puente levadizo, con cadenas rechinantes, en suma: era un castillote feudal hecho y derecho, sin que le faltase ni el romántico aditamento del pendón de los Moscosos flotando en la torre del homenaje, indudablemente, Julián había visto alguna pintura o leído alguna medrosa descripción de esos espantajos del pasado que nuestro siglo restaura con tanto cariño.
Sin embargo, cuando regresó a la casa no había indicios de la susodicha ruptura de cadenas.
Era la misa de San Ramón Nonnato, elegida para la circunstancia, y cuando el celebrante pronunció , parecióle que las cadenas de dolor que ligaban a la pobre virgencitaque aún entonces se la representaba como tal el capellánse rompían de golpe, dejándola libre, gozosa y radiante, con la más feliz maternidad.
Volvióse a Nápoles y a Roma, y de allí fué a Nuestra Señora de Loreto, en cuyo santo templo no vió paredes ni murallas, porque todas estaban cubiertas de muletas, de mortajas, de cadenas, de grillos, de esposas, de cabelleras, de medios bultos de cera, y de pinturas y retratos que daban manifiesto indicio de las innumerables mercedes que muchos habian recebido de la mano de Dios por intercesion de su divina Madre, que aquella sacrosanta imágen suya quiso engrandecer y autorizar con muchedumbre de milagros, en recompensa de la devocion que le tienen aquellos que con semejantes doseles tienen adornados los muros de su casa.
Los cristianos, de quien venian armadas las galeras, arrancando las branzas y rompiendo las cadenas, mezclados con los turcos, tambien se recogieron a la nave, y como iban subiendo por su costado, con la arcabucería de los navíos los iban tirando como al blanco, a los turcos no mas, que a los cristianos mandó Ricaredo que nadie los tirase.
Juan los vestidos de camino que allí habia traido la jitana, volviéronse las prisiones y cadenas de hierro en libertad y cadenas de oro: la tristeza de los jitanos presos en alegría, pues otro dia los dieron en fiado: recibió el tio del muerto la promesa de dos mil ducados que le hicieron porque bajase de la querella y perdonase a D.
Finalmente, con la sumaria del caso, y con una gran cáfila de jitanos entraron el alcalde y sus ministros, con otra mucha gente armada, en Murcia, entre los cuales iba Preciosa, y el pobre Andres ceñido de cadenas sobre un macho y con esposas y piedeamigo.
—El propósito es, respondió el alférez, de que toda aquella balumba y aparato de cadenas, cintillos y brincos, podia valer hasta diez o doce escudos.
—Así fuera, respondió el alférez, si la verdad respondiera al parecer, pero como no es todo oro lo que reluce, las cadenas, cintillos, joyas, brincos, con solo ser de alquimia se contentaron, pero estaban tan bien hechas, que solo el toque o el fuego podia descubrir su malicia.
—Y tan pata, respondió el alférez, que podemos volver a barajar, pero el daño está, señor licenciado, en que ella se podrá deshacer de mis cadenas, y yo no de la falsía de su término, y en efecto, mal que me pese es prenda mia.
Aquí fué el gritar del pueblo: aquí el amohinarse el tio alcalde: aquí el desmayarse Preciosa, y el turbarse Andres de verla desmayada: aquí el acudir todos a las armas, y dar tras el homicida, creció la confusion, creció la grita, y por acudir Andres al desmayo de Preciosa, dejó de acudir a su defensa, y quiso la suerte que Clemente no se hallase al desastrado suceso, que con los bagajes habia ya salido del pueblo: finalmente, tantos cargaron sobre Andres, que le prendieron y le aherrojaron con dos muy gruesas cadenas: bien quisiera el alcalde ahorcarle luego, si estuviera en su mano, pero hubo de remitirle a Murcia, por ser de su jurisdicion: no le llevaron hasta otro dia, y en el que allí estuvo pasó Andres muchos martirios y vituperios, que el indignado alcalde y sus ministros, y todos los del lugar le hicieron.
Prosuponga vuestra merced que me manda llevar a la cárcel, y que en ella me echan grillos y cadenas, y que me meten en un calabozo, y se le ponen al alcaide graves penas si me deja salir, y que él lo cumple como se le manda, con todo esto, si yo no quiero dormir, y estarme despierto toda la noche, sin pegar pestaña, ¿será vuestra merced bastante con todo su poder para hacerme dormir, si yo no quiero?.
Quiero decir dijo Sancho que nos demos a ser santos, y alcanzaremos más brevemente la buena fama que pretendemos, y advierta, señor, que ayer o antes de ayer, que, según ha poco se puede decir desta manera, canonizaron o beatificaron dos frailecitos descalzos, cuyas cadenas de hierro con que ceñían y atormentaban sus cuerpos se tiene ahora a gran ventura el besarlas y tocarlas, y están en más veneración que está, según dije, la espada de Roldán en la armería del rey, nuestro señor, que Dios guarde.
Llevóle de nuestro lugar, siendo muchacho de hasta doce años, un capitán que con su compañía por allí acertó a pasar, y volvió el mozo de allí a otros doce, vestido a la soldadesca, pintado con mil colores, lleno de mil dijes de cristal y sutiles cadenas de acero.
¡Oh tú, quienquiera que seas, que tanto bien me has pronosticado!, ruégote que pidas de mi parte al sabio encantador que mis cosas tiene a cargo, que no me deje perecer en esta prisión donde agora me llevan, hasta ver cumplidas tan alegres e incomparables promesas como son las que aquí se me han hecho, que, como esto sea, tendré por gloria las penas de mi cárcel, y por alivio estas cadenas que me ciñen, y no por duro campo de batalla este lecho en que me acuestan, sino por cama blanda y tálamo dichoso.
Por este advertimiento, ninguno respondió palabra, y, habiendo pasado un poco delante, que ya el bajel quedaba sotavento, de improviso soltaron dos piezas de artillería, y, a lo que parecía, ambas venían con cadenas, porque con una cortaron nuestro árbol por medio, y dieron con él y con la vela en la mar, y al momento, disparando otra pieza, vino a dar la bala en mitad de nuestra barca, de modo que la abrió toda, sin hacer otro mal alguno, pero, como nosotros nos vimos ir a fondo, comenzamos todos a grandes voces a pedir socorro y a rogar a los del bajel que nos acogiesen, porque nos anegábamos.
A lo cual el renegado, sin aguardar que Zoraida le respondiese, le respondió: No te canses, señor, en preguntar a Zoraida, tu hija, tantas cosas, porque con una que yo te responda te satisfaré a todas, y así, quiero que sepas que ella es cristiana, y es la que ha sido la lima de nuestras cadenas y la libertad de nuestro cautiverio, ella va aquí de su voluntad, tan contenta, a lo que yo imagino, de verse en este estado, como el que sale de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida y de la pena a la gloria.
Acaeció, pues, que un día, estando en un terrado de nuestra prisión con otros tres compañeros, haciendo pruebas de saltar con las cadenas, por entretener el tiempo, estando solos, porque todos los demás cristianos habían salido a trabajar, alcé acaso los ojos y vi que por aquellas cerradas ventanillas que he dicho parecía una caña, y al remate della puesto un lienzo atado, y la caña se estaba blandeando y moviéndose, casi como si hiciera señas que llegásemos a tomarla.
Digo que oyeron que daban unos golpes a compás, con un cierto crujir de hierros y cadenas, que, acompañados del furioso estruendo del agua, que pusieran pavor a cualquier otro corazón que no fuera el de don Quijote.

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