Ejemplos con banquero

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

No, si aseguran que su padre es un banquero riquísimo de la Habana.
La duquesa de Tal, ahora está enredada con el hijo del banquero Fulano.
Hacía cerca de veinte años que la representación del distrito en el Congreso estaba encomendada al opulento banquero Rojas Salcedo, el cual sólo una vez en su vida había estado en Sarrió a tomar leche de burra.
Floripond, el poderoso banquero, la fea, la huesuda, la descuidada, la envidiosa Iselda, había escondido, donde no pudiese ser hallado, su caja de lápices de dibujar: por supuesto, la caja no aparecía: ¡Allí todas las niñas tenían dinero para comprar sus cajas! ¡las únicas que no tenían dinero allí eran las tres del Valle! y las registraban, a las pobrecitas, que se dejaban registrar con la cara llena de lágrimas, y los brazos en cruz, cuando por fortuna la niña de otro banquero, menos rico que Mr.
¡Bien les había dejado el célebre banquero con su pretendida infalibilidad!.
Era la fuga del banquero Morte copiada en miniatura.
Aquellos señores, sin acordarse del motivo que les obligaba a andar por las calles en procesión, hablaban de los negocios, de la fuga de Morte, con gran estallido de fin de mes, y de la desesperada situación de los discípulos del famoso banquero.
Lo cierto era que desde el anochecer, toda una procesión de clientes, anonadados unos y amenazantes otros, entraban en las oficinas del banquero, no encontrando otra cosa que las mesas abandonadas y algunos empleados quejumbrosos y todavía no convencidos de la ruina de su principal.
El célebre banquero don Ramón Morte había desaparecido, produciendo la consternación en centenares de familias.
¡Qué de veces, en el comedor de fastuoso banquero, he pensado, con triste alegría, en aquellas horas dichosas! Tía Pepa en un extremo, yo a su derecha, y enfrente de mí Angelina.
El mismo don Antonio le había dicho que si no sobrevenía pronto la baja saltaría él a fin de mes con todos los jugadores que atendían los consejos del famoso banquero.
Con el error del banquero, quedaba lo mismo que antes de entrar en la Bolsa: dueño de la tienda y de unas cuantas fincas sin importancia.
El mismo banquero confesaba que esta vez se había equivocado, aunque no por ello dejaba de sonreír, asegurando que lo mismo que había ocurrido una alza contra todas sus previsiones, podía sobrevenir una baja, pues no todos los tiempos son iguales.
Le suponían poseedor de millones, y era el banquero de todos los mercaderes menesterosos.
El Carnaval tenía para él mala pata, y al susurro de la orquesta que sonaba abajo, salía bailoteando siempre la carta contraria y se llevaba al montecillo del banquero las pesetas de mamá.
Don Eugenio escuchaba con frialdad el nombre del célebre banquero, que todos los días repetían los periódicos, pero Juanito se estremeció.
Eran curas en su mayoría, pues don Ramón, persona piadosa y amiga de hacer limosnas por mano de la Iglesia, figuraba como el banquero del clero, y en las sacristías su nombre alcanzaba gran prestigio.
Allí, tras la mesa-ministro, sobre la cual todo estaba arreglado con nimia pulcritud, mostrábase el famoso banquero.
El dinero quedaba a su espalda, sin recibo, sin garantía alguna, resguardado por el espíritu de confianza inquebrantable que circuía la respetable personalidad del banquero caritativo.
Vamos para arribadijo el banquero alegremente, sin dejarle terminar su saludo.
Habían dudado un poco antes de entregar sus ahorros, pero ahora sentían una dulce confianza pensando que quedaban arriba, en manos de un hombre a quien todos los días nombraban los periódicos con los títulos de acaudalado y filantrópico banquero.
Vendió su huerto de Alcira, y los ocho mil duros que le dieron engrosaron el raudal de oro que, a impulsos de la más ciega confianza, iba a caer en las cajas del filántropo banquero.
¿Para qué tal precaución? No había más que oír a su principal y al poderoso banquero.
Y aquellos hombres de fe inquebrantable acogían como risueña esperanza las ambiguas palabras del banquero, prestándoles esto cierta energía para sobrellevar el golpe.
Las sillas de Vitoria que asistieron a la boda de tal banquero, cuando era aguador, hablan pestes de las butacas en que se sienta hoy.
¡Oh, señor inglés! ¡Oh, ! ¡Oh, señor banquero!.
Voy a consolarme de no ser ministro, ni sabio, ni hermoso, ni banquero.
Las hijas del famoso Bonilla, importador de pañolería y después banquero y extractor de vinos, casaron: la una con Sánchez Botín, propietario, de quien vino la generala Minio, la marquesa de Tellería y Alejandro Sánchez Botín, la otra con uno de los Morenos de Madrid, co-fundador de los Cinco Gremios y del Banco de San Fernando, y la tercera con el duque de Trastamara, de donde vino Pepito Trastamara.
—Mañana mismo escribiré a mi banquero de la Capital para que le envie a cinco mil duros de ropas, alhajas y juguetes.

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