Ejemplos con atrevimos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Llegamos a componer el completo inventario de estos domésticos ruidos, con música y letra, y como alguna noche nos molestase tanta música, nos atrevimos a decir a mi madre que mandara untar de aceite los mohosos goznes para que callasen, o fueran más silenciosas las parlantes y cantantes puertas.
Mi hermana y yo, asistidas de un tío de mi madre, cura párroco del pueblo, ideamos quemarle un día todos los libros y papeles, y tapiarle la puerta de su librería, pero no nos atrevimos, temiendo que con esto se entristeciera demasiado y cayese en locuras más peligrosas.
Pero no ya para fantasear allí, corriendo inútiles peligros, o para gozar a sus anchas de la libre vida de la naturaleza, sino para sacar abundantísimo fruto de las sábias y providenciales lecciones que le diera su padre y del propio conocimiento por él adquirido acerca de los misterios y riquezas de la maravillosa Montaña que en otra obra nuestra nos atrevimos a denominar.
De buena gana hubiéramos llevado más adelante nuestra exploración, pero no nos atrevimos a tanto, y salimos de aquella interesantísima casa como habíamos entrado en ella, llenos de respeto a su carácter señorial y religioso, y de admiración a sus bellezas artísticas.
¡Ay! acuérdate de tu madre, a quien no nos atrevimos a dar parte de tu afrancesamiento.
No nos atrevimos a volver a la casa con la mala noticia de que el niño no parecía, y seguimos visitando todos los contornos, para preguntar a la gente del campo.
No, no nos atrevimos a entrar, y, como no nos atrevimos, lo declaro así con franqueza.
Nos atrevimos a explorar un poco y nos alejamos unos cuantos metros de la nave.
No nos atrevimos a replicar temiendo perder las vidas.
Casiana y yo llegamos a la Plaza de Oriente, y viendo el tumulto no nos atrevimos a meternos en tan terribles angosturas.
Tenía don Félix amistad con el Embaxador de España y algunos Cardenales que habían estado en la insigne ciudad de Baeza, cabeza de la Cristiandad, con cuyo favor nos atrevimos a echarnos a los pies de Su Santidad, el cual mirando nuestro negocio con piedad, nos absolvió, mandando que diésemos dos mil ducados al Hospital Real de España, que hay en Roma, y luego nos desposó, con condición y en penitencia del pecado, que no nos juntásemos en un año, y si lo hiciésemos quedase la pena y castigo reservado a él mismo.
Hallamos que cuatro o cinco perrazos le estaban descarnando, por lo cual, de miedo no nos atrevimos a llegar.

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