Ejemplos con advertid

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y advertid que cuando, en nombre de los derechos del espíritu, niego al utilitarismo norteamericano ese carácter típico con que quiere imponérsenos como suma y modelo de civilización, no es mi propósito afirmar que la obra realizada por él haya de ser enteramente perdida con relación a los que podríamos llamar.
Advertid que quien tiene esta habilidad no puede ser esclavo.
—Pues a la mano de Dios, dijo Loaysa, que de aquí a dos dias tendréis, Luis, todo lo necesario para poner en ejecucion vuestro virtuoso propósito: y advertid en no comer cosas flemosas, porque no hacen ningun provecho, sino mucho daño a la voz.
—Dos navíos, respondió la Reina, están para partirse en corso, de los cuales he hecho general al baron de Lansac: del uno dellos os hago a vos capitan, porque la sangre de do venís me asegura que ha de suplir la falta de vuestros años, y advertid a la merced que os hago, pues os doy ocasion en ella a que correspondiendo a quien sois, sirviendo a vuestra reina, mostreis el valor de vuestro ingenio y de vuestra persona, y alcanceis el mejor premio que a mi parecer vos mismo podeis acertar a desearos: yo misma os seré guarda de Isabela, aunque ella da muestras que su honestidad será su mas verdadera guarda: id con Dios, que pues vais enamorado, como imagino, grandes cosas me prometo de vuestras hazañas: felice fuera el rey batallador que tuviera en su ejército diez mil soldados amantes, que esperaran que el premio de sus victorias habia de ser gozar de sus amadas.
—Hasta el nombre me contenta, respondió la reina, no le faltaba mas sino llamarse Isabela la española, para que no me quedase nada de perfeccion que desear en ella, pero advertid, Clotaldo, que sé que sin mi licencia la teníades prometida a vuestro hijo.
Basta que me entienda Dios, mujer respondió Sancho, que Él es el entendedor de todas las cosas, y quédese esto aquí, y advertid, hermana, que os conviene tener cuenta estos tres días con el rucio, de manera que esté para armas tomar: dobladle los piensos, requerid la albarda y las demás jarcias, porque no vamos a bodas, sino a rodear el mundo, y a tener dares y tomares con gigantes, con endriagos y con vestiglos, y a oír silbos, rugidos, bramidos y baladros, y aun todo esto fuera flores de cantueso si no tuviéramos que entender con yangüeses y con moros encantados.
Pues advertid, hermano dijo Sancho, que yo no tengo don, ni en todo mi linaje le ha habido: Sancho Panza me llaman a secas, y Sancho se llamó mi padre, y Sancho mi agüelo, y todos fueron Panzas, sin añadiduras de dones ni donas, y yo imagino que en esta ínsula debe de haber más dones que piedras, pero basta: Dios me entiende, y podrá ser que, si el gobierno me dura cuatro días, yo escardaré estos dones, que, por la muchedumbre, deben de enfadar como los mosquitos.
Con vos me entierren, Sancho, que sabéis de todo respondió el duque, y yo espero que seréis tal gobernador como vuestro juicio promete, y quédese esto aquí y advertid que mañana en ese mesmo día habéis de ir al gobierno de la ínsula, y esta tarde os acomodarán del traje conveniente que habéis de llevar y de todas las cosas necesarias a vuestra partida.
Y advertid, hijo, que al soldado mejor le está el oler a pólvora que algalia, y que si la vejez os coge en este honroso ejercicio, aunque sea lleno de heridas y estropeado o cojo, a lo menos no os podrá coger sin honra, y tal, que no os la podrá menoscabar la pobreza, cuanto más, que ya se va dando orden cómo se entretengan y remedien los soldados viejos y estropeados, porque no es bien que se haga con ellos lo que suelen hacer los que ahorran y dan libertad a sus negros cuando ya son viejos y no pueden servir, y, echándolos de casa con título de libres, los hacen esclavos de la hambre, de quien no piensan ahorrarse sino con la muerte.
Teneos, señores, teneos, que no es razón toméis venganza de los agravios que el amor nos hace, y advertid que el amor y la guerra son una misma cosa, y así como en la guerra es cosa lícita y acostumbrada usar de ardides y estratagemas para vencer al enemigo, así en las contiendas y competencias amorosas se tienen por buenos los embustes y marañas que se hacen para conseguir el fin que se desea, como no sean en menoscabo y deshonra de la cosa amada.
Advertid, señor caballero, que la condición de nuestra batalla es que el vencido, como otra vez he dicho, ha de quedar a discreción del vencedor.
Y advertid, hijo, que vale más buena esperanza que ruin posesión, y buena queja que mala paga.
Medíos, Sancho, con vuestro estado respondió Teresa, no os queráis alzar a mayores, y advertid al refrán que dice: Al hijo de tu vecino, límpiale las narices y métele en tu casa.
Advertid que Sanchico tiene ya quince años cabales, y es razón que vaya a la escuela, si es que su tío el abad le ha de dejar hecho de la Iglesia.
Advertid, hermano Sancho, que esta aventura y las a ésta semejantes no son aventuras de ínsulas, sino de encrucijadas, en las cuales no se gana otra cosa que sacar rota la cabeza o una oreja menos.
Advertid, Sancho amigo, que doña Rodríguez es muy moza, y que aquellas tocas más las trae por autoridad y por la usanza que por los años.
Advertid que en tan poca distancia como hay de una puerta a la.
reconocidos, y advertid que por más escondida que la llevéis, os la han de hallar: que del.
Y advertid que de aquí.
—Advertid que después que esta fingida reina se ha introducido en el mundo, no hay.
Pero advertid que no hablo del médico material, sino de los.
—Pues advertid —dijo Quirón— que éste es un error muy común, una desesperación.
—Advertid —dijo Quirón— que los más de los mortales, en vez de ir adelante en la.
Advertid que los que habían de.
—Mirad, advertid, sabed que al hombre le he formado yo con mis manos para criado.
Viendo la lengua lo que la apuraban, sacando fuerzas de su propia flaqueza, dijo: «¿Qué, tan débil os parezco? Pues advertid que, si yo quiero, soy más fuerte que el más sólido de todos vosotros, y, aquí donde me veis toda de carne, basto yo a quebrantar diamantes, que no digo ya huesos».
Y advertid que el día de la viudez es el día que más comen estas viudas, porque para animarla no entra ninguna que no le dé un trago, y le hace comer un bocado, y ella lo come diciendo: «Todo se vuelve ponzoña», y medio mascándolo, dice: «¿Qué provecho puede hacer esto a la amarga viuda, que estaba hecha a comer a medias todas las cosas, y con compañía, y ahora se las habrá de comer todas enteras, sin dar parte a nadie, de puro desdichada?».
Y advertid ahora que la cosa que más cara se os vende en el mundo es lo que menos vale, que es la vanidad que tenéis, y estos mercaderes son los que alimentan todos vuestros desórdenes y apetitos.
Y advertid que ya los príncipes tienen por deuda nuestra sangre y vida, pues perdiéndolas por ellos, los más dicen que los pagamos y no que los servimos.
-Advertid que la vida del hombre es guerra consigo mismo, y que toda la vida nos tienen en armas los enemigos del alma, que nos amenazan más dañoso vencimiento.

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