Buscar Poemas con Gaviotas


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Se han encontrado 15 poemas con la palabra gaviotas

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Angel González

son las gaviotas, amor

-- de Angel González --

Las lentas, altas gaviotas.
Mar de invierno. El agua gris
mancha de frío las rocas.
Tus piernas, tus dulces piernas,
enternecen a las olas.
Un cielo sucio se vuelca
sobre el mar. El viento borra
el perfil de las colinas
de arena. Las tediosas
charcas de sal y de frío
copian tu luz y tu sombra.
Algo gritan, en lo alto,
que tú no escuchas, absorta.
Son las gaviotas, amor.
Las lentas, altas gaviotas.

Poema son las gaviotas, amor de Angel González con fondo de libro

Alfonsina Storni

Playa

-- de Alfonsina Storni --

Parado contra la balaustrada,
de espaldas,
el anciano de sombrero amarillo
está ya muerto.

Le cantan responsos
en ondas monótonas
las masas de agua verde
que me mojan los pies.

Horizonte lejano:
no puedo tocarte.
Las gaviotas sobre mi cabeza
se aman todavía...

Poema Playa de Alfonsina Storni con fondo de libro

Luis Lloréns Torres

treno de mar

-- de Luis Lloréns Torres --

Una novia en la playa...
Una vela en el mar...

Los péndulos de hojas,
que cuelgan del cocal,
tararean, ean, ean,
la oración del jamás.

Las gaviotas se cimbran
en el vuelo fugaz
con que las lleva al nido
la luz crepuscular.

Rojas brasas las rocas
queman la flor de sal,
que polvoreó sobre ellas
la salobre humedad.

Errante nube tiende
su pañolón de holán,
con que dios en el cielo
limpia el azul cristal.

No hay espuma en la lenta
onda que viene y va.
Ni la brisa sahúma
la desmayada paz.

Lloran, bajo la tarde,
su triste soledad,
una novia en la playa
y una vela en el mar.

Poema treno de mar de Luis Lloréns Torres con fondo de libro

Líber Falco

Volver II

-- de Líber Falco --

Sobre oscura losa,
ojos sin nada
y de cara al cielo.
Con un puñal de hielo
ardiendo en sus entrañas.
Arriba, el mundo entero.
El abajo,
apretado de angustias.
Sin lágrimas, sin pañuelo,
ojos sin nada
y de cara al cielo.

¿Quien echó tierra en sus ojos
y metió en su garganta
una víbora de miedos?
Se levantó de un salto.
Y vio a los barcos y a los hombres sobre el mar.
Aprendió el lenguaje de las gaviotas
y el ensueño que sueñan y matan,
los marineros.
¿Quién revivió a aquel muerto?

Aquel muerto, porque murió una vez
habla ahora de la vida
y quiere abrazar a sus hermanos.
Ama a los barcos
y sueña un humo blanco para ellos.
Ama a los marineros
y a las que cuentan sus monedas
en los puertos.

Aquel muerto, porque murió una vez,
ama a la vida
y teje una bandera para el viento.



Julián del Casal

crepuscular

-- de Julián del Casal --

Como vientre rajado sangra el ocaso,
manchando con sus chorros de sangre humeante
de la celeste bóveda el azul raso,
de la mar estañada la onda espejeante.
Alzan sus moles húmedas los arrecifes
donde el chirrido agudo de las gaviotas,
mezclado a los crujidos de los esquifes,
agujerea el aire de extrañas notas.
Va la sombra extendiendo sus pabellones,
rodea el horizonte cinta de plata,
y, dejando las brumas hechas jirones,
parece cada faro flor escarlata.
Como ramos que ornaron senos de ondinas
y que surgen nadando de infecto lodo,
vagan sobre las ondas algas marinas
impregnadas de espumas, salitre y yodo.
Ábrense las estrellas como pupilas,
imitan los celajes negruzcas focas
y, extinguiendo las voces de las esquilas,
pasa el viento ladrando sobre las rocas.



Julián del Casal

paisaje de verano

-- de Julián del Casal --

Polvo y moscas. Atmósfera plomiza
donde retumba el tabletear del trueno
y, como cisnes entre inmundo cieno,
nubes blancas en cielo de ceniza.
El mar sus ondas glaucas paraliza,
y el relámpago, encima de su seno,
del horizonte en el confín sereno
traza su rauda exhalación rojiza.
El árbol soñoliento cabecea,
honda calma se cierne largo instante,
hienden el aire rápidas gaviotas,
el rayo en el espacio centellea,
y sobre el dorso de la tierra humeante
baja la lluvia en crepitantes gotas.



Pablo Neruda

poema 8 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Abeja blanca zumbas ebria de miel en mi alma
y te tuerces en lentas espirales de humo.
Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.
Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última.
En mi tierra desierta eres la última rosa.
Ah silenciosa!
cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche.
Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.
Tienes ojos profundos donde la noche alea.
Frescos brazos de flor y regazo de rosa.
Se parecen tus senos a los caracoles blancos.
Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa de sombra.
Ah silenciosa!
he aquí la soledad de donde estás ausente.
Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas.
El agua anda descalza por las calles mojadas.
De aquel árbol se quejan, como enfermos, las hojas.
Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.
Ah silenciosa!



Pablo Neruda

poema 5 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 5
para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban.
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.



José María Eguren

el bote viejo

-- de José María Eguren --

Bajo brillante niebla,
de saladas actinias cubierto,
amaneció en la playa,
un bote viejo.

Con arena, se mira
la banda de sus bateleros,
y en la quilla verdosos
calafateos.

Bote triste, yacente,
por los moluscos horadado;
ha venido de ignotos
muelles amargos.

Apareció en la bruma
y en la armonía de la aurora;
trajo de los rompientes
doradas conchas.

A sus bancos remeros,
a sus amarillentas sogas,
viene los cormoranes
y las gaviotas.

Los pintorescos niños,
cuando dormita la marea
lo llenan de cordajes
y de banderas.

Los novios, e la tarde,
en su alta quilla se recuestan;
y a los vientos marinos,
de amor se besan.

Mas el bote ruinoso
de las arenas del estuario,
ansía los distantes
muelles dorados.

Y en la profunda noche,
en fino tumbo abrillantado,
partió el bote muriente
a los botes lejanos.



Marilina Rébora

mar de vidrio

-- de Marilina Rébora --

Mar de vidrio
dijiste: «mar de vidrio», señor, y es lo que quiero;
un mar que te refleje en toda tu grandeza,
por sobre el cual camines tu lámpara, el lucero
para ver, al trasluz, del mundo la tristeza.
Dijiste mar de vidrio, un cristal sin bisel
ni resquebrajaduras, sólo un único trozo,
en cuya superficie se reproduzca fiel
el que ríe feliz o el que ahoga un sollozo.
Y el mar tuyo, señor, ése al que te refieres,
¿tendrá, al igual que el nuestro, arenas, caracoles?
¿ondularáse en olas, si es así que lo quieres?
¿revolarán gaviotas por verse en sus espejos?
¿dormirá en él un sol o acaso muchos soles,
también vidrio sus crestas, de coral, con reflejos?
apocalipsis:
4, 6 y delante del trono había como un mar de vidrio semejante alcristal...
15, 2 Y vi así como un mar de vidrio mezclado con fuego...



Medardo Ángel Silva

Las alas rotas

-- de Medardo Ángel Silva --

En antiguas orgías cuerpos y almas servimos
a los siete lobeznos de los siete pecados;
la vid de la Locura de sus negros racimos;
exprimió en nuestras bocas los vinos condenados.

Pálidas majestades sombrías y ojerosas,
lánguidos oficiantes de pintadas mejillas
se vieron coronados de nuestras frescas rosas
y en la Misa del Mal doblamos las rodillas...

¡Y acabadado el festín –al ensayar el vuelo
hacia el puro Ideal– como heridas gaviotas
las almas descendieron al putrefacto suelo,
asfixiadas de luz y con las alas rotas!



Meira Delmar

caracola

-- de Meira Delmar --

El mar danzaba entre las islas
desnudo y joven como un dios.
Sobre su piel resplandecía
el agua azul, llena de sol.
El viento alegre del verano
abría el cielo de cristal,
y crepitaban las cigarras
entre las llamas del pinar.
Ramos de espuma le ceñían
la clara frente, y el vaivén
de las gaviotas se acordaba
al ágil ritmo de sus pies.
El son delgado de una flauta
llenaba todo el olivar.
El mediodía restallaba.
¡Danzaba el mar! ¡cantaba el mar!
!--img



Meira Delmar

palabras al mar. memoria

-- de Meira Delmar --

palabras al mar
mar de mi infancia. Caracolas,
arena de oro, velas blancas.
Si alguien cantaba entre la noche
a las sirenas recordaba.
Simbad venía en cada ola
sobre la barca de mi sueño,
y me nombraba capitana
de su fantástico velero.
El viento izaba las gaviotas
alto más alto de sus mástiles.
Y por las nubes entreabiertas
pasaba el cielo con sus ángeles.
Los compañeros no sabían
yo nunca dije mi destino
que en el anillo de la ronda
iba la novia del marino.



Meira Delmar

soneto marinero

-- de Meira Delmar --

Digo tu nombre, mar, tu nombre ardido
de soles y de júbilo creciente,
y el corazón enamorado siente
más clara la presencia del latido.
Velero que navega repetido
por los quietos espejos de la frente,
regresa tu paisaje lentamente
como si retornara del olvido.
Y surge tu comarca marinera
con una trashumante primavera
de espumas en la mano de cristal.
Y tu voz de colores, y tu alada
corona de blancura trabajada
en gaviotas y pétalos de sal.
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Julia de Burgos

proa de mi velero de ansiedad

-- de Julia de Burgos --

¡si fuera todo mar,
para nunca salirme de tu senda!

¡si dios me hiciera viento,
para siempre encontrarme por tus velas!

¡si el universo acelerara el paso,
para romper los ecos de esta ausencia!

cuando regreses, rodará en mi rostro
la enternecida claridad que sueñas.
Para mirarte, amado,
en mis ojos hay público de estrellas.

Cuando me tomes, trémulo,
habrá lirios naciendo por mi tierra,
y algún niño dormido de caricia
en cada nido azul que te detenga.

Nuestras almas, como ávidas gaviotas,
se tenderán al viento de la entrega,
y yo, fuente de olas, te haré cósmico...
¡Hay tanto mar nadando en mis estrellas!

recogeremos albas infinitas,
las que duermen al astro en la palmera,
las que prenden el trino en las alondras
y levantan el sueño de las selvas.

En cada alba desharemos juntos
este poema exaltado de la espera,
y detendremos de emoción al mundo
al regalo nupcial de auroras nuestras.



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