Ejemplos con vino

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El pan se entra en todo: en el aceite, en el gazpacho, en el queso y la uva, para dar sabor a beso, en el vino, en el caldo, en el jamón, en él mismo, pan con pan.
Un día vino a mi casa, con Arias, el platero de Sevilla, un viajante de escritorio.
Te he dicho, Platero, que el alma de Moguer es el vino, ¿verdad? No, el alma de Moguer es el pan.
A la tarde, el canario se vino al tejado de la casa grande, y allí se quedó largo tiempo, latiendo en el suave sol que declinaba.
Amigas de Dioscontinuó muy recio, de modo que lo oyera la intrusa: mi papá vino de las Indias el año pasado, y trajo cinco fragatas cargadas de onzas, y un negrito para que le sirviera el chocolate, y es tan rico, que se cartea con el rey de las Indias, y a mí me da dos reales cada vez que es su santo, y yo los echo en lo que me da la gana, y tengo tres muñecas de resorte, y un muestrario de botones que le regaló a mamá para mí una modista que quitó la tienda, y tengo dos marmotas de lana para ir al colegio en el invierno, porque yo voy al colegio, y no a la escuela de zurri-burri, como algunas infelices que yo conozco, y puede que no estén muy lejos de aquí.
Parece que sentimos el peso de la becerra sobre la mesa, y el del vino tinto en las cabezas de los comensales.
Aunque muy velado y desmenuzado en minúsculas alusiones, que entreveraba y envolvía entre vanas parrafadas, vino a decirme que Angustias estaba locamente enamorada de mí y que no podía vivir sin mí.
El enamoramiento vino después, y el Galeoto, el Breviario.
Como estaba prohibido el vino en el Seminario ni se consentía tener botellas, servíanse, para guardar el vino, de un expediente repugnante: lo metían en orinales, y de ellos bebían, a modo de cuenco.
Eran aficionadísimos al vino blanco.
Y ahora, repentinamente, después de la dulce flojedad de diez años de triunfo, con la rienda a la espalda y el amo a los pies, venía el cruel tirón, la vuelta a otros tiempos, el encontrar amargo el pan y el vino más áspero pensando en el maldito semestre, y todo por culpa de un forastero, de un piojoso que ni siquiera había nacido en la huerta, descolgándose entre ellos para embrollar su negocio y hacerles más difícil la vida.
La techumbre se vino abajo estruendosamente, aquella erguida techumbre que los vecinos miraban como un insulto, y del enorme brasero subió una columna espantosa de chispas, a cuya incierta y vacilante luz parecía gesticular la huerta con fantásticas muecas.
Y el duro pan parecía más sabroso, el vino mejor, el trabajo menos pesado, imaginándose las rabietas de los dos avaros, que con todo su dinero habían de sufrir que los rústicos de la huerta se burlasen de ellos.

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