Ejemplos con tos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El hombre parecía enfermo, era más joven que ella, pero enflaquecido por las dolencias, pálido, con una palidez transparente de hostia, los claros ojos brillantes de fiebre, el angosto pecho agitado por ruda y continua tos.
Jugaba con sus hijos lo mismo que una niña, y su rostro bondadoso y risueño ensombrecíase únicamente al oír la tos del amado enfermo.
La novelista, a la luz de una vela, escribía , la historia del monje que acaba por demoler todas sus creencias, y muchas veces cortaba su trabajo para correr al lado del músico y preparar sus tisanas, alarmada por la frecuencia de su tos.
Una tos, un leve ruido de pasos, y al volverse, Julio casi chocó con la que llegaba.
No empeoraba, porque ya no podía estar peor, y su vivir, más que vida, era agonía lenta, no muy penosa, amargándola solamente unas crisis de tos que traían a la garganta las flemas del pulmón deshecho, amenazando ahogar a la enferma.
La risa de la anémica se volvió tos, una tosecilla que le rascaba la garganta y la sofocaba, obligándola a sentarse en un banco rústico de los muchos que en el parque había.
Se ahogaba, su pecho agitábase con los estertores de una tos cavernosa.
Despacito y con paradas, para que no le agarre el demonio de la tos.
Cuando le acometía la tos, le rodeaban, mostrando en sus rostros la alarma.
Cuando la tos no dejaba dormir al viejo guardián, hablaba a Gabriel de los años que llevaba de vida nocturna en la Primada.
Cuando Gabriel abandonaba el lecho al salir el sol, después de una noche de penosa tos, encontraba ya en la salita de entrada a Sagrario preparando la máquina para la diaria labor.
Había días en que el silenciario sonreía satisfecho viendo a Gabriel de buen color y oyendo con menos frecuencia su tos dolorosa.
El músico hablaba, hojeaba cantando sus partituras, o hacía sonar el armónium, el revolucionario le escuchaba silencioso, sin interrumpir a su amigo más que con la tos de su pecho enfermo.
Gabriel pudo adormecerse, y así estuvo más de una hora, inmóvil en el sofá, cortándose varias veces su desigual respiración con el estertor de la tos cavernosa, que no llegaba a desvanecer su sueño.
Hízolo así el tío Frasquito, lleno de miedo, y creyendo ya poder aventurarse a salir con algunas precauciones, presentóse aquella noche en casa de Currita, en el taller de las hilas, tosiendo lastimosamente y ofreciendo a todas las damas caramelitos de rosa, único remedio para la tos que le había dejado el pertinaz.
Acordóse el tío Frasquito de Matilde y Malek-Adhel, y se sintió enternecido, la emoción le produjo un golpe de tos violentísimo, que fue necesario calmar con tres caramelos de malvavisco.
A poco sonó una tos sospechosa, no era la pulcra, perfumada y cadenciosa tos del tío Frasquito, sino una tos asmática, tos de viejo, que recordaba esos crujidos peculiares que anuncian en las casas ruinosas el próximo hundimiento.
¡Llorar un hombre como él! ¡Ah, la ingrata! Pero un golpe de tos seca, espasmódica, asfixiante, le volvió a la realidad.
Desaparecía en los últimos peldaños el extremo de las elegantes faldas, cuando sonó una tos que todos conocían en la casa.
Paso por lo alto la tos, el estornudo y el bostezo, en que tan indispensable es nuestro protagonista, y entro a hablaros de varios en particular.
La tos perruna de su tío la tranquilizó, diciéndole que no estaba sola.
La tos que le entró parecía anunciar un ataque de hemoptisis.
Doña Paca se apareció dando gruñidos y diciendo que la tos provenía de tanto hablar, contra lo que el médico ordenaba.
Habló Fortunata poco y vulgar, todo lo que dijo fue de lo menos digno de pasar a la historia: que hacía mucho frío, que se le había descosido un mitón, que aquel llavín parecía la , que al volver a casa entraría en la botica a comprar unas pastillas para la tos.
Si esos catalanes no fabrican más que adefesios decía Arnaiz entre tos y tos, y reparten dividendos de sesenta por ciento a los accionistas.
Baldomero tratáronse siempre como hermanos en la vida social y como compañeros queridísimos en la comercial, salvo alguna discusión demasiado agria sobre temas arancelarios, porque Arnaiz había hecho la gracia de leer a Bastiat y concurría a los de la Bolsa, no precisamente para oír y callar, sino para echar discursos que casi siempre acababan en sofocante tos.

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