Ejemplos con teniéndolos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Salieron de sobresalto contra todos ellos con tanto ímpetu, que aunque estuvieran sobre aviso los mataran todos, como los mataron, dándoles tantos flechazos por el cuerpo, teniéndolos cercados, que los pobres españoles, viéndose en tanta necesidad, pelearon desesperadamente sin que quedase ninguno de ellos a vida, si no fue el capitán Gonzalo de los Ríos y un negro, que acertaron a tener los caballos ensillados cuando oyeron salir los indios de la emboscada, y como el indio le sacó al capitán la espada de la cinta, huyeron a los caballos y llegaron a la ciudad de Santiago diez y seis leguas de camino en un día, donde Valdivia fue avisado de lo sucedido.
Era ridículo que la esposa de un comandante de operaciones saliese al campo a perseguir a los rebeldes, muchos de los cuales había conocido ella meses antes como amigos, teniéndolos por excelentes personas.
Con nosotros no tenían gran cosa que hacer los tiburones, otros barcos negreros, que hacinaban los bultos de ébano en la bodega, en malas condiciones, iban teniéndolos que echar al agua a que sirvieran de pasto a los tiburones, nosotros, no, hubo viaje en que no murió ninguno.
Podían respetarse sus creencias, pero vigilándolos como locos peligrosos, teniéndolos en perpetuo estado de debilidad para que no intentaran imponerse por la violencia.
Pero entre Dios y el hombre, como eslabón que une el bien al mal teniéndolos distantes, la religión, manto de la deidad suprema en cuyos pliegues se cobija la humanidad, al modo que entre las anchas ramas de la encina se guarecen los gusanillos de la selva.
Estaba Halima cerrada en su aposento, rogando a Mahoma trujese Leonisa buen despacho de lo que le habia encomendado: el cadí estaba en la mezquita recompensando con los suyos los deseos de su mujer, teniéndolos solícitos y colgados de la respuesta que esperaba oir de su esclavo, a quien habia dejado encargado hablase a Leonisa, pues para poderlo hacer le daria comodidad Mahamut, aunque Halima estuviese en casa.
El cadí estaba en la mezquita recompensando con los suyos los deseos de su mujer, teniéndolos solícitos y colgados de la respuesta que esperaba oír de su esclavo, a quien había dejado encargado hablase a Leonisa, pues para poderlo hacer le daría comodidad Mahamut, aunque Halima estuviese en casa.
Oyendo esto su padre, se apeó, y la tenia abrazada, como se ha dicho, pero dejándola, acudió a ponerlos en paz, aunque no fué menester, pues ya los dos habian conocido a sus hijos, y estaban en el suelo, teniéndolos abrazados, llorando todos lágrimas de amor y de contento nacidas.
Los pescadores y molineros estaban admirados, mirando aquellas dos figuras tan fuera del uso, al parecer, de los otros hombres, y no acababan de entender a dó se encaminaban las razones y preguntas que don Quijote les decía, y, teniéndolos por locos, les dejaron y se recogieron a sus aceñas, y los pescadores a sus ranchos.
¿Qué necesidad había de ir a pedir prestados seres y figuras, hadas y genios, espíritus y fantasmas a todos los países habidos y por haber, teniéndolos en la pampa, criollazos, innumerables y lo más dispuestos a responder en el acto a su evocación?.
Mas, a pesar de todo, aún hizo alegre la vida a los que le acompañaban, teniéndolos por días a su mesa y sazonando la comida con una conversación y afabilidad llena de gracia.
Formó también Nicias contra ellos, y entonces, bajando Gilipo las armas, envió un heraldo a los Atenienses, diciéndoles que les daría permiso para retirarse conseguridad de la Sicilia, a lo cual ni siquiera se dignó de contestar Nicias, pero algunos de los soldados, echándose a reír, le preguntaron si por haberse presentado una capa y un báculo lacónicos había derepente mejorado tanto el estado de los Siracusanos, que pudieran despreciar a los Atenienses, que a trescientos más valientes que Gilipo y con más cabellera, teniéndolos en prisiones, los habían vuelto a los Lacedemonios.
Porque basta demos pruebas de que conservamos una memoria agradecida por un testimonio verdadero, ni a él le agradaría recibir en premio una narración mentirosa y amañada, pues así como deseamos que los pintores que hacen con gracia y belleza los retratos, si hay en el rostro alguna imperfección, ni la dejen del todo, ni la saquen exacta, porque esto lo haría feo, y aquello desemejante a la vista, de la misma manera, siendo difícil, o, por mejor decir, imposible, escribir una Vida del todo irreprensible y pura, en los hechos laudables se ha de dar exacta la verdad, como quien dice la semejanza, pero los defectos y como fatalidades que acompañan a las acciones, y proceden o de algún afecto o de inevitable precisión, teniéndolos más bien por remisiones de alguna virtud que por efectos de maldad, no los hemos de grabar en la historia con empeño, y con detención, sino como dando a entender nos compadecemos de la humana naturaleza, que no da nada absolutamente hermoso, ni costumbres decididas siempre y en todo por la virtud.
Cuál haya sido el semblante de Tito Quincio Flaminino, que comparamos a Filopemen, pueden verlo los que gusten en un busto suyo de bronce, que, con una inscripción en caracteres griegos, se conserva en Roma, junto al Apolo grande traído de Cartago, enfrente del circo, en cuanto a sus costumbres, dícese que fue de genio pronto para la ira y para los favores, aunque no del mismo modo, pues siendo ligero y no rencoroso en el castigar, los beneficios los llevaba hasta el extremo, mirando constantemente con amor e inclinación a aquellos a quienes había favorecido como si hubieran sido sus bienhechores, teniéndolos por la mejor posesión, así los conservó siempre en su amistad y se interesó por ellos.
Mas como en esto llegase uno que le anunció estar ya ancladas todas las demás galeras, y que sola la suya quedaba esperándole, penetrando por entre la muchedumbre, y haciéndole espaldas los Reginos que estaban cerca de la tribuna, se encaminó al mar, y desembarcando con gran presteza, tomaron la vía de Tauromenio de Sicilia, recibiéndolos, y aun teniéndolos llamados de antemano con la mejor voluntad, Andrómaco, a quien estaba encomendada la ciudad, y que tenía en ella el mayor poder.
Entendiólo Camilo, y temiendo no le sucediese lo mismo que hacía experimentar a los contrarios, teniéndolos cercados, se apresuró a aprovechar la ocasión.
Era, pues, éste para los Galos un espectáculo extraño, así largo rato estuvieron dudosos sin osar acercarse, ni pasar adelante, teniéndolos por hombres de otra especie superior, pero después que uno de ellos, más resuelto, se atrevió a acercarse a Manio Papirio, y alargando la mano le cogió y mesó la barba, que la tenía muy larga, y Papirio, con el báculo, le sacudió e hirió en la cabeza, sacando el bárbaro su espada, lo dejó allí muerto.
Llegó, sin embargo, a poner de su parte a la muchedumbre, ya hablando a cada uno de los ciudadanos por su nombre, teniéndolos de memoria, y ya mostrándose juez inflexible en los negocios de los particulares, así, a Simónides de Ceos, que, siendo él estratega, le pidió una vez una cosa fuera de lo justo, le respondió: “Ni tú serías buen poeta si cantaras fuera de tono, ni yo un magistrado cual conviene si hiciera gracias contrarias a la ley.
Pues que dejamos expuesta la vida de Licurgo y la de Numa, teniéndolos a ambos a la vista, aunque la empresa es difícil, no hemos de rehusar el confrontar las diferencias de uno a otro, porque los rasgos de semejanza, en las mismas obras resplandecen: a saber, su prudencia, su piedad, su ciencia política, su cuidado de la educación y el tomar uno y otro de los dioses únicamente el principio de su legislación.
Con todo, me parece se aproximará más a lo cierto el que diga que Rómulo, queriendo por una parte excitar a los primeros y más poderosos a usar de una protección y celo paternal con los humildes, y por otra enseñar a éstos a no temer ni tener en odio la autoridad y honores de los principales, sino más bien mirarlos con benevolencia, teniéndolos por padres y saludándolos como tales, con esta mira les dio aquel nombre: así es que aun ahora a los que son del Senado los extranjeros les llaman próceres, pero los Romanos les dicen padres conscriptos, usando del nombre que entre todos tiene más dignidad y honor, sin ninguna odiosidad.
que no desee? Coronaron la gran mesa, y teniéndolos así juntos, les dijo:.
Teniéndolos ya en salvo fue repartiendo preciosísimas piedras, una a cada uno,.
—«¡Insensato! le dice, ¿a mí, que soy tu hermano y que en nada tengo merecida la cárcel, me tienes aherrojado en un calabozo, y ves ahí a esos persas que van a sacarte del trono y de tu misma casa, echándote a donde te lleva tu mala fortuna, y de puro cobarde no te arrojas sobre ellos? Teniéndolos ahí en tu mano, ¿cómo no los cazas y coges a tu placer? Si de nada eres capaz, ven acá, cobarde, confíame tus guardias, y con ellos les pagaré bien la visita que vinieron a hacernos, y a ti te aseguro que te dejaré salir libre de la isla.
Al ver Cambises tan singulares muestras de contento y alegría, sospechando en su interior que nacían de la complacencia que tenían los egipcios por el mal éxito de su empresa, mandó comparecer ante sí a los magistrados de Menfis, y teniéndolos a su presencia, les pregunta por qué antes, cuando estuvo en Menfis, no dieron los egipcios muestra alguna de contento, y ahora vuelto de su expedición, en que había perdido parte de su ejército, todo eran fiestas y regocijos.
E los otros apartados de sus madres teniéndolos í tanto que llegase la ora e passase en que solían la maternal leche resçebir por que mugiesen o gimiesen, siquiere bramasen, e al son de sus bozes las escondidas vacas respondiesen.
Asustábales, principalmente, el dineral que costaría todo aquello, y después el temor de que «por el visual que iba tomando la casona por adentro», se les cerraran la puerta y la cocina, teniéndolos en poco para darles entrada libre como antes.
¿Qué le parece a usted? Y teniéndolos en su casa a qué quieres boca, les enseñó la doctrina, y les predicó tanto, que devolvieron todo lo robado.
malos deseos, y el templado no teniéndolos.
Marchóse el mensajero, se puso el sol, acomodáronse los caballos teniéndolos a ''ronda cerrada'', se recogió bastante leña, se hizo un fogón, nos pusimos en torno, circuló el mate, y comenzó la charla.
Habiendo visto impresos en Aragón y en otras partes fuera del Reino, con nombre de don Francisco de Quevedo Villegas, estos discursos, con tanto descuido y malicia que entre lo añadido y olvidado y errores de traslados y imprenta se desconocían de su autor, y más teniéndolos yo trasladados de su original, determiné, dándole cuenta, de restituirlos limpiándolos del contagio de tantos descuidos, porque se vea cuán de otra suerte en su primera edad jugaba con la pluma sin apartarse de la enseñanza.

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