Ejemplos con soñolienta

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Sin embargo, a la mejor amiga de George, Izzie, Callie no le caía muy bien, pues pensaba que ella era muy rara para George, lo que se confirmó cuando una mañana, Callie estaba en casa de Meredith, Izzie y George, y utilizó soñolienta el cuarto de baño mientras que Izzie y Meredith estaban en dentro.
Al fin, la fresca serenidad de la tierra soñolienta pareció penetrar en él.
La ciudad de Ibiza, tranquila y soñolienta como un pueblo del interior de la Península, parecíale una capital remota.
La vida se deslizaba igual, monótona, soñolienta.
El comenzar de la tarde fue sofocante, el sol derramaba una lluvia de fuego, el mar se extendía tranquilo, apenas rizado, sin más olas que algunas pequeñas ondulaciones, con la respiración rítmica de un buen monstruo dormido, el agua, soñolienta, reflejaba la costa con todos sus detalles en la claridad de aquella tarde perezosa y espléndida.
Todavía no se había fundado el casino de Lúzaro, que, después de una época de pedantería y de esplendor, quedó reducido a una reunión soñolienta de indianos y de marinos retirados.
Ferragut había reído muchas veces de la virtud de su segundo, que se paseaba encogida y soñolienta por una gran parte del planeta, sin permitirse distracción alguna, para despertar con una tensión arrolladora siempre que los azares de la carrera le llevaban a vivir unos días en su casa de la Marina.
Su virtud soñolienta había sufrido el tormento de una resurrección sin objeto.
Hubo un instante en que los expedicionarios salieron de los pasadizos a plaza más despejada, era una especie de cueva circular, con tragaluz, y en su fondo bostezaban las anchas fauces del pozo Lucas, lleno de un agua soñolienta, sombría y honda.
Las personas cercanas a él fumaban silenciosas o seguían sus conversaciones con lentitud soñolienta.
Después del almuerzo, los pasajeros del oyeron sonar a proa la banda de música, con la lejanía soñolienta que infunde la inmensidad del Océano a todas las vibraciones.
Se adivinaba la existencia de cavernas submarinas, gargantas y canalizos invisibles, en los cuales se retorcía furioso el Océano al perder su calma soñolienta, encabritándose con espumarajos de rabia, desplomándose sus cataratas gigantescas sobre los negros abismos.
Ya no vivían la vida del presente, con olvido del resto del mundo, como si la humanidad hubiera muerto, los continentes se hubiesen hundido y no quedasen sobre el planeta otras personas que este puñado de seres flotando sobre un arca de acero, sin tener que preocuparse de la comida, que encontraban siempre pronta, sin miedo a los compromisos sociales de un mundo lejano, con los apetitos en libertad y la conciencia soñolienta.
Agasajado en mi cama me adormecí jugueteando con estos acertijos: ¿Era verdad que mi buen padre me había llevado a Durango, que hice allí vida patriarcal y soñolienta entre carlistas fieros y curas de armas tomar? ¿Eran reales las figuras de Choribiqueta, Fabiana Iturrigalde y Pepita Izco? ¿Había yo en efecto espetado a los cándidos durangueses un discurso chancero sobre la ? ¿Era verdad que la me había sacado de aquel atolladero, tomándome a su servicio, para lo cual hube de transformarme en duende minúsculo y gracioso, sutil espía de la historia privada?.
Pero el miedo al ridículo le contuvo, su instinto le avisó el riesgo de alarmar a un alma soñolienta.
Al llegar a la puerta de los Luna, la muchacha, cual si despertase de su marcha soñolienta, se hizo atrás con expresión de terror, como si dentro de la habitación le aguardase un gran peligro.
Además, había muerto su madre, y las cartas de sus hermanos no le anunciaban otra variación en la vida soñolienta del claustro alto que el haberse casado el jardinero y andar en relaciones el con una muchacha de las Claverías, ya que era contrario a las buenas tradiciones aliarse con gente de fuera de la catedral.
¿Qué le importaba su carrera viendo a la Iglesia en peligro y próxima a desvanecerse la poesía soñolienta de los siglos que le había envuelto desde la cuna como una nube perfumada de incienso viejo y rosas marchitas?.
Por fin realizaba el deseo de acabar sus días en un rincón de la soñolienta catedral española, única esperanza que le sonreía cuando caminaba a pie por las carreteras de Europa, ocultándose del guardia civil o del gendarme, y pasaba las noches en un foso, apelotonado, con la barba en las rodillas, creyendo morir de frío.
Doña Josefa, con un vestido algo raído de lana y gran mantilla de un negro ya amarillento, entró solemnemente en la barraca, y después de algunas frases vistosas pilladas al vuelo a su marido, aposentó su robusta humanidad en un sillón de cuerda y allí se quedó, muda y como soñolienta, contemplando el ataúd.
Allí más animación, más vida, gentes que iban y venían, el alumbrado público, faroles con lámparas de petróleo, que solo servían para dejar que se viese la obscuridad, jinetes que volvían de las haciendas y de los pueblos cercanos, un almacén de ultramarinos, EL PUERTO DE VIGO, iluminado profusamente, centelleando en las botellas, en los frascos y en las latas de sardinas el reflejo de los quinqués, una botica soñolienta, hipnotizada por sus reverberos y sus aguas de colores, la botica de don Procopio Meconio, delante del mostrador un marchante en espera, detrás un mancebo que hacía píldoras, y en la puerta el dueño, de charla con un amigo.
Su antigua vida parecíale la existencia soñolienta de una bestia amarrada a la estaca, rumiando la comida o durmiendo, sin noción alguna de un más allá.
Y la linda costurera, con su aire grave de mujer formal, con la misma expresión vaga y soñolienta que si hablase de amor, marcaba punto por punto el programa de su vida futura.
Mal humorada y soñolienta, deseaba que la ópera se acabase pronto, pero desgraciadamente la obra, como de Wagner, era muy larga, música excelente según Juan y todas las personas de gusto, pero que a ella no le hacía maldita gracia.
Bajó con esperanzas de encontrarla en la cocina, y al pasar ante la puerta del gran despacho próximo al archivo, donde se había instalado don Pedro desde el nacimiento de su hija, vio salir de allí a la moza, en descuidado traje y soñolienta.
La proximidad de la fiesta del Corpus animaba un tanto la soñolienta ciudad universitaria, y todas las tardes había lucido paseo bajo los árboles de la Alameda.
Ésta, que había estado por la tarde soñolienta y postrada, empezó a dar señales de vivísima exaltación: se quejó de que le dolía la cabeza, mostró en el semblante cierta movilidad convulsa, pronunció frases sin orden ni concierto.
Despertola Soledad para llevarla a su cama, porque la pobre señora parecía que se rompía el cuello con la inclinación de la soñolienta cabeza.
Agitada por la danza, chasqueando los dedos para imitar el ruido de las castañuelas, su vocecita sonora y dulce decía con lánguida y soñolienta música:.
Clara despertó toda soñolienta, y de la primera vez no entendió lo que Dorotea le decía, y, volviéndoselo a preguntar, ella se lo volvió a decir, por lo cual estuvo atenta Clara.

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