Ejemplos con sinfonía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Algunos musicólogos opinan que esta sinfonía anticipa la música de Anton Bruckner.
Esta canción trata de unos asesinatos que hubo en Monterrey , y la canción es como el punto de vista del asesino como Pepe explica antes de interpretarla en el CD/DVD en vivo Sinfonía Soledad.
Keitil Haugsand, Norwegian Baroque Orchestra, Concierto para clave em La, Sinfonía en Sib, Sonatas para clave, VirginVeritas.
Sin embargo, sus obras más aclamadas por la crítica incluyen su Sinfonía irlandesa, su Concierto para cello y orquesta, su Overture di Ballo, La mártir de Antioquía, La leyenda dorada, y, de las óperas savoy, El alabardero de la Casa Real.
El personaje está fuera, pero le habla al público sobre la sinfonía en la que él mismo toca su instrumento: el contrabajo.
El monólogo abre con la segunda sinfonía de Brahms, que reproduce un tocadiscos.
El ruso, por una asociación de ideas, evocaba la imagen de su compatriota Miguel Bakounine, otro revolucionario, el padre del anarquismo, llorando de emoción en un concierto luego de oir la sinfonía con coros de Beethoven, dirigida por un joven amigo suyo que se llamaba Ricardo Wágner.
Artegui y Lucía eligieron una mesa chica para dos cubiertos, donde podían hablarse frente a frente, en voz baja, por no lanzar el sonido duro y corto de las sílabas españolas entre la sinfonía confusa y ligada de inflexiones francesas que se elevaba de la conversación general en la mesa grande.
Encima de estas tres puertas, de un gótico exuberante, se elevaba el segundo cuerpo, de arquitectura grecorromana y construcción casi moderna, causando a Gabriel Luna la misma molestia que si un trompetazo discordante interrumpiese el curso de una sinfonía.
Aquello era Wagner puro, la sinfonía del , que él había oído varias veces.
En las charcas del río, las ranas comenzaban a templar sus instrumentos de dos notas para la interminable sinfonía de la noche, en la inmediata carretera sonaba el chirrido de los carros.
Aún le zumbaba en los oídos el eco lejano de la extraña sinfonía.
Aquella vida siempre dada al ensueño, siempre mecida en los columpios de la fantasía, alimentada y nutrida con platillos lamartinianos, era desviada, acaso perniciosa, pero ¡ay! tan bella, que cada hora, suya se me antojaba como el canto de un poema sublime cuyas delicadezas y excelsitudes nos arrancan de esta pobre vida terrena y nos llevan a vivir en un mundo ideal, me parecen como una sinfonía adormecedora, algo como la música de los grandes maestros, así como de Mozart, Beethoven o Wagner, que nos saca de la penosa y prosaica vida material y por breves horas nos hace felices, aniquilando en nosotros todo dolor, todo fastidio.
Era una locura, pero el visionario muchacho veía cantar los campos y gozaba en la muda sinfonía de los colores, en aquella obra silenciosa y extraña que se parecía a algo a algo que Andresito no podía recordar.
El tema, el color verde, crecía en intensidad al alejarse hacia las orillas del mar, allí llegaba al período brillante, a la cúspide de la sinfonía, y lanzándose en pleno cielo, aclarándose en un azul blanquecino, marchaba velozmente hacia el final, se extinguía en el horizonte pálido y vago como el último quejido de los violines, que se prolonga mientras queda una pulgada de arco, y adelgazándose hasta ser un hilillo tenue, una imperceptible vibración, no puede adivinarse en qué instante deja realmente de sonar.
Y Andresito, con la imaginación perturbada, iba siguiendo el curso de la sinfonía extraña que sólo sonaba para sus ojos.
Como en la orquesta salta el pasaje fundamental de atril en atril para ser repetido por todos los instrumentos en los más diversos tonos, aquel verde eterno jugueteaba en la sinfonía del paisaje, subía o bajaba con diversa intensidad, se hundía en las aguas tembloroso y vago como los gemidos de los instrumentos de cuerda, tendíase sobre los campos voluptuoso y dulzón como los arrullos de los instrumentos de madera, se extendía azulándose sobre el mar con la prolongación indefinida de un acorde arrastrado del metal, y así como el vibrante ronquido de los timbales matiza los pasajes más interesantes de una obra, el sol, arrojando a puñados su luz, matizaba el panorama, haciendo resaltar unas partes con la brillantez del oro y envolviendo otras en dulce penumbra.
El paisaje entonaba una sinfonía clásica, en la que el tema se repetía hasta lo infinito.
Y tras esta fugaz introducción, comenzaba la sinfonía, brillante, atronadora.
¡Qué delicioso era el anonadamiento del poetilla, apoyado en la balaustrada, sintiendo en su rostro el fresco viento que tantas cabriolas hacía dar a las cometas de papel! Allí estaba la sinfonía, una verdadera pieza clásica con su tema fundamental y él percibía con los ojos el misterioso canto, como si la mirada y el oído hubiesen trocado sus maravillosas funciones.
Y ahora ¡vive Dios! iba adquiriendo realidad la dichosa sinfonía de colores, ya no era una frase huera y sin sentido, porque todo parecía cantar, la vega y el Mediterráneo, los montes y el cielo.
¡Sinfonía de colores! Una fraséenla que había pescado en una de esas críticas que hablan del colorido y el dibujo de la música y la armonía y los acordes de la pintura.
¡Qué espectáculo! Esto es una sinfonía de colores, una verdadera sinfonía.
¡Qué gracioso era aquello! Las dos hermanas reían contemplando las contorsiones del señor del tupé, que a cada movimiento de batuta parecía próximo a partirse por el talle, la rigidez automática y grotesca con que los bebés tocaban en sus instrumentos una muda sinfonía, que causaba gran algazara en el gentío.
Las campanitas seguían llamando a misa, el río seguía cantando, y susurraban las arboledas, y venía de las selvas y de las cañadas algo como rumor de lejanas orquestas misteriosas que ejecutaban, allá en la sierra, en lo más recóndito de la cordillera, inaudita sinfonía.
Allá por las últimas semanas de septiembre acaban las lluvias diarias y copiosas, los cielos se despejan, y principia lo que suelen llamar los villaverdinos el , frescos y hermosos días, cuyas alegres y límpidas mañanas y cuyos crepúsculos áureos y nacarados vienen a ser como la nota regocijada de la elegiaca sinfonía otoñal.
En la calle de Toledo volvieron a sonar los cansados pianitos, y también allí se engarfiñaron las dos piezas, una tonadilla de la y la sinfonía de.
Le incomodaba la perenne sinfonía de la lluvia que se deslizaba por los canalones abajo o retiñía en los charcos causados por la depresión de las baldosas.
Así que logró remediar el percance, hizo trotar a su mula, y no se oyó en el camino más voz que la del nordeste, que allá a lo lejos, sacudiendo castañares y robledales, remedaba majestuosa sinfonía.

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