Ejemplos con sexo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Era el triunfo de la pasividad femenil, que sonríe ante la jactancia arrogante del sexo contrario, sabiendo que acabará por verlo humillado.
Debajo de ésta llevaba otras faldas y otras, ocho, diez o doce zagalejos, toda la ropa femenil de la casa, un embudo sólido de paños y bayetas que borraba los vestigios del sexo y hacía imposible imaginarse la existencia de una realidad carnal bajo la balumba de tejidos.
Había bajado la cabeza, y en su turbación jugueteaba con las puntas del delantal, avergonzada como una niña que se da cuenta de pronto de la significación de su sexo y escucha el primer requiebro.
Miraba a Jaime con la fiera acometividad de la mujer que, segura del respeto que infunde su sexo, es más audaz e impetuosa que el hombre.
Ni más ni menos que en los países de abanico cuyas mitológicas pinturas representan nupcias, se notaba allí que el séquito de la novia lo componían hembras, y sólo individuos del sexo fuerte formaban el del novio.
Recordabas el período negro de tu vida, la esclavitud de la carne entre hombres bestiales enloquecidos por los ardores del sexo, y al verme siempre dulce contigo, protegiéndote contra la ira del padre y la curiosidad de la gente, tu agradecimiento ha ido creciendo y creciendo, y hoy me amas, Sagrario.
El hombre de estudio, enfrascado en los libros, experimenta muy débilmente los llamamientos del sexo.
Todo es para los privilegiados del mundo: los brazos del padre y el sexo de la hija.
Se amaron sin arrebato, con una pasión fría y calmosa, más por la comunidad de ideales que por la instintiva aproximación del sexo, un amor de revolucionarios, con el pensamiento dominado por la rebeldía contra lo existente, sin dejar sitio a otros entusiasmos.
Y los dos inválidos de la vida se olvidaban de la propia dolencia para pensar en la del otro, estableciéndose entre sus almas una corriente de conmiseración amorosa, atrayéndose, no por el apasionamiento del sexo, sino por la simpatía fraternal que les inspiraba su desgracia.
Su debilidad le hacía andar vacilante y trémulo como un niño, pero olvidando su mísero estado, se apiadaba de otros compañeros más enfermos que él, con visibles cicatrices de los tormentos sufridos y el sexo atrofiado por bárbaras estrangulaciones.
Y en aquel momento, como si quisieran probar aquellas amables criaturas que llevar siempre la contra es el rasgo peculiar del sexo, callaron todas de repente, siguiéndose un silencio profundo, un prolongadísimo de cerca de un minuto, seguido, a su vez, de un allegro alborotado, un crescendo inverosímil, rápido y vivace Algo gordo sucedía, y el respetable Butrón y el filosófico Pulido acudieron al punto muy azorados a sus respectivos observatorios Entraba la condesa de Albornoz, con aquel paso de que habla Virgilio, que revela una reina o una diosa, inclinando la cabeza con el aire de vanidad satisfecha de aquel emperador romano que encogía la suya al pasar bajo los arcos de triunfo, por miedo de tropezar en ellos con la frente, seguíala la marquesa de Valdivieso, una de las cómodas amigas de fácil contener que traía ella siempre a retortero para que la acompañasen como damas de honor, sirviendo, según su frase, de marco a su elegancia.
También el sexo feo estaba dignamente representado por el venerable marqués de Butrón, espejo de caballeros, y por los duques, marqueses, condes, vizcondes, barones y señores de tal o cual, y por otras muchas personas notables que, en lo inmenso de su emoción, quizá dejaba Pedro López involuntariamente de enumerar.
Yo conozco muy bien a las mujeres, como que soy del sexo.
Montañesas, gallegas, asturianas y demás variedades del bello sexo macizo, conferenciaban sobre economía culinaria en las avenidas de los mercados.
Los embromados del teatro Real se cobran con usura de todo el daño que allí recibieron del bello sexo.
—¡Abajo los hombres! ¡Guerra al sexo barbudo! ¡Muera el pantalón!.
¡Ese , ese , será en el desafío una mujer en persona, una mujer a quien ni su sexo ni su posición permiten restañar la sangre de su amado en el campo de batalla, ni tampoco verlo durante toda la curación! ¡Ese pañuelo será ella, algo de ella que impedirá que el alma se escape por la herida, que hará, en fín, lo que ella quisiera hacer con sus manos, con sus labios, con sus cabellos!.
Falta consignar que de estas nueve cifras, siete correspondían al sexo femenino.
A estas cosas hay que resignarse, no se inventó el modo de escribir al cielo encargando y explicando bien el sexo que se desea.

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