Ejemplos con servidoras

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Estas, servidoras de Amón son descritas con un cartucho que les define formado en el nombre de Mout, compañero de Amón.
Ino se habría marchado al monte tras el fracaso de su conspiración, a reunirse con las bacantes, servidoras de Dioniso.
Delante iban damas y palaciegos rodeando a las servidoras que conducían a los dos niños mayores, Manuel Filiberto, ex-Príncipe de Asturias, de cuatro años de edad.
Mujeres hubo allí que debieron al amor su ingreso en el hogar, mas esto no era lo común, mujeres hubo que entraron simplemente a servir, otras que eran hijas de antiguas servidoras, otras que llegaron inopinadamente sin más razón que la caridad del Arcipreste, gran amparador de huérfanas, y aliviador de viudas ahogadas, y de familias venidas a menos.
Aresti, en sus visitas de médico, había conocido los barrios altos de la villa, el albergue de las servidoras de la prostitución.
Desde que oyó los primeros ruidos de la batalla que se libraba en el palacio, la princesa Gema había huido enloquecida, con una de sus servidoras, llamada Mirta, y atravesando las regiones marinas, había subido a la superficie del agua, continuando en su carrera hasta que tocó en una isla desierta, donde hubo de refugiarse, ocultándose en la copa de un árbol grande y frondoso.
Y por cierto así es, que ya ella presumía y se trataba con mucha altivez, que ya piensa que es diosa, pues que tiene las voces por servidoras y manda a los vientos.
«¿Por qué, señora, tú te espantas de tantas riquezas? Tuyo es todo esto que aquí ves, por ende, éntrate en la cámara y ponte a descansar en la cama, y cuando quisieres demanda agua para bañarte, que nosotras, cuyas voces oyes, somos tus servidoras y te serviremos en todo lo que mandares, y no tardará el manjar que te está aparejado para esforzar tu cuerpo.
»-Y muy servidoras vuestras -respondí yo, que, como de menos edad, estaba también menos cortada que Clara-.
Servidoras.
Pero aunque nada de ello hubiese existido, y en vez de muselinas, sedas y blondas, cubrieran su cuerpo menudo, de firmes y armoniosas curvas, el merino, el percal y la batista de las coquetonas servidoras de casa grande, hubiese bastado el oro desvaído de su ondulada cabellera, tan pálida que parecía empolvada, las pupilas de turquesa, ingenuas y soñadoras en que había un breve dejo de ironía, ese matiz de leve burla sentimental de los epigramas de Beaumarchais, la boca de corazón, golosa y sensual, bajo cuyos labios se cobijaba un lunar de terciopelo negro, y, sobre todo, aquella gracia maciza y alada a un tiempo mismo, en una liviana y señoril, gracia frívola, despreocupada y juguetona de ninfa de Versalles, prisionera de largo corsé, que corriera entre corderos lazados de rosa por praderas de esmeraldas sobre los altos tacones de sus chapines de plata, muy siglo XVIII, que le hacía evocar, aun bajo los ceñidos trajes actuales, las pomposas sayas florecidas de rosas y los cuadrados escotes que mostraban apetitosas las duras pomas de los senos.
Una vez más era juguete de las circunstancias que, en lugar de perjudicarme, han sido siempre mis abnegadas servidoras.
Cuando se aproximaban las fantásticas servidoras creí vislumbrar un asomo de facciones humanas, vagamente apreciables a la vista.
Mujeres hubo allí que debieron al amor su ingreso en el hogar, mas esto no era lo común, mujeres hubo que entraron simplemente a servir, otras que eran hijas de antiguas servidoras, otras que llegaron inopinadamente sin más razón que la caridad del Arcipreste, gran amparador de huérfanas, y aliviador de viudas ahogadas, y de familias venidas a menos.
¡Porque, ¡oh madre mía! has de saber que si, para nuestra mayor desgracia, mi esposa querida tuviese ocasión de volver a ver ese manto, se acordaría al instante de su instinto original, que es el vuelo de las aves, y no podría por menos de volar de aquí, aun contra los impulsos de su corazón! ¡Ten, pues, mucho cuidado, madre mía, de no mostrarle ese manto! ¡Porque, si tal desgracia sucediera, sin duda moriría yo de pena o me mataría! Además, te recomiendo que la cuides bien, ya que está delicada y acostumbrada a los mimos, y que no dejes de servirla por ti misma con preferencia a las servidoras, que no saben como tú lo que es preciso y lo que no es preciso, lo que conviene y lo que no conviene, lo que es fino y lo que es grosero.
Y al entrar en la sala principal de la casa, Califa vió a la joven sentada en un hermoso diván y rodeada por una muchedumbre de servidoras y esclavas que se apresuraban a servirla.
Y corrió tras ella el rey, y le preguntó reteniéndola por el velo: ¿Por qué te cubres el rostro, si no estamos aquí más que yo, tu esposo, los eunucos y las servidoras? Ella contestó: ¡Oh rey! has de saber que ese pájaro no es un pájaro, sino un hombre como tú! Y no es otro que el rey Sonrisa-de-Luna, hijo de Schahramán y de Flor-de-Granada la marina.
Déjame libre, zar ortodoxo, y mendigaré mi sustento! ¡Déjame que ocupe el último lugar entre las servidoras del palacio, y no me acordaré nunca de que he sido la zarina!.
Luego llamó a las servidoras para que le vertieran agua en las manos, y se aprovechó del momento en que le presentaban el jarro y la jofaina para preguntarles en voz baja: ¿La oísteis hablar cuando estuvisteis cuidándola?.
Soy como el haba en su vaina, invulnerable por el fuego y por el agua! Y se levantó, quitose sus vestiduras de sufi para ponerse un traje de servidora entre las servidoras de los ricos, y salió reeditando la nueva fechoría que iba a perpetrar en Bagdad.
estuvo a punto de volverse loco de alegría, y dió orden a las servidoras, a las esclavas y a los eunucos para que se pusieran al servicio de la joven, la condujeran al hammam y le prepararan trajes y atavíos.
Al ver aquello, empezaron a gritar tan alto las servidoras, que el rey y la reina acudieron a la terraza a medio vestir, mal despiertos aún, y sólo tuvieron tiempo para ver al caballo mágico emprender su vuelo aéreo con el príncipe y la princesa.
Y exclamó él, entusiasmado: ¿Quieres verdaderamente venir conmigo? Ella contestó: ¡Sí! El dijo: ¡Entonces, levántate y partamos! De modo que se levantó ella, abrió un cofre lleno de vestidos suntuosos y de objetos de valor, y se arregló y se puso encima todo lo más rico y precioso que había entre las cosas hermosas de su pertenencia, sin olvidar collares, sortijas, brazaletes y diversas joyas engastadas con las más bellas pedrerías, luego salió en compañía de su bienamado, sin que ni por pienso lo impidieran sus servidoras.
Entonces dió orden la joven a sus servidoras de que le llevaran manjares y bebidas, y se pusieron ambos a comer y a beber y a charlar hasta que casi hubo transcurrido toda la noche.
Al oír estas palabras de su eunuco, el rey llegó al límite del furor, y a punto estuvo de matarle, pero le gritó: ¿Cómo te atreviste a ser negligente hasta el extremo de perder de vista a mi hija, cuando te tengo encargado de su custodia diurna y nocturna, y cómo dejaste que penetrara en su aposento y se posesionara de ella ese efrit demoníaco? Y loco de emoción se abalanzó hacia las habitaciones de la princesa, donde se encontró con las servidoras, que a la puerta le esperaban pálidas y temblorosas, y les preguntó: ¿Qué le ha pasado a mi hija? Ellas contestaron: ¡Oh rey! no sabemos lo que ha sucedido mientras estábamos dormidas, pero cuando nos hemos despertado encontramos en el lecho de la princesa a un joven, que nos pareció la luna llena de tan hermoso como era, y que charlaba con tu hija de una manera deliciosa y sin dejar lugar a dudas.
Tras de lo cual se levantaron las servidoras y fueron a despertar al eunuco de la puerta, y le pusieron la alarma en el corazón, diciéndole: ¿Cómo se explica que siendo guardián del palacio y del harén, dejes a los hombres penetrar en nuestros aposentos mientras dormimos?.
Mientras ellos se divertían de tal manera, las servidoras despertáronse de pronto, y al advertir con su ama al príncipe, exclamaron: ¡Oh, ama nuestra! ¿quién es ese joven que está contigo? Ella contestó: ¡No lo sé! ¡Le encontré a mi lado al despertarme! ¡Sin embargo, supongo que es el que ayer me solicitó a mi padre en matrimonio! Turbadas por la emoción, exclamaron ellas: ¡El nombre de Alah sobre ti y alrededor de ti, oh señora nuestra! Ni por asomo es éste el que te pidió en matrimonio ayer, porque aquél era muy feo y muy repulsivo, y este joven es gentil y deliciosamente bello, y sin duda procede de ilustre estirpe.
Delante de nosotros todas las servidoras de mi madre llevando cofres, cajas, objetos preciosos, adornos, joyas, bolsas llenas de oro, descendían la misma escalera, o más bien se precipitaban por ella.
Y éste se llevó a Nozhatú y a su hija a su casa, la trató con todas las consideraciones, y confió la niña a los cuidados de nodrizas y servidoras.
Entonces Hassan Badreddin, siguiendo las instrucciones del efrit, metió la mano en su bolsillo y la sacó llena de oro, echándoselo a puñados a las servidoras de Sett El-Hosn y a las cantoras y danzarinas, que exclamaron: ¡Ojalá poseas a la novia! Y Badreddin correspondió con una gentil sonrisa a este deseo y a estas felicitaciones.

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