Ejemplos con sandeces

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El gobierno calificó las criticas de Pastrana como un sartal de sandeces.
Hablando francamente sobre la situación de nuestro mundo, la Biblia y el Corán, que contienen montones de sandeces sobre la destrucción de la vida, son la antítesis de la tolerancia, tal y como la conciben hoy los moderados.
El escritor Douglas Coupland describió las críticas a la disminución de la calidad en la serie como sandeces, afirmando Los Simpson no ha dejado pasar una oportunidad en catorce años, con muy poca probabilidad lo hará ahora.
¡No digas sandeces, Tristán! Si tu cuñada te oyese te arrancaría los ojos.
No sirves para otra cosa que para tragarte libros impíos y repetir sandeces de filósofos contra Dios y la religión.
Descuida, hombre, descuida ¿A quién voy yo a contar semejantes sandeces?.
No se me ocurre nada más que sandeces.
Izquierdo, no nos venga usted con sandeces.
Y las llamo sandeces, por no calificarlas de blasfemias.
Cállate, Valentín, que no dices más que sandeces.
Éste no cesaba de mirarla atento a sus movimientos como a sus palabras y no tomaba parte alguna en el diálogo si no era para asentir, moviendo la cabeza a todas las sandeces que su esposa doña Juana profería.
Basta de sandeces y de vituperios, le atajó doña Rosa incomodada.
Déjate desas sandeces dijo don Quijote, y vamos con pie derecho a entrar en nuestro lugar, donde daremos vado a nuestras imaginaciones, y la traza que en la pastoral vida pensamos ejercitar.
Yo así lo creo respondió Sancho, pero tengo por dificultoso que vuestra merced pueda hablarla ni verse con ella, en parte, a lo menos, que pueda recebir su bendición, si ya no se la echa desde las bardas del corral, por donde yo la vi la vez primera, cuando le llevé la carta donde iban las nuevas de las sandeces y locuras que vuestra merced quedaba haciendo en el corazón de Sierra Morena.
Déjeme, iré a ensillar a Rocinante, y aparéjese vuestra merced a echarme su bendición, que luego pienso partirme, sin ver las sandeces que vuestra merced ha de hacer, que yo diré que le vi hacer tantas que no quiera más.
Y, volviendo a contar lo que hizo el de la Triste Figura después que se vio solo, dice la historia que, así como don Quijote acabó de dar las tumbas o vueltas, de medio abajo desnudo y de medio arriba vestido, y que vio que Sancho se había ido sin querer aguardar a ver más sandeces, se subió sobre una punta de una alta peña y allí tornó a pensar lo que otras muchas veces había pensado, sin haberse jamás resuelto en ello.
Harto tenía que hacer el socarrón de Sancho en disimular la risa, oyendo las sandeces de su amo, tan delicadamente engañado.
Y, diciendo esto, echó mano a su espada y comenzó a esgrimirla en el aire contra los molineros, los cuales, oyendo y no entendiendo aquellas sandeces, se pusieron con sus varas a detener el barco, que ya iba entrando en el raudal y canal de las ruedas.
Este don Quijote, o don Tonto, o como se llama, imagino yo que no debe de ser tan mentecato como Vuestra Excelencia quiere que sea, dándole ocasiones a la mano para que lleve adelante sus sandeces y vaciedades.
No os despechéis, señor Caballero de la Triste Figura, de las sandeces que vuestro buen escudero ha dicho, porque quizá no las debe de decir sin ocasión, ni de su buen entendimiento y cristiana conciencia se puede sospechar que levante testimonio a nadie, y así, se ha de creer, sin poner duda en ello, que, como en este castillo, según vos, señor caballero, decís, todas las cosas van y suceden por modo de encantamento, podría ser, digo, que Sancho hubiese visto por esta diabólica vía lo que él dice que vio, tan en ofensa de mi honestidad.
¡Oh bellaco villano, mal mirado, descompuesto, ignorante, infacundo, deslenguado, atrevido, murmurador y maldiciente! ¿Tales palabras has osado decir en mi presencia y en la destas ínclitas señoras, y tales deshonestidades y atrevimientos osaste poner en tu confusa imaginación? ¡Vete de mi presencia, monstruo de naturaleza, depositario de mentiras, almario de embustes, silo de bellaquerías, inventor de maldades, publicador de sandeces, enemigo del decoro que se debe a las reales personas! ¡Vete, no parezcas delante de mí, so pena de mi ira!.
También pensó, como él dice, que muchos, llevados de la atención que piden las hazañas de don Quijote, no la darían a las novelas, y pasarían por ellas, o con priesa o con enfado, sin advertir la gala y artificio que en sí contienen, el cual se mostrara bien al descubierto cuando, por sí solas, sin arrimarse a las locuras de don Quijote ni a las sandeces de Sancho, salieran a luz.
Los caballeros de la ciudad, por complacer a don Antonio y por agasajar a don Quijote y dar lugar a que descubriese sus sandeces, ordenaron de correr sortija de allí a seis días, que no tuvo efecto por la ocasión que se dirá adelante.
Esto es, señor, lo que pasa, sin que tenga que deciros otra cosa alguna, suplícoos no me descubráis ni le digáis a don Quijote quién soy, porque tengan efecto los buenos pensamientos míos y vuelva a cobrar su juicio un hombre que le tiene bonísimo, como le dejen las sandeces de la caballería.
Dejo a un lado la nube de comunicados en que un chileno , dos chilenos , diez chilenos , mil chilenos , me estuvieron fastidiando durante cinco años con las sandeces y las chocarrerías más vulgares.
Vale más que su obra haya entrado a paso tan quedo que no el que hubiese hecho rebrotar a su cuenta el centón de sandeces y simplezas aquí de rigor en casos tales.
Todo lo contrario: insultos, sandeces, pocas razones, pero malas, desvergüenzas, y lo que es peor, personalidades calumniosas, inmorales, frescas y chorreando sangre.
Otra mira se llevó en esto: los sainetes tienen el inconveniente de halagar casi siempre las costumbres de nuestro pueblo bajo, por los términos en que están escritos, en vez de tender a corregirlas y suavizarlas, poniéndolas en ridículo, todo lo que fuese proponerse ese fin, sustituyendo a los palos, a las alcaldadas y a las sandeces de los payos rasgos agudos y delicados de ingenio, era laudable.
-¡Vaya usted muy enhoramala! ¡No puedo con lo que tengo encima, y viene usted ahora a echarme todo el peso de sus sandeces!.
-Tía Manuela -le dijo zumbonamente Miguel-, usted, que es coplera, ¿cómo no le saca usted un trovo a la reina, que a pesar de las sandeces de su memorial la ha socorrido como reina y madre?.

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