Ejemplos con saltaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Caía la lluvia en los campos, convirtiéndolos en barrizales, saltaba por las pendientes de los caminos, desbordados como barrancos, empapaba los montes, como grandes esponjas, por la verde porosidad de sus pinares y matorrales.
En ciertos momentos, el , para demostrar su vigor, con el busto echado atrás y las manos en la espalda, saltaba a considerable altura, como si el suelo fuese elástico y sus piernas acerados resortes.
A lo más rápido de la corriente, obscuros peñascos se interponían, originando otros tantos remolinos, saltaba el agua, espumaba un punto colérica, y después seguía mansa y sesga como de costumbre.
El ejército del trabajo se extendía por todo el globo: arañaba los continentes, saltaba a las islas, surcaba el mar, descendía a las entrañas del suelo.
De noche dormía con zozobra, y muchas veces, al menor ladrido del perro, saltaba de la cama, lanzándose fuera de la barraca escopeta en mano.
Y cuando, finalmente, aparecía Batiste, gritaban los pequeños de alegría, sonreía Teresa limpiándose los ojos, salía la hija a abrazar al , y hasta el perro saltaba junto a él, husmeándolo con inquietud, como si olfatease en su persona el peligro que acababa de arrostrar.
Chillaba la garrucha del pozo, saltaba ladrando de alegría junto a sus faldas el feo perrucho que pasaba la noche fuera de la barraca, y Roseta, a la luz de las últimas estrellas, echábase en cara y manos todo un cubo de agua fría sacada de aquel agujero redondo y lóbrego, coronado en su parte alta por espesos manojos de hiedra.
En la madrugada, cerca de las cuatro, oía chirriar los pesados portones, entraba el carruaje en el patio, con gran estrépito, y él saltaba de la cama metiéndose los pantalones.
El gozo, algunas noches, no la dejaba dormir, y se pasaba largas horas jugando con su idea ya realizada, saltándola como Feijoo saltaba el.
El corazón le saltaba en el pecho.
¿Sería alguno de aquellos? El corazón le saltaba en el pecho y no se atrevía a preguntar a la zancuda.
Para huir de ella, saltaba el foso, mas éste ya no era foso, sino la represa del molino, el castillo feudal también mudaba de hechura sin saberse cómo, ahora se parecía a la clásica torre que tienen en las manos las imágenes de Santa Bárbara, una construcción de cartón pintado, hecha de sillares muy cuadraditos, y a cuya ventana asomaba un rostro de mujer pálido, descompuesto.
Digo pues, que yo me hallaba bien con el oficio de guardar ganado, por parecerme que comia el pan de mi sudor y trabajo, y que la ociosidad, raíz y madre de todos los vicios, no tenia que ver conmigo, a causa que si los dias holgaba, las noches no dormia, dándonos asaltos a menudo, y tocándonos al arma los lobos, y apénas me habian dicho los pastores, al lobo, Barcino, cuando acudia primero que los otros perros a la parte que me señalaban que estaba el lobo: corria los valles, escudriñaba los montes, desentrañaba las selvas, saltaba barrancos, cruzaba caminos, y a la mañana volvia al hato, sin haber hallado lobo ni rastro dél, anhelando, cansado, hecho pedazos y los piés abiertos de los garranchos, y hallaba en el hato, o ya una oveja muerta, o un carnero degollado y medio comido del lobo: desesperábame de ver de cuán poco servia mi mucho cuidado y diligencia, venia el señor del ganado, salian los pastores a recebirle con las pieles de la res muerta: culpaba a los pastores por negligentes, y mandaba castigar a los perros por perezosos: llovian sobre nosotros palos, y sobre ellos reprensiones, y así viéndome un dia castigado sin culpa, y que mi cuidado, lijereza y braveza no eran de provecho para coger el lobo, determiné de mudar estilo, no desviándome a buscarle, como tenia de costumbre, léjos del rebaño, sino estarme junto a él, que pues el lobo allí venia, allí seria mas cierta la presa: cada semana nos tocaban a rebato, y en una escurísima noche tuve yo vista para ver los lobos, de quien era imposible que el ganado se guardase: agachéme detras de una mata, pasaron los perros mis compañeros adelante, y desde allí oteé y vi que dos pastores asieron de un carnero de los mejores del aprisco, y le mataron de manera que verdaderamente pareció a la mañana que habia sido su verdugo el lobo: pasméme, quedé suspenso cuando vi que los pastores eran los lobos, y que despedazaban el ganado los mismos que le habian de guardar.
En fin, una noche sintió Anselmo pasos en el aposento de Leonela, y, queriendo entrar a ver quién los daba, sintió que le detenían la puerta, cosa que le puso más voluntad de abrirla, y tanta fuerza hizo, que la abrió, y entró dentro a tiempo que vio que un hombre saltaba por la ventana a la calle, y, acudiendo con presteza a alcanzarle o conocerle, no pudo conseguir lo uno ni lo otro, porque Leonela se abrazó con él, diciéndole:.

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