Ejemplos con salté

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Salté convulsivamente de la cama y, sin pronunciar palabra, huí como un maníaco de aquel reducto de horror, misterio y muerte.
Y de hecho, salté al escenario, y la encaré lo más cerca posible que pude.
Yo vi que de la popa colgaba una braza de cuerda, salté de peña en peña y comencé a escalar el a pulso.
A mí me miraban, como diciendo: ¿Qué irá a hacer éste? Salté al bote, y Larragoyen, con una galantería marina, me dijo que dirigiera yo.
Bruscamente desaparecí a sus ojos tras las cañas, corriendo siempre, di un empujón a la piedra exploradora que esperaba una lluvia, y salté de costado, hundiéndome bajo la hojarasca.
Salté en tierra con botas prestadas y una gorra de marinero, pues perdí las prendas mías equivalentes en las ansias del naufragio.
Una noche desperté arrebatado de súbito alborozo y salté del jergón creyendo ver, viendo mejor dicho, el rostro inefable de asomado entre los barrotes de mi reja carcelaria.
Ya tenía el la popa bajo el agua cuando yo salté, no sé cómo ni por dónde, a un chinchorro que estuvo a punto de zozobrar por los muchos hombres que en él se metieron.
Salté a una silla, de esta me encaramé en la cómoda, me entretuve mirando retratos colocados en esterillas, y entre ellos vi el mío, que a Nieves regalé dos años antes.
¡fuego chillaban las espantadas voces! Movido de un sentimiento humanitario, sin pensar más que en la salvación de mis semejantes, y libre mi espíritu de aquel melindre del serrallo y sus odaliscas, corrí a la escalerilla del rincón, cuyo ingreso está defendido por una puerta, empujé ésta sin acordarme de la prohibición de , entré, subí, salté los primeros peldaños, y aún no había llegado a la mitad de la empinada escalera, de un tramo solo, fatigoso y largo, cuando bajó con veloz descenso, a trompicones, la esclava , viniendo a chocar contra mí.
Salté del lecho, llamado por suaves golpecitos que dieron en la puerta.
con mi genio! Salté del zarzal en que estaba escondido.
Salté de la cama, ofrecí mi brazo a la anciana, y paso a paso nos dirigimos al comedor.
Venía siguiendo el cauce del arroyo, y no sabía ya dónde estaba Oí voces y salté.
Yo salté de mi cama, quise detenerla, pero la pícara lo tenía todo muy bien dispuesto y salió con gran ligereza.
Salté a tierra, y preguntéles: ¿qué querian? que yo era su amigo, que los regalaría, que no hiciesen daño a los mios.
Bajó la varilla, y salté yo, y noté sus malas entrañas.
—Sea en buen hora, dijo el otro, y en merced muy grande tengo la que vuesa merced me ha hecho en darme cuenta de su vida, con que me ha obligado a que yo no le encubra la mia, que diciéndola mas breve, es esta: Yo nací en el Pedroso, lugar puesto entre Salamanca y Medina del Campo: mi padre es sastre, enseñóme su oficio, y de corte de tijera con mi buen ingenio salté a cortar bolsas: enfadóme la vida estrecha de la aldea y el desamorado trato de mi madrastra: dejé mi pueblo, vine a Toledo a ejercitar mi oficio, y en él he hecho maravillas, porque no pende relicario de toca, ni hay faldriquera tan escondida, que mis dedos no visiten, ni mis tijeras no corten, aunque le estén guardando con los ojos de Argos: y en cuatro meses que estuve en aquella ciudad, nunca fuí cogido entre puertas, ni sobresaltado ni corrido de corchetes, ni soplado de ningun cañuto, bien es verdad que habrá ocho dias que una espía doble dió noticia de mi habilidad al corregidor, el cual aficionado a mis buenas partes quisiera verme, mas yo que por ser humilde no quiero tratar con personas tan graves, procuré de no verme con él, y así salí de la ciudad con tanta priesa, que no tuve lugar de acomodarme de cabalgaduras, ni blancas, ni de algun coche de retorno, o por lo ménos de un carro.
Y fue desta suerte: que, habiendo el Uchalí, rey de Argel, atrevido y venturoso cosario, embestido y rendido la capitana de Malta, que solos tres caballeros quedaron vivos en ella, y éstos malheridos, acudió la capitana de Juan Andrea a socorrella, en la cual yo iba con mi compañía, y, haciendo lo que debía en ocasión semejante, salté en la galera contraria, la cual, desviándose de la que la había embestido, estorbó que mis soldados me siguiesen, y así, me hallé solo entre mis enemigos, a quien no pude resistir, por ser tantos, en fin, me rindieron lleno de heridas.
Salimos de casa con Antonio, llegamos a la ventana de Petrona, la empujamos despacito y salté yo sin hacer ruido, dejándola abierta.
Nos despedimos, salté la tapia, desmanié mi flete, monté, le solté la rienda y tomó el camino de la querencia al trotecito.
Llamé a un asistente, hice traer un caballo, abandoné el fogón, salté en pelo y de una sentada estuve en el baño.
Entonces salté sobre una barrica y dominé a todos los trabajadores.
Salté en el asiento, la lástima me exaltaba como exaltan las pasiones.
De este último quiso el gracioso escanciase el novio una copa a la novia, y aprovechando la algazara formidable que armó esta ocurrencia, yo me levanté, me deslicé hasta la puerta sin ser visto, salvé la antesala, salté a la escalera, bajé disparado y me encontré en la calle, respirando por primera vez desde tantas horas.
Salté entonces de la cama para acabar de despabilarme y de sosegar con ello el agitado espíritu, y me asomé al cuarterón entreabierto.
Salté de la cama, vestíme, y, desayunándome de prisa, corrí a despedirme de la familia que había madrugado más que yo.
Salté de la silla, avergonzado y lleno de terror.
Al oírle salté, impaciente y alegre del parapeto a la explanada, corriendo en dirección al rancho de la Mayoría.
Erizado el cabello, tembloroso el tronco, extraviado el mirar, registré calles y plazas, templos y cafés, casas humildes cuya puerta forcé, y palacios cerrados por cuyas ventanas salté furioso.

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