Ejemplos con salpicando

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los ríos colombianos y sus cohortes de cádaveres decapitados con gallinazos encima sacándoles las tripas y salpicando de sangre el agua pantanosa.
Los demás aclaran que la vida ha de tomarse con seriedad, hablan de la sabiduría, de la virtud y del trabajo, salpicando estas enseñanzas con consideraciones sobra la vanidad del mundo y exhortaciones a disfrutar de las dulzuras que Dios ofrece al Hombre.
El episodio comienza con el grupo descansando en una cascada, Sokka está leyendo un mapa, Toph está salpicando sus pies en el agua, mientras que Aang crea el hielo alrededor de si mismo para flotar en el agua.
Hay algunos lagos salpicando el distrito y muchos estanques y canales en el valle del Danubio.
Los métodos de colocarlo son: salpicando, pintando o mojando.
Durante el colado de la escultura se rompió el molde sobre el que se estaba vertiendo el metal, salpicando los alrededores con bronce fundido, hecho que originó un incendio en las instalaciones.
De buena gana Apolonio hubiera dado unos cuantos azotes a la vieja vestal, que así venía a turbarle y ponerle ante sí mismo en ridículo, obligándole a descomponer la majestad de la figura, corriendo azariento a entornar la puerta, porque los transeuntes no se percatasen del lance, trayendo un vaso de agua a través de las frívolas oficialas, que sonreían al verle en guisa de camarero: salpicando el rostro de la desmayada e intentando desabrocharle el corsé.
Las melenas plateadas chorreaban sangre, salpicando de gotas rojas el blanco alzacuello.
Afiló la navaja en una gran pieza de tela que sostenían dos grumetes, probó las tenazas intentando cazar con ellas la cabeza de uno de los negros, que las esquivó sumergiéndose en la piscina, apreció la densidad de la pasta blanca del cubo salpicando con un asperges de la escoba a los más vecinos, y las buenas gentes celebraban con gran regocijo todas sus travesuras.
Quedó colgando de los tendones y la piel, y el rojo muñón arrojó la sangre con fuerza, salpicando a , que rugió al recibir en el rostro la caliente rociada.
Leyó cuidadosamente toda la carta, salpicando las comas donde le parecía, arreglando algún trazo de letra torcido, o haciendo leves enmiendas que no afearan la escritura, y bien regado el papel de polvos abundantes, se entretuvo en doblarlo y cerrarlo con prolijo esmero, y extendió al fin despacio, letra por letra, el sobrescrito:.
-No señor, estaba sola, sentada como yo sobre una peña, y con los nevados pies dentro del agua, que movía ruidosamente haciendo saltar frías gotas las cuales salpicando me mojaron el rostro.
¿No lo ve usted, no lo ve usted caer a pedazos sobre mi cabeza? ¿No ve usted estas montañas que me machacan los sesos? Mi cerebro hecho trizas salta en piltrafas mil y salpicando se esparce por las paredes.
El infeliz Carnicero no vio nada de esto, librándose así de una impresión horrorosa, no oyó tampoco el estruendo de las alimañas en el techo, retirándose al través de los tabiques y haciendo saltar bajo su paso débil innumerables pedazos de yeso, no pudo ver cómo cayó de pronto enorme porción de cascote en medio del pasillo, ni cómo algunos de los puntales se movieron y otros se rompieron cediendo al fin al peso de la techumbre podrida, no vio la primera oscilación de esta sobre la sala, ni la inclinación del tabique medianero, ni el vacilar de los de carga, ni la pavorosa lentitud con que las vigas del tejado cayeron sobre las del techo plano, aplastando la bohardilla como un bizcocho, ni oyó los crujidos de las maderas resistiendo todo lo posible el peso, ni el quebrantamiento de algunos tabiques, ni el cuartearse de los yesos, salpicando chinitas menudas que luego fueron piedras, ni vio desprenderse polvo de las alturas, precediendo a una lluvia de cal que luego fue pedrisco de guijarros, ni presenció la desviación de la pared maestra, que empezó haciendo una cortesía a la pared frontera por la calle del Duque de Alba, y luego se rompió por las ventanas y en la parte más frágil.
Un záparo consiguió encender una tea, y a su cárdeno resplandor pudo verse más claramente el aluvión, cuyas ondas negras, salpicando espuma negruzca también y azotando con furor las márgenes de piedra, bajaban con vertiginosa rapidez arrebatando gigantes árboles y enmarañadas raíces que pasaban volteando como las aspas de los molinos de viento en lo más recio del vendaval.
Una entraba frenética y se metía hasta las bodegas, otra pasaba por encima de la cubierta robando cuanto hallaba al paso, una subía, salpicando, por las escalas de las jarcias hasta tocar las cofas, otra se estrellaba sobre la convexa armadura negra, y otra, la más fatua de todas, daba un salto hasta la chimenea y entraba por la boca de ella para inundar las máquinas.
Algunos animales desparramados por el agua, buscaban que comer, también se veía uno que otro jinete, cruzando el cañadón con precaución, al tranco, y las piernas encogidas, o, si muchacho, al galope, y corriendo como entre aureola de agua y trueno de palmoteos, salpicando, con ruido infernal, todo, alrededor suyo y a sí mismo, y a los perros que lo siguen, a veces nadando, a veces corriendo, y, a lo lejos, un carro, cuyo lento rodar retumba, lo mismo que el chapaleo de sus caballos, triste mil veces, en los repetidos ecos de sonoridad tan estrepitosa y, a la vez, tan melancólica, de ese desierto de agua, hace levantar con algazara, inmensas bandadas de pájaros acuáticos que saludan con gritos de alegría la conquista de su nuevo imperio, y se mofan del hombre, intruso.
La sarna hace estragos en las pocas sobrevivientes, renguea lastimosamente la mitad de la majada, arrastrándose las ovejas, como pueden, a algunos metros apenas del corral, paciendo de rodillas, muchas de ellas, por no poder tenerse de pie, y las osamentas colorean por todo el campo, salpicando la llanura de tétricos reflejos, mientras en los alambrados y en los corrales, secan, al viento, los arrugados cueros de epidemia, fúnebres colgaduras de escaso valor, cenefas haraposas de funerales sin cuento, herencia ruinosa para el pastor, que, ni siquiera, por ellas, podrá, con exactitud, tarjar sus pérdidas.
Sí, continuó con tono más animado, olvidándose al parecer de que se hallaba en presencia de Matilde: mis hazañas, mi osadía, mi sangre salpicando con frecuencia el glorioso polvo de varios palenques, hicieron célebre el nombre de Isabel de Monredón, desde la corte de Bizancio hasta la corte de Castilla.
Allí hubiese yo acabado mis días, si mi estómago, alterado por los golpes y lleno de legumbres crudas, no hubiese hecho una violenta contracción, tan enérgica, que despedí como un cohete cierta materia que, salpicando a unos y alejando a otros con su poco agradable olor, no dejó terminar su operación a los apaleadores.
Algunos días más tarde, al ir, después del almuerzo, a la Escuela, por la orilla del mar, al pie de las casitas que llegan hasta la ribera y cuyas escalas mojan las olas a ratos, salpicando las terrazas de madera, sentéme a descansar, contemplando el mar tranquilo y el muelle, que a la izquierda quedaba.
Un día mandó construir un altar de piedra, acercose a él solemnemente, rodeado por el pueblo lleno de unción, puso sobre el ara un manojo de flechas, hízose una herida en el brazo y salpicando con su sangre el altar y las armas, gritó con sacro entusiasmo:.
Y con volver á lo: cierto es, que es coyuntura de todos los desaliños, y sembrar la plática de: ansí es, irá la buena Culterana salpicando de necedades por donde quiera que hablare.
Entonces aspiró largo tiempo aquella brisa fresca que le azotaba la frente, escuchó el débil rumor de las olas que se estrellaban en la orilla, salpicando las rocas de blanca espuma, y entregóse instintivamente a este divino éxtasis que la naturaleza produce, sobre todo, después de un sueño fantástico.
El viento seguía soplando cada vez más huracanado, y la lluvia empezó a arreciar, salpicando el rostro de Trini, que se defendía con el maltrecho mantón.
El sol se levantaba en ese momento inundando la azulada esfera con su luz, la atmósfera estaba diáfana, los más lejanos objetos se transparentaban, como si se hallaran a corta distancia del observador, el cielo estaba despejado, sólo una que otra nube nacarada navegaba por el vacío, con majestuosa lentitud, la blanda brisa de la mañana apenas agitaba la grama color de oro, el rocío, salpicando los campos, los hacía brillar como si estuvieran cubiertos por inmenso manto de rica y variada pedrería.
Uno azuzaba testigos y repartía orejas de lo que no se había dicho, y ojos de lo que no había sucedido, salpicando de culpas postizas la inocencia.
Dióle el joven un puntapié en el brazo y el vaso fue a estrellarse en el techo salpicando el asombrado rostro de los espectadores.
Dícese que una vez usando Nerón de un ungüento de los preciosos, y salpicando con él a Otón, éste al día siguiente le recibió en su casa teniendo dispuestos por muchas partes tubos de oro y plata que arrojaban y esparcían ungüento como agua.

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