Ejemplos con sacaban

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Luego, los viejos sacaban de la faja una pipa rústica fabricada por ellos mismos, llenándola de tabaco de cultivado en la isla, hierba de acre olor.
Cada vez que le sacudían de sus divagaciones y le sacaban del ensimismamiento oratorio, exigiéndole atención hacia el mundo exterior, se le hacía más violencia que si le metiesen las manos en los bolsillos y se los dejasen vacíos y vueltos del revés.
Los proyectiles sacaban de sus fosas a los muertos enterrados la víspera.
continuaba entre amigos su discurso, y los oyentes se sacaban el cigarro de los labios para lanzar gruñidos de aprobación.
¡Por algo había dicho que se entendería con ellos! Eran hombres serios y religiosos, y los prefería a los antiguos tripulantes mediterráneos, juradores é incapaces de resignación, que a la menor contrariedad sacaban a Dios al ruedo para afrentarlo con malas palabras.
Había arrostrado el viaje por un océano de llanuras desiertas que se iba dilatando así como avanzaba la expedición, había dormido en ranchos cuyos techos derramaban insectos sanguinarios, había pasado a caballo por remolinos de tierra que la sacaban de la silla, había sufrido el tormento de la sed y del hambre en un extravío de ruta y pasado las noches a la intemperie, sin otra cama que el poncho y los arreos de la cabalgadura.
Había una fuente en que Galatea se recostaba sobre las olas, y sus corceles azules como el mar sacaban los pies palmeados, mientras algunos tritones soplaban, hinchados los carrillos, en la retuerta bocina.
De mucha diversión había servido a las españolas ver cómo las inglesas sacaban muy formales un periódico, tamaño como la sábana santa, del bolsillo, y se lo leían de la cruz a la fecha.
Las teteras presentaban su vientre reluciente y las jarras de la leche sacaban el hocico como niños mal criados.
Y ese día Lucía y Juan estaban en paz: ni permitía Juan, por parecerle como indecoro suyo, aquel llevar y traer de cóleras, que le sacaban el alma de la fecunda paz a que por la excelencia de su virtud tenía derecho.
En su marcha, sacaban de la obscuridad aquí una capilla, más allá una lápida sepulcral o el relieve de una pilastra.
Los primos, que me sacaban de tantos apuros, ya habían hecho los imposibles Me daba vergüenza de volver a pedirles.
Era Rinconete, aunque muchacho, de muy buen entendimiento, y tenia un buen natural, y como habia andado con su padre en el ejercicio de las bulas, sabia algo de buen lenguaje, y dábale gran risa pensar en los vocablos que habia oido a Monipodio y a los demas de su compañía y bendita comunidad, y mas cuando por decir , habia dicho por modo de naufragio, y que sacaban el estupendo, por decir estipendio, de lo que se garbeaba, y cuando la Cariharta dijo que era Repolido como un marinero de Tarpeya y un tigre de Ocaña, por decir Hircania, con otras mil impertinencias: especialmente le cayó en gracia cuando dijo que el trabajo que habia pasado en ganar los veinte y cuatro reales, lo recebiese el cielo en descuento de sus pecados, y sobre todo le admiraba la seguridad que tenian y la confianza de irse al cielo con no faltar a sus devociones, estando tan llenos de hurtos, y de homicidios y ofensas de Dios: y reíase de la otra buena vieja de la Pipota, que dejaba la canasta de colar hurtada, guardada en su casa, y se iba a poner las candelillas de cera a las imágenes, y con ello pensaba irse al cielo calzada y vestida: no ménos le suspendia la obediencia y respeto que todos tenian a Monipodio, siendo un hombre bárbaro, rústico y desalmado: consideraba lo que habia leido en su libro de memoria, y los ejercicios en que todos se ocupaban: finalmente, exageraba cuán descuidada justicia habia en aquella tan famosa ciudad de Sevilla, pues casi al descubierto vivia en ella gente tan perniciosa y tan contraria a la misma naturaleza, y propuso en sí de aconsejar a su compañero no durase mucho en aquella vida tan perdida y tan mala, tan inquieta y tan libre y disoluta, pero con todo esto, llevado de sus pocos años y de su poca esperiencia, pasó con ella adelante algunos meses, en los cuales le sucedieron cosas que piden mas larga escritura, y así se deja para otra ocasion contar su vida y milagros, con los de su maestro Monipodio, y otros sucesos de aquellos de la infame academia, que todos serán de grande consideracion, y que podrán servir de ejemplo y aviso a los que los leyeren.
Contó Sancho más de sesenta zaques de más de a dos arrobas cada uno, y todos llenos, según después pareció, de generosos vinos, así había rimeros de pan blanquísimo, como los suele haber de montones de trigo en las eras, los quesos, puestos como ladrillos enrejados, formaban una muralla, y dos calderas de aceite, mayores que las de un tinte, servían de freír cosas de masa, que con dos valientes palas las sacaban fritas y las zabullían en otra caldera de preparada miel que allí junto estaba.

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