Ejemplos con regodeo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y guardando la carta, con el regodeo del que se reserva un gran placer, Jaime subió a la torre después de despedir al muchacho.
Defendió Fernando los suyos entre ambas manos, y al restablecerse la calma, se arrellanó en el sillón con un regodeo voluptuoso.
Y como conocía la isla, por haber bajado a ella en anteriores navegaciones, volvió a acostarse para gozar despierto del regodeo de la pereza, mientras en los camarotes inmediatos chocaban puertas, se cruzaban llamamientos en distintos idiomas, y sonaba en los corredores un trote de gentes apresuradas, atraídas por el encanto de la tierra nueva.
La protesta removíase en su cerebro, avergonzada e iracunda, pero el resto del cuerpo parecía satisfecho, con un regodeo de recuerdos y un estremecimiento de esperanza Peor era la nada, pasar los días comiendo o dormitando en el sillón con un libro en las rodillas.
Y pasaron a los platos los trozos de la gallina: la jugosa pechuga, el cuello cartilaginoso, los melosos muslos y el armazón chorreando grasa, que chupaba doña Manuela con un regodeo de gata golosa.
¡Qué hombres tan negros blanquearon su semblante con la sonrisilla del regodeo liberal! ¡Qué trasmutación de rostros, qué quitar y poner de caretas, conforme el caso exigía! Muchos derramaban lágrimas.
Amenizábase el regodeo con dichos y risotadas, y se tiznaba la cara con pellejos quemados al que se distraía un instante, en el cual empeño, condición especial de las magostas, eran las mujeres las más tercas.
Como la castañera estaba soltando el fruto de puro sazonado, y era de la pertenencia de varios vecinos de Cumbrales que tenían hijos mozos, autorizose a éstos para que ofrecieran un sabroso regodeo a toda la gente joven con las castañas que se sacudieran de los árboles, en vez de hacer la magosta con las compradas a escote, como ordinariamente acontece.
De este grupo fueron la mayoría de los invitados al regodeo, no tanto por su fiel asistencia al partido, cuanto por razones políticas que se le alcanzarán fácilmente al lector.
Por lo visto, huelo ya a carne muerta, y estos mis parientes vienen a ser los buitres que revolotean a mi lado, esperando el regodeo que van a darse.
Una noche hallábase la reina de regodeo en la casa de la cofradía, cuando de improviso se presentaron los de la cuadrilla, azotaron a su majestad y cometieron con ella desaguisados tales que volando, volando y en pocos días la llevaron al panteón.
Para los díscolos de la oposición avanzada, gentes que nunca se ven hartas de motín, quizá porque siempre llegan tarde al regodeo que sigue al triunfo, y toman a pecado de prevaricación hasta el sacudirse el polvo de la batalla y ponerse camisa limpia, era yo un enemigo, a pesar de mis hazañas populacheras, por el solo hecho de representar allí la fuerza de la autoridad, cobrar un sueldo del Estado y vivir como los opulentos reaccionarios.
Después, la horrible consideración que se hará el marido, entre paliza y moquiteo, de que tenía un caudal con el que, soltero, pudo haber vivido hecho un patriarca, y que cediendo a una falsa vocación de su naturaleza, le partió con una mujer que le llenó de hijos en pago de su generosidad, hijos que fueron otros tantos lobos que ayudaron a su madre a comer en pocos días hasta la piel del incauto borrego, que vio éste desaparecer su propia hacienda sin haberse procurado a cuenta de ella un miserable regodeo, porque toda la necesitaba, y mucho más que hubiera, para tapar aquellas bocas insaciables, para sacrificarlo en aras de esa ridícula debilidad que se llama familia, la misma que, si no lo hubiera comido ayer, lo heredaría mañana, o lo empleara la mujer, viuda, como cebo para coger otro marido con quien lo gastara escarneciendo la memoria del primero, vivo éste, para que el más bribón de sus hijos lo jugara en tres montones a una sota, o la madre se lo fuera regalando a su vecino, si le convenía para amante.
¡Y entre literatos!, ¡Entre humanistas!, ¡Entre poetas, gente de suyo muelle y regalona, y dada a la quietud y al regodeo! ¿Y por qué? Si fuera decir había motivos para ello, vaya en gracia.
Ya sabe él, por la experiencia, lo que aquel regodeo cuesta por barba, y como las suyas no alcanzan tan allá como las otras, al llegar la comida a los potajes, «¡Raya! -dice al tabernero-, y venga la cuenta».
Y uniendo a sus palabras el ejemplo, comía con un regodeo, que habría despertado el apetito a un muerto.
Y agur, que ya se me escapa la pluma de la mano y se va sola hacia el papel que la aguarda para darse un regodeo a todo su gusto.
De tarde en tarde entraba en el mismo establecimiento la familia de Amusco o de Villalón, recelosa de que la gente de la ciudad la tuviera en poco para acomodarse allí, con su aparejo algo burdo «pa según lo que los currutacos usan», pero dispuesta a darse un regodeo, con lo mejor y más caro de «la casa», para quince días, o el grave magistrado del Supremo, en vacaciones, hombre fino y culto si los había, pero con la aprensión incurable de que todo bicho viviente es un reo sobre el que pesa perpetuamente la jurisdicción de la Sala a que él pertenece, o el gomoso, descuajaringado de tanto correr de la ciudad a la playa y viceversa, en busca de algo que no encontraba.

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