Ejemplos con quitaré

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Yo desplumaré a los bien emplumados para dar abrigo a los implumes, yo quitaré el plato de la mesa de los ahítos para ponerlo en la mesa de los hambrientos.
-Yo -declaró un ciudadano, que a nuestro grupo se acercó, fusil al hombro- me quitaré el pan de la boca para tener en casa esa Historia y leérmela de corrido.
Andrés, ¿sabes que allí hay un soldado muerto que tiene un tronco de col en la mano? Si me das licencia se lo quitaré.
¡Ahora sí que se acabaron las penas y las dificultades! ¡Ya el sobrino tiene un buen sueldo, y, si Dios quiere, me quitaré de lidiar con la chiquillería!.
Doña Lupe se entusiasmó tanto con aquella muestra de sumisión, que hizo gala de sus facultades profesionales, y terminó así: Te aseguro que si me obedeces, te quitaré eso de la cabeza y serás lo que no eres, un modelo de mujeres casadas.
No le quitaré a usted la cuerda, eso no.
-Antes me quitaré el pellejo que el uniforme.
No: yo no le quitaré a ese hombre la vida.
-No -dijo el joven tranquilizándole-, no le quitaré a usted el mando de este barrio ni de otro ninguno, yo no mando barrios.
—Ninguna cosa me enronquece tanto, respondió el negro, como el vino, pero no me lo quitaré yo por cuantas voces tiene el suelo.
Si le hallo, sabré dél qué halló en mí que tan presto le movió a dejarme, y en resolucion haré que me cumpla la palabra y fe prometida, o le quitaré la vida, mostrándome tan presta a la venganza, como fuí fácil al dejar agraviarme, porque la nobleza de la sangre que mis padres me han dado, va despertando en mí brios que me prometen o ya remedio, o ya venganza de mi agravio.
Leí luego las razones de la cédula, vilas firmes y valederas, y que no podian faltar en la fe que publicaban, y aunque a ellas como a cosa sagrada se acogiera mi esperanza, en cayendo en la cuenta de la sospechosa compañía que Marco Antonio llevaba consigo, daba con todas ellas en el suelo: maltraté mi rostro, arranqué mis cabellos, maldije mi suerte, y lo que mas sentia era no poder hacer estos sacrificios a todas horas, por la forzosa presencia de mi padre: en fin, por acabar de quejarme sin impedimento o por acabar la vida, que es lo mas cierto, determiné dejar la casa de mi padre, y como para poner por obra un mal pensamiento parece que la ocasion facilita y allana todos los inconvenientes, sin temor alguno hurté a un paje de mi padre sus vestidos, y a mi padre mucha cantidad de dineros, y una noche, cubierta con su negra capa, salí de casa, y a pié caminé algunas leguas, y llegué a un lugar que se llama Osuna, y acomodándome en un carro, de allí a dos dias entré en Sevilla, que fué haber entrado en la seguridad posible para no ser hallada, aunque me buscasen: allí compré otros vestidos y una mula, y con unos caballeros que venian a Barcelona con priesa por no perder la comodidad de unas galeras que pasaban a Italia, caminé hasta ayer, que me sucedió lo que ya habréis sabido de los bandoleros que me quitaron cuanto traia, y entre otras cosas la joya que sustentaba mi salud y aliviaba la carga de mis trabajos, que fué la cédula de Marco Antonio, que pensaba con ella pasar a Italia, y hallando Marco Antonio presentársela por testigo de su poca fe, y a mí por abono de mi mucha firmeza, y hacer de suerte que me cumpliese la promesa, pero juntamente con esto he considerado que con facilidad negará las palabras que en un papel están escritas, el que niega las obligaciones que debian estar grabadas en el alma: que claro está, que si él tiene en su compañía a la sin par Teodosia, no ha de querer mirar a la desdichada Leocadia: aunque con todo esto pienso morir, o ponerme en la presencia de los dos, para que mi vista los turbe su sosiego: no piense aquella enemiga de mi descanso gozar tan a poca costa lo que es mio: yo la buscaré, yo la hallaré y yo la quitaré la vida, si puedo.
Ahora, yo podré poco, o quitaré estas casas de juego, que a mí se me trasluce que son muy perjudiciales.
-¿Quién es el audaz que quiere saber de donde venimos? Si la curiosidad lo devora que venga donde nosotros y yo se la quitaré a golpes de pistola.
Grano-de-Belleza contestó: Sabe, ¡oh padre mío! que no quiero desobedecerte, pero si te opones a mi viaje negándome lo necesario, me quitaré este traje, me pondré el de los pobres derviches y recorreré a pie todos los países y todas las tierras.
No necesito muchas, porque yo se las quitaré a los bandidos, pero para empezar, necesitaré cien más.
-No tengas tú, señora, cuidado ni pena de esto, porque demás de yo no preferir a mis placeres el convite de casa ajena, con mi presta vuelta te quitaré de este miedo, y aun también no voy sin compañía, que mi espada llevo debajo de mí, que es ayuda de mi salud.
- Se la quitaré y mandaremos a las serpientes a dar un lindo paseo al bosque.
- Aquí estoy yo que te la quitaré e cobriré e hablaré por entramos: que otro tan empachado es él.
Mas esta culpa ya la pagáis con la pena que os veo, por tanto ni yo os quitaré la vida ni os daré más pesadumbre de la que tenéis.
Me quitaré el pan de la boca porque usted no padezca hambre, y partiré con usted mi casa, aunque para ello pierda mi destino y esté pidiendo limosna toda la vida.
Yo te quitaré el mareo con vasitos de bálsamo.
-Me lo quitaré -replicó Isidora haciendo un gesto de niña mimosa-.
Cuando salgamos de paseo y nos encontremos con un ignaciano, yo me quitaré el sombrero y tú darás una discreta cabezada en señal de aparente sumisión, rezongando para nuestro sayo: Adiós, Reverendo, vive y triunfa, que ya te llegará tu hora».
Yo desplumaré a los bien emplumados para dar abrigo a los implumes, yo quitaré el plato de la mesa de los ahítos para ponerlo en la mesa de los hambrientos.
–¡Oh, si es por eso, yo le juro, señor de Unamuno, que no me mataré, que no me quitaré esta vida que Dios o usted me han dado, se lo juro.

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