Ejemplos con pulido

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

De estas pesadumbres públicas venían hablando el de la barba larga, el anciano de rostro triste, y Juan Jerez, cuando este, ligado desde niño por amores a su prima Lucía, se entró por el zaguán de baldosas de mármol pulido espaciosas y blancas como sus pensamientos.
El respetable diplomático parecía inquieto, y el señor Pulido iba y venía sigilosamente de uno a otro agujero, apretando los labios y moviendo la cabeza, con muestras también de alguna zozobra.
El señor Pulido, con su flemática suavidad, díjole entonces:.
Con el ojo pegado al agujerillo del telón disimulaba su mal humor y sus temores, por no exponerse a las machaconas observaciones del señor Pulido, mientras observando este por el otro agujero, se afirmaba más y más en los suyos, ofreciendo ambos al que entraba por el fondo del teatro un espectáculo original y extraño en demasía.
Butrón, muy incomodado, dio media vuelta diciendo que más bien serían camuesas, y el señor Pulido, sin perder su paz, repitió muy bajito:.
¿Que trae cara de presidenta? ¡Pues se quedará con la cara, Pulido! ¡No faltaba más! Una mujer sin crédito, sin pizca de vergüenza Me espantaba toda la gente de sacristía ¿Qué diría el arzobispo cuando fuera a pedirle la bendición para la obra? María Villasis es la única, la única, Pulido.
El señor Pulido, profeta siempre de desdichas, se permitió dudarlo, su olfato finísimo había adivinado un escollo en que el respetable Butrón no paraba mientes.
Y en aquel momento, como si quisieran probar aquellas amables criaturas que llevar siempre la contra es el rasgo peculiar del sexo, callaron todas de repente, siguiéndose un silencio profundo, un prolongadísimo de cerca de un minuto, seguido, a su vez, de un allegro alborotado, un crescendo inverosímil, rápido y vivace Algo gordo sucedía, y el respetable Butrón y el filosófico Pulido acudieron al punto muy azorados a sus respectivos observatorios Entraba la condesa de Albornoz, con aquel paso de que habla Virgilio, que revela una reina o una diosa, inclinando la cabeza con el aire de vanidad satisfecha de aquel emperador romano que encogía la suya al pasar bajo los arcos de triunfo, por miedo de tropezar en ellos con la frente, seguíala la marquesa de Valdivieso, una de las cómodas amigas de fácil contener que traía ella siempre a retortero para que la acompañasen como damas de honor, sirviendo, según su frase, de marco a su elegancia.
¡Pero que siendo tantas no haya una sola que calle!exclamó hecho un basilisco, y el señor Pulido, sin perder su pausa, con filosófica profundidad, replicó muy bajito:.
Así era, en efecto: el gran Robinsón y el señor Pulido hallábanse tras el telón, observando por los dos imperceptibles agujeritos que servían en otro tiempo para registrar la sala a los ilustres actores que habían pisado aquella escena aristocrática.
Y el señor Pulido, dando vueltas a sus pulgares, añadió con suavísima sonrisa:.
Y besó con piedad filial a la marquesa, con amor fraterno a la de Bara, estrechó la mano de Butrón con infantil afecto, y tuvo una cariñosa sonrisa para el general Pastor y un saludito protector y monísimo para el señor Pulido.
El general Pastor aplaudió entusiasmado la hábil estrategia del diplomático, el señor Pulido bajó modestamente los ojos, como si le tocara grande parte en la paternidad de la idea, y la duquesa, encantada, comenzó a vomitar nombres propios, juicios críticos, filiaciones y datos biográficos que probaban bien a las claras su consumada pericia en el arte de averiguar vidas ajenas.
El señor Pulido hizo una profunda señal de asentimiento, bajando con previsoria resignación los ojos, y la duquesa, haciendo alarde de la perspicacia de su ingenio, exclamó ligeramente:.
El integérrimo diplomático y el señor Pulido cruzaron entre sí una rápida mirada, indudable era que los dos compadres habían hablado más de una vez del asunto en junta de íntimos, del lado de allá del biombo.
En las paredes, ennegrecidas y desconchadas, dos o tres mapas amarillentos, arriba del sillón magistral, muy pulido y resobado, la Virgen de Guadalupe, la patrona de la escuela, delante de la imagen una lamparita, un vaso azul lleno de aceite obscuro, en el cual sobrenadaba una mariposilla moribunda.
Sobre la mesa veíanse, formando círculo, varias bandejas con pasteles de espuma, blancos en su base, destilando almíbar, dorados suavemente en sus dentelladas crestas, y entre los cuales asomaba la tarjeta del que enviaba el dulce recuerdo, dos grandes tortadas ostentando en su superficie de azúcar pulido como un espejo frutas confitadas en caprichosos grupos, y en el centro de la mesa el ramillete de casa Burriel, arquitectura de turrón, y merengue que afectaba la forma de un castillo surgiendo de un montón de flores y rematado por una bailarina que, montada sobre un alambre, danzaba temblorosa sobre la obra maestra de confitería.

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