Ejemplos con primita

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

De igual manera, cuida de manera maternal a su primita y a sus maltratadas muñecas.
Por lo que veo, crees que mi primita se acuerda alguna vez de tus simplezas y majaderías -declaró con enfado-.
Mi primita ha sacado tal dignidad y estimación de su linaje, que no digo yo con condes, con emperadores se casaría, y aún se juzgara rebajada.
Ponte, lector, en situación análoga, haz memoria de si siendo colegial te enamoraste de una primita o de una amiga de tu hermana, recuerda luego si pasados los años de la juventud, y ya hecho hombre, tornaste a pisar los lugares donde, al conocerla, sentiste o creíste sentir amor, deja que en tu alma, tal vez vieja y gastada, reverdezca aquella primavera de tu mocedad, adórnala de reminiscencias dulcísimas, y entonces ¡sólo entonces! comprenderás cómo la fantasía de don Quintín se deleitó en recordar la que a él se le antojaba pasión avasalladora.
La primita, haciéndose también la sorprendida en los primeros momentos y aun la vergonzosa, dijo también que aquello debía pensarse.
¡Una real moza, la primita mayor!.
¿A la calle de San Pedro la Nueva, en casa de la primita?.
Bajó del caballo y dio un abrazo muy cariñoso a su tía, y a la primita un apretón de manos, advirtiendo, a pesar del guante, que la mano de la primita era pequeña y los dedos largos, afilados y aristocráticos, y no aporretadillos y plebeyos.
- Y la primita, ¿descansa aún? - pregunté a Elena.
A poco que hiciera la primita, el doctor se consideraba preso en sus redes.
-¿Qué habrá pensado de mí la primita?.
¿Y si la primita no era ni buena ni mala, ni tonta ni discreta, sino un ser mediano? Aquí el doctor creía que no llegaría a amarla, salvo en un caso.
En su inmortal amiga, mientras la tuvo presente, nada había visto de fantasma aéreo, de diabólico ni de inconsistente, sino una mujer sólida, maciza, hermosa e interesante, y sin embargo, ningún impulso de amor sensual había despertado aquella mujer en su pecho, ocupado todo con el amor de la primita.
También Nacho hablaba de ello a su primita, pero ¿en qué términos?.
¡dejémosla viajar a mi primita! -clamó Pobladet-.
La primita prometió hacerlo así, mas no por eso dejó de estar a la mira su verdadera dueña, que iba, de vez en cuando, a visitar a la muñeca que estaba en la nueva casa, cuando tuvo lugar un suceso, si no del todo inesperado, un poco extraordinario.
-Porque Obdulia te dejará en paz, y podrás cultivar a la primita.
-¡Feliz! -dijo- ¿y qué entiende usted, primita mía, por felicidad?.
«¿Será mi primita la que me escribe para burlarse de mi romanticismo con algo más romántico todavía? ¿Será alguna loca que se ha enamorado de mí y cree de veras todos estos delirios? ¿Será el tío Alonso o algún tertuliano de su casa, que trata de embromarme? En fin, sea como sea, lo mejor es quemar la carta y no decir a nadie que la he recibido.
Te diré, si lo ignoras, que el simpático Alfonso se ha enamorado perdidamente de su primita».
La disculpa que hallaba para esto el doctor Faustino salvaba en parte la buena intención de su primita, pero en cambio era desfavorable a la vanidad de él y a sus aspiraciones.
«Mi primita aguarda, sin duda, a que esta propensión que tiene a amarme se convierta en amor ya hecho, a que este germen de pasión nazca y crezca y se desenvuelva.
Pero, en el fondo de los melindres y niñerías de mi primita, tan mimada y tan candorosa en apariencia, ¿no hay un refinamiento de disimulo, de sangre fría y de cálculo despiadado? ¿No está jugando con mi corazón, con mis sentimientos y hasta con mi dignidad? ¿No es cruel la incertidumbre en que me deja? ¿Es lícito que le sirva yo como de juguete para que se pregunte: ¿le quiero o no le quiero? y no sepa qué contestar?».
-Sí mi general -replicó el doctor-, pero yo he hecho novillos para acompañar y entretener un poco a mi primita, que está algo melancólica.
-¿Usted es acaso mi primita Lucila? -dijo al fin volviéndose hacia mí.
La muñeca salió, pues, desterrada y fue a parar a casa de una primita de nuestra heroína, a quien ésta se la confió, rogándole que la cuidase mucho, que hablase con ella y que la diese de comer.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba