Ejemplos con pretendas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Importa poco lo que pretendas por esta o la otra razón, lo que encuentro perjudicial y aun soberanamente necio es que lo solicites, cualquiera que sea el motivo.
»Por lo demás, ¡qué carape! en casos tan excepcionales como éste, las sospechas de cierto género son casi de necesidad. ¡Si a mí mismo me asaltan algunas veces! Ya se ve: en el ir y venir de las ideas, en el menguar y en el crecer de los entusiasmos, los límites y los terrenos se confunden, y se hace un amasijo allá, tan enmarañado y tan rebelde, que para deshacerle no basta en ocasiones toda la fuerza analítica del discurso. Pudiera citar a usted muchos ejemplos de ello. Vaya uno de muestra, por de pronto: Nieves tiene un primito mejicano, con quien se ha de casar según se dice, y el retrato de este primito, que está para llegar a Peleches de un día a otro, ocupa en el estudio de Nieves un lugar de preferencia. Por ese retrato sé yo que el primito es muy guapo, y por lo que me han contado, que es muy rico y muy bueno. De todo ello me alegraba yo en los primeros días de conocerle: nada más natural, ¡qué carape!... como lo es hoy, porque sigo estimándole en todo lo que merece por las trazas, que son superiores, como he dicho, sólo que en algunas ocasiones, desde que sé que está para llegar, lo mismo es acordarme del retrato o ponerme a contemplarle, que ya me tiene usted con cierto disgustillo de ver guapo al galancete, y de saber que es rico y bondadoso... vamos, que me nace en el corazón algo, como deseo vago de que el primo no asome por acá en todos los días de su vida, y de que, si asoma, resulte picado de viruelas, y tonto por añadidura y pobre por remate. ¿Ha visto usted barbaridad semejante? Tan enorme me parece a mí y tan fuera de toda disculpa, que por sentirla escarbándome las mientes, ya estoy abominando de ella. «¿Quién eres tú, gaznápiro», me digo, «para atreverte a esas cosas? Si es guapo, si es rico, si es despierto y honrado, y Nieves le quiere, y en quererle y en hacerle su marido cifra su felicidad, ¿a ti qué te importa? ¿Así la pagas las distinciones con que te honra y la estimación que te da? ¿Te abrieron de par en par las puertas de Peleches para eso? ¿Está bien que entrando por ellas como amigo honrado, pretendas quedarte adentro como amo y señor de los señores mismos? ¡Tú, obscuro villavejano, prosaico farmacéutico, gusanejo vil de la tierra, atreverte al sol mismo que con su calor te dio la vida! ¿Dónde se ha visto cosa semejante?... Paga, paga, tus deudas de esclavo, barriendo los suelos donde ella pise, y avergüénzate de haber levantado los ojos tan arriba.» ¡Carape qué cosas tan tremendas me digo en esas ocasiones, y cómo me zumban los oídos con el sonrojo, solamente con imaginarme que pudieran haberme leído tan malos pensamientos en la cara! Y todo por la arrastrada confusión de ideas, por el feo vicio que una tiene de afinar con el análisis las que mejor le parecen. Una pregunta, un gesto, una mirada, que no son la mirada, el gesto y la pregunta de todos los días, ya nos da que cavilar, que pesar y que medir para un buen rato... hasta que viene el sentido común dando la medida exacta de las cosas y poniendo a cada una de ellas en su correspondiente punto de vista, y se acaba la alucinación.
«Padre: ni me busques, ni pretendas averiguar adónde voy, si no quieres verme muerta.
Con el objeto de curarle había practicado cuantas diligencias estaban a su alcance, y habiendo enviado además a consultar el caso con el oráculo de Delfos, respondió la Pitia: # Oh Creso, rey de Lidia y muchos pueblos, No con ardor pretendas en tu casa, Necio, escuchar la voz del hijo amado.
Aléjate, ve a correr sobre el sendero que se alza ante ti y no pretendas mirar los abismos que cubre.
No creo que pretendas un Coburgo Gotha.
¡Ah, padre mío, no pretendas consolarme donde no hay consuelo para mí! Si te fuera posible abreviar mis días en la tierra, ése sí fuera consuelo y grande beneficio, mas nuestra vida no nos pertenece, y es menester que dejes haga el dolor, aunque sea lentamente, lo que no es dado hacer a tus manos, ¡déjame, déjame morir de dolor!.
-¿Qué te he hecho, cruel, qué te he hecho para que así pretendas abandonarme? En el tiempo.
No te supongo una descarada que pretendas desafiar al mundo exhibiendo tu oprobio.
Después, si querían por tu intermedio conseguir nuestra gracia, ¿a qué ese empeño en ocultarse? No pretendas desarmar nuestro encono, proclamando que son hombres libres e ingenuos.

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