Ejemplos con placer

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pues no te entiendo, Juanarepuso Simón, disimulando el placer con que entraba a discutir aquel punto.
Crea usted, amigo y señor mío, que mi satisfacción hubiera sido cumplida, si al honor que recibo hospedándole en mi casa, pudiera añadir el placer de servirle en cuanto desea.
¡Como son conocidos de tantos a quienes ellos jamás han visto! Pero a bien que a mí, el temor de una fría respuesta no ha de quitarme el placer que recibo al estrechar la mano de una persona digna de todo mi respeto.
Pero observodijo, interrumpiéndose de pronto y consultando su relojque con el placer de estar a su lado, olvido uno de mis deberes.
Un placer humano, aunque de la más baja jerarquía, es el de la mesa.
¡De qué buena gana se hubiera diluido Apolonio en el aire fino para ir a mezclarse en las disputas enzarzadas a causa de su afortunado rival, como la guerra de Troya por Helena, intervenir por modo invisible y aniquilar a todos los secuaces de Belarmino! La venganza es el placer de los dioses.
Una mañana, Felicita entró en la zapatería de Apolonio, cosa acostumbrada, pero aquel día, la solterona llevaba desencajado el rostro, con expresión que pretendía ser colérica, y, sin embargo, dejaba recelar un placer oscuro.
He aquí que yo me voy a mi casa del todo feliz, diciéndome: hoy como salmón a mi placer.
Con el placer con que acojes en serena noche las quejas de FILOMENA, así serán gratas para tí mis razones, padre mío.
Aquella elocuencia natural que había causado asombro al iniciarse en el Seminario, se hinchaba y esparcía como un gas embriagador en las reuniones revolucionarias, enardeciendo a la muchedumbre desarrapada, hambrienta y miserable, que sentía estremecimientos de emoción ante la sociedad futura descrita por el apóstol: la ciudad celeste de los soñadores de todos los siglos, sin propiedad, sin vicios, sin desigualdades, donde el trabajo sería un placer y no existiría más culto que el de la ciencia y el arte.
Era una venganza de esclavo, el amargo placer del mendigo que comparece con sus pestilentes andrajos en medio de una fiesta de ricos.
Aquel chico no desmentía su sangre, era ordinario, y su mayor placer consistía en charlar con las criadas.
Llegó a relatarle las aficiones de su infancia, el placer indefinible que experimentaba pasando horas enteras arrodillada ante un Cristo, rezando rosarios tras rosarios.
Y aquella luz que derramaba polvo de oro por todas partes, aquel cielo empapado de sol, aquella diafanidad vibrante en el espacio, ¿no era el propio himno a Venus, la canción impúdica y sublime del trovador de Turingia ensalzando la gloria del placer y de la terrena vida? Sí, aquello mismo era.
Pensaban involuntariamente en los verdes campos, en el paseo exuberante de gentío, en el placer de andar lentamente bajo las ladeadas sombrillas, viendo caras nuevas y contestando al saludo de los amigos, y por fin, la madre y las hijas no pudieron resistir más y comenzaron a vestirse.
Cumplía con la conciencia y con el placer.
¿No era un placer reunir en la mesa tan buenos amigos? ¿No se gozaba contemplando sus expansiones? Allí quisiera ver ella a su hermano, el maldito tacaño, incapaz de convidar a sus amigos a una ensalada.

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