Ejemplos con perneras

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En invierno llevan pieles de animal con perneras de piel de ciervo y botas de piel de perro o de salmón.
Durante el siglo XIX los calzones se simplifican perdiendo los botones y ojales, permaneciendo siempre las perneras abiertas por donde asomaban los calzoncillos.
Sobre ellos iban los calzones de alzapón , con las perneras muy estrechas y ceñidas por medio de botones que casi siempre se dejaban sin abrochar.
Estos pantalones suelen ser de perneras ceñidas, pero también los hay sueltos, anchos, acampanados, etc.
En las dos décadas siguientes, los vaqueros anchos de campana dieron paso a otros de perneras ceñidas, en los que se daba importancia a la marca del diseñador y el arranque del tiro volvía a situarse por la cintura.
Varios iconos del rock -como Jimi Hendrix, Janis Joplin o Jim Morrison- popularizaron esta prenda, con perneras de campana.
Mujeres en perneras y chiquillos casi desnudos hormigueaban en los sitios de sombra, aspirando la frescura salina de la mar.
Y torpemente, acompañando sus expresiones con muecas y arañazos en las perneras del pantalón, fué explicándose, aunque entre palabra y palabra transcurrían a veces dos minutos.
Otras veces recibía con las manos la embestida del enemigo, le sujetaba por los brazos, le zarandeaba un poco, y después le despedía seis pasos atrás, y vuelta a componerse el vestido, a colocarse el sombrero, a sacudirse el polvo de las perneras, y a sonreír a las muchachas, entre las que estaba Catalina a tres varas de él, anhelosa, conmovida y siguiendo con la vista, y en la vista el alma, todos sus ademanes y valentías.
Por consiguiente, resolví guardarme aquel pedazo de pan con manteca en una de las perneras de mi pantalón.
Mujeres en perneras y chiquillos casi desnudos hormigueaban en los sitios de sombra, aspirando la frescura salina de la mar.
El hombre de la chimenea se sonrió sin volver la cara, cogió una silla de las más próximas, sentose, y arrimó los pies a la lumbre para secarse las botas y las perneras.
Con estas ilusiones, que el más inaprensivo se habría forjado en su lugar, un terno de color de lila, corto de mangas y ancho de perneras, un sombrerete de cazo, del matiz del vestido y casi sin alas, y unos brodequines tan grandes, tan gordos y tan groseros de forma como lo permitía la costumbre entre los galanes distinguidos y elegantes de entonces.
No faltaba, por supuesto, el buen mozo de verdad, de traje muy corto de mangas y perneras, y muy escotado además, que yendo o viniendo, enjuto o remojado, marchaba lentamente y en actitudes de atleta, por el camino más largo y más concurrido, y parecía ir pensando: «vamos, hermosas señoritas y matronas de buen gusto, porque yo hago a todo, ¿qué hay que decir de estas formas? ¿qué os parece esta altivez de pecho, y este brazo nervudo, y esta pierna gallarda, y este crujir de la arena, cuando la pisan mis pies? ¿Y este andar majestuoso, y esta cabeza erguida, con su pelo tupido y negro, y esta barba de seda, este mirar de ojos, y, en fin, esta salud de hombre de pelo en pecho, y al mismo tiempo elegante y de mundo? ¿Qué tal? Pues a ello, y con franqueza, y tened entendido que lo mismo acepto un buen acomodo por medio del santo vínculo, que un enredillo pasajero con una hermosa dama de buen temple.
Caminando Nisco de su casa a la de Pablo, como las callejas eran angostas y sombrías y convidaban a meditar, andando, andando, meditaba y acicalábase el mozo, pues a ambas cosas era dado, como soñador y presumido que era, y ¡vaya usted a saber por dónde volaba su imaginación mientras se atusaba el pelo con la mano y observaba la caída de las perneras sobre los zapatos, y estudiaba aires y posturas, sonrisas y ademanes!.
Vestía el singular personaje pantalón de color de hoja seca, corto y angosto de perneras y con pretina de trampa, chaleco azul, cerrado, por una fila de botones de metal amarillo, hasta la garganta, y, por último, casaquín de cuello derecho, con narices en los arranques de las aletas traseras, o faldones rudimentarios, prenda que fue muy usada, hasta no ha mucho tiempo, en la Montaña, por los señores de aldea.
-Siempre se las dejo, pero no le alcanzan ya las de las perneras cuando se las suelto, y tengo que añadirles una tira.
Culebreando un rato entre ella me creía ya inadvertido para todo el mundo, merced al barullo, cuando di de hocicos con un grupo de calaverillas domingueros, con gorritas de terciopelo, chaquetillas de paño negro, pantalón muy estirado de perneras y muy ceñido a la cintura, nada de tirantes ni chaleco, y mucha punta de corbata, traje que en aquellos tiempos privaba mucho entre la gente joven y de buen tono.
-¿Y las de usted? -le dijo a él Nieves viendo cómo le chorreaba el agua por las perneras abajo-, ¿ son ropas mojadas?.
Ordinariamente no llevaba más prendas sobre su cuerpo que la camisa y los pantalones, con las perneras remangadas hasta la pantorrilla y las mangas hasta el codo, y, así y todo, Cornias resultaba limpio y simpático.
No lo hace mal, y presta un gran servicio a los villavejanos que, sin pedir primores ni mucho menos, nos veíamos y nos deseábamos antes para vestirnos fuera de aquí, porque pensar que los otros dos sastres que usted conoció y aún quedan, salieran de sus medidas con tiritas de papel, de sus perneras acampanadas y de sus faldones con frunces, era pensar los imposibles.
Cogió un chambergo que estaba sobre una silla, un cachiporro del rincón inmediato, y me dijo, mientras yo me sacudía las perneras del pantalón después de enderezarme:.
Estaba allí mi tío, sentado en el sillón de cabecera, y a su izquierda, en el banco que le seguía inmediatamente, un señor Cura muy corpulento, con balandrán de paño, gorro de terciopelo raído, y entre manos una cachavona muy recia, frontero a los dos, con la lumbre entre ambos, otro personaje más corpulento aún que el señor Cura, de cabeza canosa y gorda, cara cetrina y ojos muy saltones, en el mismo banco, pero a respetuosa distancia de este sujeto, Chisco secándose el barro de sus perneras a la lumbre, y junto a ella, y acurrucada en el suelo sin estorbar a nadie, con una cuchara de palo en la mano derecha, y en la izquierda el mango de una sartén colocada sobre las trébedes, una mocetona de ojos azules, hermoso y abundante pelo rubio y cuerpo bien metido en carnes.
Don Hermenegildo comenzó por dejar el paraguas a la puerta para que el chorro que despedía se largase por el corredor adelante, y el sombrero encima de una silla, luego recogió los pliegues de la capa sobre los muslos y se sentó, dejando ver las flacas pantorrillas hasta cerca de las ligas por debajo de las perneras, que no pecaban de cumplidas, y después de pasarse ambas manos por las greñas para domarlas un poco, miróme de hito en hito, haciendo un horrible gesto, especie de sonrisa con la cual mostró en todos sus detalles las enormes paletas de su rancia dentadura.
Con la chaqueta hizo otro tanto, y quizás hubiera sometido los pantalones al mismo procedimiento si el lodo con que estaban revocadas las perneras le hubiera dejado por dónde agarrarlas para desprenderse de ellos.

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